DÍA DECIMOCUARTO
LA SANGRE DE JESÚS SUMINISTRA FUERZA ESPIRITUAL EN LA CONFIRMACIÓN
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN INCIAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
CONSIDERACIÓN:
LA SANGRE DE JESÚS SUMINISTRA FUERZA ESPIRITUAL EN LA CONFIRMACIÓN
I. Estando los apóstoles entregados a la oración el día de Pentecostés, oyeron
de repente un gran ruido, semejante a un trueno y huracán; y en medio de tal
torbellino, vieron resplandecer lenguas de fuego, las cuales, posándose sobre
sus cabezas, los llenaron del Espíritu Santo. Este les comunicó tanta
fortaleza, que predicaron la fe a costa de tormentos y la muerte, y tanta
sabiduría que pudieron vencer a los enemigos de la verdad y de la justicia. Lo
mismo se verifica de un modo invisible en el sacramento de la confirmación. En
el se recibe realmente al Espíritu Santo, que infunde la gracia de confesar la
fe y vencer las acechanzas de nuestros enemigos espirituales (San Alfonso, Teología
moral. De la confirmación, num. 169). ¡Oh dones verdaderamente inefables!
Por esto debemos rendir siempre honor y gloria a la Preciosa Sangre que nos los
ha reportado.
II. La preciosa Sangre nos ha obtenido el Espíritu Santo con sus dones en la
confirmación. Como que por ella hemos sido reconciliados con Dios y por ella el
Espíritu de Dios se comunica a nosotros, como observa San Juan Crisóstomo (San
Juan VIII, 39; San Juan Crisóstomo, Homilía I de pentecostés, u homilía
50 sobre San Juan). En efecto, antes de que Jesús la derramase, el Espíritu
Santo no bajó a la tierra; lo que es señal evidente de que su venida es fruto
de la Sangre Preciosa («Para que se supiera que este don del Espíritu Santo es
fruto de la pasión de Cristo». Cornelio A Lápide SJ, Comentario sobre San
Juan VIII, 39). Muy justo es, entonces, que amemos a esta Sangre tan
benéfica para con nosotros.
III. ¿Qué caso hemos hecho hasta ahora de la gracia del Espíritu Santo? ¡Gran
Dios! Cuántas veces no hemos tenido reparo en perderla para desahogar viles
pasiones; otras veces por miedo de ser despreciados, nos hemos avergonzado
hasta de mostrarnos católicos y hemos consentido discursos contrarios a la
religión y a la virtud, u omitido hacer el bien. Ea, no seamos en adelante tan
ingratos para con la Preciosa Sangre, no entristezcamos más al Espíritu Santo,
que a tan caro precio Jesús nos ha deparado.
EJEMPLO
Santa Margarita María de Alacoque, siendo jovencita, al despojarse de sus
atavíos, vio a Jesús herido y ensangrentado, que le dijo: «Ingrata, mira como
me has puesto con tus vanidades». Lloró ella a tal vista y tales palabras, pero
ni aún así logró ella desasir su corazón de aquellas fruslerías, ni vencer el
respeto humano que contra su voluntad hacia recibir visitas, y pagarlas, con
desmedro de su espíritu. Finalmente se decidió a entregarse a Dios; y recibida
la confirmación, con la gracia en ella dada, venció los obstáculos que durante
dos años le había opuesto el mundo, y se hizo religiosa. En tiempo de carnaval,
se le apareció Jesús cubierto de heridas, cargando con la cruz y manando Sangre
que le corría por todos lados, y adolorido le dijo: «¿No habrá nadie que tenga
piedad de mí y se compadezca de mi dolor? He aquí el lamentable estado a que me
reducen en este tiempo los pecadores». Otra vez que se le apareció la invitó a
plantar en su corazón la cruz que Él, destilando Sangre, llevaba sobre la
espalda. Y ella abrazándose de la cruz, sostuvo la áspera guerra que el mundo,
el demonio y la carne le hicieron hasta su muerte. Después de la cual voló al
Cielo, a recibir la corona merecida por sus victorias (Mons. Jean-Joseph
Languet de Gergy, Vida de la Santa, traducida del francés). Alma
cristiana, imita a esta Santa, soportando las cruces y venciendo el respeto
humano y ganarás el Cielo. No hay que desanimarse: Jesús que te ha dado además
de su Sangre, también el Espíritu Santo, no te dejará sucumbir con tal que
cooperes a su gracia.
Se medita y se pide lo que se desea conseguir.
OBSEQUIO: Vencer todo respeto humano al practicar el bien.
JACULATORIA: Por tanta Sangre, Rey de
la gloria, del mundo dame lograr victoria.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Es verdad, Jesús mío, que terribles enemigos me combaten a fin de hacerme perder vuestra gracia; pero también es verdad que son mayores los auxilios que me habéis procurado por los méritos de vuestra Sangre. Habéis llegado hasta a darme el Espíritu Santo en el sacramento de la confirmación; comportado con el cual, habría podido yo siempre triunfar de mis enemigos, y sin embargo ¡Cuántas veces me he dejado vencer de ellos, por no haberme aprovechado de la gracia que entonces me fue dada! ¿Qué desprecio no ha sido este para vuestra Sangre, que me lo ha obtenido? Confieso mi error ¡oh Jesús mío!, y en adelante propongo valerme siempre de tan excelso don: resistiré a mis enemigos espirituales con la ayuda de la gracia que me ha dado el Espíritu Santo. Amén.