DÍA VIGÉSIMO
LA SANGRE DE JESÚS OBTIENE AUXILIOS ESPECIALES EN EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN INCIAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
DÍA VIGÉSIMO
CONSIDERACIÓN:
LA SANGRE DE JESÚS OBTIENE AUXILIOS ESPECIALES EN EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
I. Jesús, rogado por su madre a que supliera la falta de vino en un banquete
nupcial, respondió que aún no había llegado su hora; pero después, con un
milagro, mudó el agua en vino. Dice San Agustín que la hora predicha era la de
su Pasión (Dominica II después de la octava de Epifanía, Sermón I).
Jesús quiso por tanto, significar que si entonces concedía una gracia temporal
a los esposos, proveyéndoles del milagroso vino, figura de su Sangre; vendría
más tarde el tiempo en que elevaría el matrimonio a sacramento, y con la
efusión de su Sangre merecería para los esposos, una gracia especial para
cumplir sus deberes, como enseña el concilio Tridentino («La gracia para
santificar a los cónyuges, Cristo nos la mereció con su Pasión». Concilio de
Trento, sesión 24. Decreto del Sacramento del Matrimonio). Bendice,
pues, y agradece, oh cristiano, a la Preciosa Sangre, que tales auxilios
particulares te ha merecido y te concede, en el sacramento del matrimonio.
II. El matrimonio es un gran sacramento, dice San Pablo, figura de los desposorios de Jesús con la Iglesia (Efesios V, 32); por esto, no con enamoramientos y pecados hay que prepararse a él, sino con obras santas y además hay que celebrarlo ante el Altar, con la bendición del propio sacerdote; pues de lo contrario, Dios no reconoce como verdaderos cónyuges a los esposos. Jesús no puede separarse de la Iglesia a quien ama tiernamente, y a Ella sola reconoce por suya; y esta procura conquistarle devotos que lo sirvan con fidelidad. Asimismo el esposo y la esposa estrechados por vínculo indisoluble, deben amarse mutuamente, llevar una vida honesta y edificante, y educar santamente a sus hijos; como que con tal fin elevó Jesús el matrimonio a sacramento. Quien se conduzca diversamente, atraerá sobre su cabeza, no la gracia que le ha merecido la Preciosa Sangre, sino la divina maldición.
III. No solamente dice San Pablo; que el matrimonio es sacramento, y que los
casados deben vivir entre ellos en paz, y procurar la salvación de sus hijos;
sino que agrega también: «Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor; pues
él ha dicho: Honra a tu padre y a tu madre y serás bendito» (Efesios VI, 1-3).
Esto deben, por consiguiente hacer los hijos, si desean que todo bien descienda
sobre su cabeza. ¡Quiera Dios que todos hagan lo que tuvo en su intención el
Redentor al instituir este sacramento y sean dignos de la santificación que él
mismo aporta por los méritos de la Sangre Preciosa! Entonces ciertamente no se
verían tantos desconciertos y males en el mundo. Más hay muchos en el mundo que
a esto no atienden; de donde proviene que tantas familias sean malditas de Dios
también en este mundo, y tantas almas vayan condenadas al infierno.
EJEMPLO
Santa Brígida, a la edad de diez años, oyó el sermón de la Pasión, y la noche
siguiente vio a Jesús crucificado y ensangrentado, que con ella conversó de sus
dolores; los cuales de tal manera se grabaron en su mente, que durante su vida
meditó de continuo la divina Pasión. Un día fue vista con la aguja en mano y el
trabajo abandonado sobre las rodillas, estarse inmóvil, fijos los ojos en el
Cielo, derritiéndose en lágrimas, mientras una hermosa niña trabajaba en su
lugar. Debiendo contraer matrimonio, a él se preparó con largas oraciones, y en
el curso de su vida, pensó siempre en Jesús derramando Sangre en la Cruz, según
le había referido la Virgen Santísima: «Este collar esté siempre sobre tu
pecho… el collar es la consideración de su Pasión… de cómo estaba en la Cruz
manando Sangre» (Revelaciones de Santa Brígida, libro I, c. 7); y de esa
manera obtuvo gracias singulares para educar santamente a los ocho hijos que
tuvo y para encender el divino amor en el corazón de su marido. Muerto el cual,
se dirigió a Roma y luego a Jerusalén a fin de venerar los lugares donde el
Salvador derramó su Sangre. Entonces fue cuando Jesús le hizo revelaciones
especiales acerca de los detalles de su Pasión. Vuelta a Roma, Jesús se le
apareció de nuevo, y asegurándole que se salvaría, le manifestó el día de su
muerte, que fue verdaderamente preciosa (Juan Croiset SJ, Ejercicios de
Piedad, Vida de los Santos, 8 de Octubre; y René François
Rohrbacher, Historia de la Iglesia, libro 80) Oh cristianos, imitad a
ésta en prepararos piadosamente a la celebración del sacramento del matrimonio,
sed como Santa Brígida devotos de la Preciosa Sangre, y como ella alcanzareis
copiosas bendiciones para vuestras familias.
Se medita y se pide lo que se desea conseguir.
OBSEQUIO: Usad con modestia de vuestros sentidos, especialmente de los ojos.
JACULATORIA: Sangre Preciosa, Tú nos
bendices, y viviremos siempre felices.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Ningún bien puede hacer el hombre sin Vos, ¡oh divino Salvador!; y por esto Vos, mediante los méritos de vuestra Sangre, en el sacramento del matrimonio, dais a los esposos gracias especiales, para vivir santamente y educar a sus propios hijos. Pero hoy día esta gracia es despreciada de muchos que viven mal, y mal educan a sus hijos, con grave ofensa vuestra y con grave daño a la sociedad. ¡Oh Jesús mío!, no atendáis a su indignidad, sino a la Sangre que derramasteis, para el bien de la familia humana, y dad a esos miserables más viva luz para conocer sus propios deberes, y gracia más eficaz para cumplirlos; a fin de que santificadas las familias por los méritos de vuestra Sangre, de ello resulte gloria para Vos y bien a la sociedad. Amén.