Homilía de maitines
10 de agosto
SAN LORENZO, MÁRTIR
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Trat. 51 sobre
San Juan
El
grano que debía morir y multiplicarse era el mismo Señor Jesús. Debía morir víctima
de la infidelidad de los judíos, y había de multiplicarse con la fe de los
pueblos. Ahora bien, al exhortarnos en seguir los vestigios de su pasión, nos
dice: “El que ama su alma, la perderá”; lo cual puede entenderse de dos
maneras: “El que la ame la perderá” esto es: ¿La amas? Piérdela. ¿Aspiras a
vivir en Cristo? No temas la muerte por Cristo. Y puede entenderse también de
otra manera: “El que ama su alma la perderá”, esto es: No la ames en esta vida,
no sea que la pierdas para la vida eterna.
Esta
última interpretación parece la más conforme a la mente del Evangelio, ya que a
continuación se lee: “Y el que aborrece su alma en este mundo, la guarda para la vida eterna”. De consiguiente al
decir más arriba: “El que ama su alma” hay que sobreentender: “en este mundo”;
este seguramente la perderá. Pero el que odie su alma también “en este mundo”,
la guardara para la vida eterna. Grande y admirable sentencia de la cual se
infiere que el hombre profesa a su alma un amor que es causa de su perdición y
un odio que la preserva de parecer. Si la amas indebidamente, la odias; si la
odias como es debido, la amas. Dichosos lo que odian para conservar, por temor
de perder con su amor.
Procura,
empero, no pensar en darte la muerte, interpretando en esta forma el deber de odiar
tu alma en este mundo, por hacerlo así, ciertos hombres malvados y perversos,
crueles e impíos, homicidas de sí mismos, se arrojan a las llamas, se ahogan,
se lanzan a los precipicios y perecen. No es esta la enseñanza de Cristo, antes
al contrario, el mismo respondió al diablo cuando este le sugería el
pensamiento de precipitarse de lo alto del templo: “Retírate, Satanás, porque está
escrito: No tentaras al Señor tu Dios” Y el mismo Señor, dijo a Pedro,
“indicándole la muerte con que debía glorificar a Dios: Cuando eras joven te
ceñías tú mismo, e ibas donde querías, pero cuando serás viejo, otro te ceñirá
y te llevara a donde no quieras”. Palabras que nos enseñan claramente que el
que va en pos de Jesucristo no debe darse la muerte, sino recibirla de otra
persona.
Transcripto por Dña. Ana
María Catalina Galvez