DÍA VIGESIMOSÉPTIMO
LA SANGRE DE JESÚS NOS ESTIMULA A SALVAR NUESTRA ALMA
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN INCIAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
DÍA VIGESIMOSÉPTIMO
CONSIDERACIÓN:
LA SANGRE DE JESÚS NOS ESTIMULA A SALVAR NUESTRA ALMA
I. Mostrando
Jesús a Santa Catalina de Siena, bajo hermosísimo semblante, el alma de una
pecadora convertida, le dijo: «Mira qué bella es; por eso yo trabajé tanto y
derramé tanta Sangre por la salvación de las almas» (Beato Raimundo de
Capua OP, Vida de la Santa. Parte II, c. IV, n. 5). De hecho Jesús por
salvar almas, anduvo predicando por ciudades y aldeas durante tres años
consecutivos. Y, ¡oh! cuánto sufrió por lo extenso de los viajes, por no
encontrar tantas veces alojamiento o comida, y, por la ingratitud de los mismos
hombres, que lo injuriaban, ora lo querían apedrear o arrojar desde una peña, ora
de otros modos lo perseguían (San Juan IV, 6, 31; VIII, 48-59; San Lucas IV,
29). ¡Tanto se ha fatigado Jesús por la salvación de las almas, y nosotros
hasta ahora no hemos hecho nada por salvar la nuestra! ¡Qué vergüenza!
Procuremos pues, de hoy en adelante, de todas veras, salvar esta alma que ha
costado a Jesús tantos trabajos y además el derramamiento de toda su Sangre.
II. Además sostuvo Jesús por la salvación de las almas los más despiadados
padecimientos. Se sometió a la cruelísima flagelación de miles de fieros
azotes, se dejó perforar la cabeza con agudísimas espinas, y por último quiso
ser clavado en la cruz, derramando en ella hasta la última gota de su Preciosa
Sangre. ¡Oh cristiano! Si Jesús ha sufrido tanto por la salud de las almas, ¿cómo
es que tú en poco estimas la tuya, y por desahogar viles pasiones la pierdes?
¿Por qué con tus escándalos arruinas también las almas de los otros? ¡Ea,
piensa que de esa manera te haces reo de la Sangre de un Dios! Llora pues el
error cometido, y repara el mal hecho, con la penitencia y el buen ejemplo, si
no quieres traer sobre ti los más terribles castigos divinos.
III. San Pablo nos exhorta a huir del vicio, porque hemos sido rescatados por
Jesús a alto precio («Habéis sido comprados con gran precio». I Corintios VI,
20); y San Pedro nos lo repite diciendo: «Vivid santamente, pues no habéis sido
redimidos con oro ni plata, sino con la Sangre Preciosa» («Seréis santos,
considerando que habéis sido redimidos con la Preciosa Sangre», I Carta I, 16,
18-19). Aprovechémonos, oh cristianos, del saludable aviso de los santos
Apóstoles, los cuales más que un tierno padre, nos aman y desean nuestro bien.
Pensemos seriamente en el valer de nuestra alma, y atendamos con la mayor
diligencia a salvarla; pues ella tiene un valor infinito, como que cuesta toda
la Sangre de un Dios.
EJEMPLO
Habiendo instituido San Francisco de Asís la Orden de los Menores, quiso que en
ella se llevase una vida austera, especialmente los viernes, en memoria de la
divina Pasión. Vencido por tal rigor, uno de los religiosos, le pidió licencia
para volver al siglo; pero el santo, animándolo a perseverar en la religión
para bien de su alma, le hizo ver que esas austeridades eran una nonada en
comparación con lo que Jesús padeció por nosotros. Mas despreciando aquél tales
avisos, huyó del convento. Como San Francisco rezara por él, Jesús se le
apareció en la calle, goteando de sus llagas fresca y roja Sangre, y le dijo:
«mira cuánto he padecido por ti, ¿y tú nada queréis sufrir por tu salvación?».
Todo compungido el religioso, y deshaciéndose en lágrimas, se volvió al santo
que benignamente lo acogió, exhortándolo a recordar siempre la gracia singular
que había recibido. Y en efecto teniendo aquél siempre presente la
extraordinaria visión, cuidó con toda diligencia de la salvación de su alma (P.
Angélico de Vicenza, Vida de San Francisco de Asís). ¡Ea!
Procuremos también nosotros tener de continuo ante nuestros ojos a Jesús que
derrama su sangre por salvar las almas, y de esa manera también nosotros
cuidaremos con todo empeño de la propia salvación.
Se medita y se pide lo que se desea conseguir.
OBSEQUIO: Resolveos a nutrir siempre una tierna devoción hacia la divina Sangre, especialmente lavándoos en ella frecuentando los sacramentos.
JACULATORIA: Salvar yo quiero
alma tan noble, que Sangre cuesta a un Dios Hombre.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Amorosísimo Redentor, fijando mis ojos en vos, clavado en ese duro madero, bien conozco cuanto os cuesto. Aquellas acerbísimas penas, aquellas profundas llagas, aquella Sangre de infinito valor, son el precio que habéis pagado por el rescate de mi alma; ¿Y yo tampoco cuido de ella? ¿y la doy al demonio por una nonada, por un desahogo de vil pasión, por un deleite bestial? ¡Qué amargura, qué desprecio os aporto de esa manera! ¡Sangre Preciosísima, vos sois el precio de mi alma, y yo no la he estimado en nada, aún más, he hecho cuanto he podido por perderla! ¡Ah! Si así me he conducido hasta ahora, de hoy en adelante estoy resuelto a trabajar con todo empeño por salvarla. Sangre de Jesús, ya que vos la habéis redimido, dadme también gracia eficaz para cuidar con la mayor diligencia de su salvación. Amén.