Homilía de maitines
24 de agosto
SAN BARTOLOMÉ,
APOSTOL
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA DE SAN AMBROSIO, OBISPO
Lib. V, Com.
Sobre San Lucas, cap. 6
Solo
las almas grandes, solo las almas sublimes escalan la montaña. Porque el
Profeta no dice a cualquiera “Súbete sobre un alto monte, tú que anuncias
buenas nuevas a Sion: alza esforzadamente tu voz, tú que evangelizas a
Jerusalén”. Procura, pues, subir a esta montaña y seguir a Cristo, no con tus
pasos corporales sino con grandes acciones, para llegar a ser tú mismo un
monte; ya que, según vemos en el Evangelio, únicamente los discípulos le
acompañaron en su ascensión a la montaña. Ruega el Señor, no por él sino por mí.
Porque aunque el Padre haya puesto todas las cosas bajo potestad del Hijo,
créese este obligado por su condición de hombre y de abogado nuestro, a rogar
por nosotros al Padre.
“Y
pasó, dice el texto, toda la noche haciendo oración a Dios.” He aquí el ejemplo
que se te propone, oh cristiano; he aquí el modelo que se te manda imitar. ¿Qué
no debes hacer, en efecto, para tu salvación cuando el mismo Jesucristo pasa
toda la noche orando por ti? ¿Cómo debes conducirte antes de emprender alguna
obra de piedad, cuando Jesucristo antes de enviar a los Apóstoles se puso a
orar y oró solo? No vemos, en efecto, en ninguna parte, según me parece, que
Jesús orase en unión de sus Apóstoles; le vemos siempre orando solo. Y es que
para las aspiraciones humanas son incomprensibles los designios divinos, y no
hay quien pueda penetrar en el interior de Jesucristo.
“Llamó
a sus discípulos, dice el texto, y escogió doce entre ellos”, para destinarlos
a procurar a los hombres del mundo entero las gracias de salvación, esparciendo
entre ellos las semillas de la fe. Fijémonos, al mismo tiempo, en el plan
divino. Los destinados a esta misión no son escogidos entre los sabios, los
ricos, o los nobles, sino entre los pescadores y publicanos, para que no
pudiera creerse que se habían empleado, cerca de ciertas almas los artificios
de la prudencia humana para seducirlas, los de las riquezas para sobornarlas, los
del ascendiente que confieren el poder y la nobleza para atraerlas; quería el
Salvador triunfar en los espíritus, no por la fuerza de la elocuencia, sino con
el imperio de la verdad.
Transcripto por Dña. Ana
María Catalina Galvez