lunes, 8 de agosto de 2016

EL DEBER DE TRABAJAR Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.264-266)




EL DEBER DE TRABAJAR
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.264-266)
A pesar de que en este mundo el hombre es peregrino, ello no nos excusa de la obligación de trabajar. “El que no trabaja, que no coma.”
Los cristianos debemos vivir el trabajo al estilo de Cristo, convirtiéndolo en ocasión para dar un testimonio cristiano: no viviendo a expensas de nadie y practicando la solidaridad.  
Los padres de la Iglesia hablan del trabajo como verdadera obra del hombre: Mediante el trabajo, el hombre gobierna el mundo colaborando con Dios; junto a Él, es señor y realiza obras buenas para sí mismo y para los demás. El ocio perjudica el ser del hombre, mientras que la actividad es provechosa para su cuerpo y su espíritu. El cristiano está obligado a trabajar no sólo para ganarse el pan, sino también para atender al prójimo más pobre, a quien el Señor manda dar de comer, de beber, vestirlo, acogerlo, cuidarlo y acompañarlo. Cada trabajador, afirma San Ambrosio, es la mano de Cristo que continúa creando y haciendo el bien.
El trabajo humano, orientado hacia la caridad, se convierte en medio de contemplación, se transforma en oración devota, en vigilante ascesis y en anhelante esperanza del día que no tiene ocaso.
La fórmula benedictina: ¡Ora et labora! confiere al trabajo humano una espiritualidad animadora y redentora. Este parentesco entre trabajo y religión refleja la alianza misteriosa, pero real, que media entre el actuar humano y el providencial de Dios.