LA DEVOCIÓN A
LA VIRGEN NOS TIENE QUE ACERCAR A LA SANTIDAD. San Pio X
Siendo esto
así, Venerables Hermanos, queremos detener nuestra mirada en las solemnidades
que se preparan en todas partes en honor de Santa María, Inmaculada desde su
origen. y ciertamente ningún honor es más deseado por María, ninguno más
agradable que el que nosotros conozcamos bien a Jesús y le amemos. Haya por
tanto celebraciones de los fieles en los templos, haya aparato de fiestas, haya
regocijos en las ciudades; todos estos medios contribuyen no poco a encender la
piedad. Pero si a ellos no se une la voluntad interior, tendremos simplemente
formas que no serán más que un simulacro de religión. y al verlas, la Virgen,
como justa reprensión, empleará con nosotros las palabras de Cristo: Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí[i][xxiv]
.
En definitiva, es auténtica la piedad
hacia la Madre de Dios cuando nace del alma; y en este punto no tiene valor ni
utilidad alguna la acción corporal, si está separada de la actitud del
espíritu. Actitud que necesariamente se refiere a la obediencia rendida a los
mandamientos del Hijo divino de María. Pues si sólo es amor verdadero el que es
capaz de unir las voluntades, es conveniente que nuestra voluntad y la de su
santísima Madre se unan en el servicio a Cristo Señor. Lo que la Virgen
prudentísima decía a los siervos en las bodas de Caná, eso mismo nos dice a
nosotros: Haced lo que El os diga[ii][xxv].
y lo que Cristo dice es: Si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos[iii][xxvi]
.
Por eso, cada uno debe estar persuadido
de que, si la piedad que declara hacia la Santísima Virgen no le aparta del
pecado o no le estimula a la decisión de enmendar las malas costumbres, su
piedad es artificial y falsa, por cuanto carece de su fruto
propio y genuino.
propio y genuino.
Si alguno pareciera necesitar
confirmación de todo esto, puede fácilmente encontrarla en el dogma de
la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios. Pues, dejando a un lado la tradición
católica, que es fuente de verdad como la Sagrada Escritura, ¿de dónde
surge la persuasión de que la Inmaculada Concepción de la Virgen estaba tan de
acuerdo con el sentido cristiano que podía tenerse como depositada e innata en
las almas de los fieles? Rechazamos -así explicó brillantemente Dionisio
el Cartujano las causas de esta persuasión-, rechazamos creer que la mujer
que había de pisar la cabeza de la serpiente, haya sido pisada por ella en
algún momento y que la Madre del Señor haya sido hija del diablo[iv][xxvii].
Es evidente que no podía caber en la mente del pueblo cristiano que la carne de
Cristo, santa, impoluta e inocente hubiera sido oscurecida en el vientre de la
Virgen por una carne en la que, ni por un instante, hubiera estado introducido
el pecado. Y esto ¿por qué, sino porque el pecado y Dios están separados por
una oposición infinita? De ahí que con razón por todas partes los pueblos
católicos han estado siempre persuadidos de que el Hijo de Dios, con vistas a
que, asumiendo la naturaleza humana, nos iba a lavar de nuestros pecados con
su sangre, por singular gracia y privilegio, preservó inmune a su Madre la
Virgen de toda mancha de pecado original, ya desde el primer instante de su
concepción. y Dios aborrece tanto cualquier pecado, que no sólo no consintió
que la futura Madre de su Hijo experimentara ninguna mancha recibida por propia
voluntad; sino que, por privilegio singularísimo, atendiendo a los méritos de
Cristo, incluso la libró de la mancha con la que estamos marcados, como por una
mala herencia, todos los hijos de Adán. ¿Quién puede dudar de que el primer
deber que se propone a quien pretende obsequiar a María es la enmienda de
sus costumbres viciosas y corrompidas, y el dominio de los deseos que impulsan
a lo prohibido?
Ad Diem Illud
Laetissimum
De San Pío X, sobre
la devoción a la Stma. Virgen