DÍA 10
MES DE JUNIO DEDICADO AL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
D. FELIX SARDA Y SALVANY, Pbro.
ACTO DE CONTRICIÓN
Por la señal, etc.
¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estáis vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tenéis en vuestra presencia, pidiéndoos perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa oh, buen Jesús, de haberos ofendido, por ser Vos tan bueno que no merecéis tal ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
DÍA 10
EN EL SAGRADO CORAZÓN,
HALLAREMOS EL MEJOR CONSUELO
I
El pecado ha hecho de este mundo, que debía ser un paraíso anticipado, un verdadero valle de lágrimas. Las espinas con que a cada paso tropezamos nos punzan dolorosamente y nos arrancan frecuentes gemidos. Así es que nada necesita tanto el hombre durante esta vida mortal, como de consuelo. Consuelo necesitamos de los contratiempos de la fortuna, en los dolores de la enfermedad, en la pérdida de los que amamos, en las dudas de la conciencia y en todos los momentos de la vida y en el muy crítico y angustioso de nuestro último trance.
¿Dónde mejor podemos buscar este consuelo que en el muy dulce y consolador Corazón de Jesús? ¿No han salido de él aquellas tan tiernas y amorosas palabras "Venid a Mí todos los que andáis trabajados y afligidos y yo os aliviaré"?
¡Oh, buen Jesús! ¡Oh único verdadero Consolador de los corazones angustiados! ¿A quién iremos sino a Vos en nuestras horas de amargura y desasosiego? Cuando los intereses mundanos no aprovechan, cuando los amigos se alejan, cuando las fuerzas faltan, ¿a quién acudiremos sino a Vos fuente inagotable de todo consuelo?
Medítese unos minutos.
II
Y, no obstante, alma mía, es Jesús el postrero a quien acudes en tus horas de tribulación. Primero son para ti los amigos de la tierra, que ese dulcísimo Amigo del cielo. Primero buscas un desahogo en el pasatiempo mundano que, en la dulce intimidad del Sagrario, donde te espera este misericordiosísimo y compasivo Consolador.
Dime, ¿no llevas ya bastantes desengaños? ¿Qué herida de las tuyas o qué dolor te ha calmado el mundo? ¿Qué bálsamo has encontrado en él para endulzar las amarguras de la adversidad? ¿No ves que el mundo no gusta de consolar a los que padecen, sino de adular a los dichosos? ¿Qué vas a buscar tú que padeces, en ese mundo que no te ha de comprender? Sólo hay un asilo seguro para los corazones heridos, y es el herido Corazón de Jesús.
¡Oh, Señor! a vuestro Corazón me acojo yo como al regazo de una madre amorosa, para que me abriguéis en él con vuestro calor, y me defendáis y me consoléis. Solamente Vos tenéis consuelo, para nuestro pobre corazón.
Alejaos, humanas consolaciones; vanas, inconstantes, mentirosas. Sois como una copa de licor cuyos bordes son dulces, pero en cuyo fondo sólo se beben las heces amargas del desengaño. A Vos, Señor, únicamente busco; en vuestro Corazón entro, y aquí quiero permanecer. ¡Oh, Dios de todo consuelo! En Vos y sólo en Vos espera hallarlo mi desconsolado corazón.
Medítese, y pídase la gracia particular.
DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN DE CADA DÍA
ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido a vuestros pies; oh, Jesús mío, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.
¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos, como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! ¡Mirad que soy muy rudo oh, soberano Maestro y necesito de vuestras divinas enseñanzas para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los flacos y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: Venid a Mí... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, ¡oh, Señor! firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
***Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave María y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque