DÍA DECIMOSEXTO
LA SANGRE DE JESÚS SE OFRECE PARA NUESTRO BIEN EN LA SANTA MISA
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN INCIAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
DÍA DECIMOSEXTO
CONSIDERACIÓN:
LA SANGRE DE JESÚS SE OFRECE PARA NUESTRO BIEN EN LA SANTA MISA
I. Dios es nuestro Creador, y todo lo que tenemos es don suyo; por esto le
debemos sumo honor e infinitas gracias. Además, habiéndolo ofendido, debemos
aplacarlo. Como miserables que somos, necesitamos que continuamente nos provea
de lo necesario. Pero nosotros, vilísimas criaturas, somos incapaces de honrar
y agradecer a Dios como conviene, de satisfacer a su justicia y de merecer de
su bondad nuevos favores. ¿Quién, entonces, suplirá nuestra insuficiencia?
Jesús misericordiosamente lo ha suplido todo inmolándose por nosotros en la
Cruz y derramando en ella su Preciosa Sangre. Con esta Sangre podemos rendir a
Dios lo que le debemos, e impetrar de Él lo que necesitamos. ¿Y habrá alguien
que no se abrase de amor hacia esta Sangre?
II. Los mismos bienes que hemos recibido por el sacrificio de la Cruz, los
recibimos por el sacrificio del Altar, siendo éste igual a aquél, aunque
incruento. Pues en la Santa Misa el mismo Jesús es la víctima y el principal
sacerdote, y Él, como nos lo asegura San Lorenzo Justiniano, habla al Eterno
Padre, le muestra sus Llagas y le ofrece su Sangre por nosotros («El mismo
Redentor clama al Padre, mostrándole las cicatrices de su cuerpo». San Lorenzo
Justiniano, Sermón de Eucaristía). «Y el Padre aplacado, concediendo la
gracia y el don de la penitencia, perdona los pecados y los delitos, por graves
que sean; y sirve también para cualquier otra necesidad, y aún para la remisión
de la pena a los vivos y a los muertos» (Concilio de Trento, Sesion 22, Del
Sacrificio de la Misa, cap. 2).
III. Si fue perfidia grande la de los judíos, que insultaron a Jesús cuando
herido y ensangrentado estaba pendiente de la Cruz; mayor perfidia es la
nuestra, pues creyendo en Jesús, sin embargo oímos con irreverencia la Santa
Misa. ¡Jesús se sacrifica en ella por nosotros; y nosotros, en vez de asistir a
ella recogidos y devotos, nos atrevemos a conversar, mirar a todos lados y
pensar en cosas inoportunas en aquel momento! ¡Qué grande impiedad, digna del
más severo castigo! Si queremos participar de los beneficios de la Sangre
divina, oigamos la Misa con devoción.
EJEMPLO
Mientras un sacerdote que padecía de dudas acerca de cómo la substancia del pan
se convierte en el cuerpo y la Sangre de Jesús, celebraba la Misa el día de
Pascua (28 de marzo de 1171) en Santa María en Vado de Ferrara, durante la
elevación de la Hostia, fue visto en ella por todos los presentes un hermoso
niño; y al momento de romper el sacerdote las sagradas especies, de la
quebradura brotó viva Sangre que, saliendo con ímpetu, fue a salpicar la bóveda
de aquella capilla; quedando todos poseídos de sacro terror, y movidos a
asistir a la Misa con reverencia (Benedicto XIV, De la Beatificación y
Canonización de los Santos, libro IV, parte II, cap. último, Nº 7).
Estimule un gran prodigio también a nosotros a oír la Misa con devoción, a fin
de que sea para nosotros fuente de todo bien espiritual y también corporal.
Se medita y se pide lo que se desea conseguir.
OBSEQUIO: Oíd devotamente una Misa, en descuento de vuestros pecados.
JACULATORIA: Por tu Sangre, Gran
Señor, dame gracias, dame amor.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Muchas son
las necesidades de alma y cuerpo, y muchos los deberes que tengo para con mi
Criador; y vos, mi buen Jesús, todo lo habéis suplido, no solo sacrificándoos
por mí en la Cruz, sino ¡renovando cada día aquel mismo sacrificio sobre
nuestros altares! ¿Y yo tan raras veces, y sin la debida devoción y reverencia,
asisto a la Santa Misa? Pero de esa manera, ¿cómo rendiré a Dios el honor que
merece y las gracias debidas por los beneficios recibidos? ¿Cómo impetraré de
Él perdón de mis pecados y socorro en mis necesidades? ¡Ah! De ahora en
adelante, oh Señor, quiero asistir a la Santa Misa, no como los judíos en el
Calvario, sino como el discípulo amado y la Magdalena, a fin de gozar los
frutos de vuestra Sangre que el sacerdote ofrece sobre el altar. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN INCIAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.