LA TAREA DE CULTIVAR Y CUSTODIAR LA TIERRA
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia (n.255-258)
Comenzamos un nuevo capítulo del Compendio de la Doctrina social de la
Iglesia dedicado a la realidad del trabajo.
Dios, Creador omnipotente plasma al hombre a su imagen y lo invita a trabajar la tierra y a custodiarla. El
verbo “someter” que aparece en el mandato divino no es un dominio despótico e
irracional. Dios entrega al hombre los bienes creados y este ha de recibirlos
como un don precioso.
Los bienes
creados existen en función del hombre: “lo hiciste señor de las obras de tus
manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies”.
El trabajo pertenece a la condición originaria del hombre y precede a
su caída; no es, por ello, ni un castigo ni una maldición. Se convierte
en fatiga y pena a causa del pecado de Adán y Eva que quisieron tener el
dominio absoluto sobre todas las cosas, sin someterse a la voluntad del
Creador. Como consecuencia el suelo se ha vuelto avaro, ingrato, sordamente
hostil; sólo con el sudor de la frente será posible obtener el alimento. Pero a
pesar del pecado, el designio del Creador, el sentido de sus criaturas y, entre
estas, del hombre, llamado a ser cultivador y custodio de la creación,
permanecen inalterados.
El trabajo debe ser honrado porque es fuente de riqueza o, al menos, de
condiciones para una vida decorosa, y, en general, instrumento eficaz contra la
pobreza . Pero no se debe ceder a la tentación de
idolatrarlo, pues solo Dios es la fuente de la vida y el fin del hombre.
Y aquí encuadramos
perfectamente el profundo significado del descanso sabático donde Dios pide al
hombre el cese de sus tareas. El descanso abre al hombre, sujeto a la necesidad
del trabajo, la perspectiva de una libertad más plena, la del Sábado eterno. La memoria y la experiencia del sábado
constituyen un baluarte contra el sometimiento humano al trabajo, voluntario o
impuesto, y contra cualquier forma de explotación, oculta o manifiesta.