miércoles, 30 de junio de 2021

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS. DÍA 1

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS

Día 1

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

ORACIÓN PARA COMENZAR CADA DÍA

Jesús mío, acepta todas aquellas buenas obras

que durante este mes me inspires;

en reparación por tantos desprecios,

ingratitudes y blasfemias cometidas por los hombres,

y para que la acción del maligno enemigo

no destruya el deseo y conocimiento de tu Amor

por parte de tus hijos.

Que la Devoción a la Divina Sangre

acerque las almas a tu Sagrado Corazón. Amén.

 

DÍA 1

LAS SIETE EFUSIONES

Venid, adoremos a Cristo, Hijo de Dios, que nos ha redimido con su Preciosísima Sangre.

En el misterio de la redención Jesús derramó siete veces su preciosísima sangre. Hubiera sido suficiente una sola gota para salvar a la humanidad, pero el amor que nos tenía era tanto que se entregó de manera total. Jesús, en los albores de su vida terrena, quiso empezar su plan de redención con su primera efusión de sangre derramada durante la circuncisión. Este primer derramamiento de su sangre muestra cómo Dios miró a la humanidad con ojos de misericordia y no de justicia.

Desde el primer derramamiento de su sangre hasta el momento de la pasión, Jesús llevó una vida de humildad, renuncias, sacrificios, trabajo, oración, humillaciones y persecuciones. Es en el huerto de los olivos donde Cristo comienza su pasión redentora, derramando sudor de sangre. No fueron los dolores físicos los que le hicieron derramar su preciosísima sangre, sino la visión de todos los pecados de la humanidad. El Cordero, inocente, cargó sobre sí mismo la ingratitud y soberbia de aquellos hombres que pisotean su sangre y rechazan su Amor.

Del preciosísimo Cuerpo de Cristo brotaron torrentes de sangre durante diferentes momentos de la pasión:

En la flagelación: para purificar los pecados de la carne, porque “para una plaga tan podrida, no había medicina más saludable” (San Cipriano).

En la coronación de espinas: Cristo, rey de Amor, prefirió la corona de espinas a una de oro. Corona dolorosa y sangrienta para asombro y postración del orgullo y la soberbia humana frente a la Majestad de Dios.

En el camino hacia el Calvario: bajo el peso de la cruz: Insultado, ridiculizado y golpeado; mientras María Santísima contemplaba aquella dolorosa escena y las mujeres piadosas se compadecían derramando abundantes lágrimas. Esto nos enseña Jesús: “Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame»” (Mt 16,24). No hay otro camino para llegar al monte de la salud que aquel impregnado por la sangre de cristo.

En el Calvario: de las manos y los pies perforados por los clavos en la cruz brotó la sangre majestuosa del Dios encarnado. De lo alto de aquel monte, altar verdadero del amor divino, sus manos sangrientas se extendieron para un amplio abrazo de piedad y misericordia: “Venid todos a mí”. La cruz es el trono y la cátedra de la preciosa sangre. El emblema que trae salud a las almas y una nueva civilización a los siglos. Es el signo del triunfo de Cristo sobre la muerte.

No podía faltar la sangre más generosa, la del Corazón: Las últimas gotas de sangre que se quedaron en el cuerpo de nuestro Salvador brotaron desde la herida causada por la lanza en el costado. Jesús revela los secretos de su Corazón a la humanidad entera para que pueda comprender su inmenso amor.

Cristo quiso exprimir toda la sangre de sus venas y brindarla generosamente a los hombres.

¿Qué han hecho los hombres desde la muerte de Cristo hasta nuestros días? ¿Le hemos ofrendado nuestro amor? Muchos son los que, obstinadamente, declinan amar al amor, maldicen su santo Nombre, viven del odio, actúan deshonestamente y, de este modo, pisotean su preciosa sangre.

En reparación a la ingratitud de estos hombres impíos, pidamos al Padre por su conversión. Invoquémosle para que, derramando su misericordia sobre ellos y sobre todos nosotros, podamos alcanzar, por los méritos de la pasión y muerte de su Hijo, la gloria de la resurrección.

 

EJEMPLO

En 1848, durante la proclamación de la república en Roma, Pío IX se vio obligado a refugiarse en Gaeta. El Siervo de Dios Don Giovanni Merlini visitó al Santo Padre y le anunció una profecía: “Si el Santo Padre extendía la fiesta de la preciosa sangre a toda la Iglesia, pronto regresaría a Roma”.

Después de mucho orar y meditar sobre aquella profecía, el Papa escribió una carta a Don Giovanni el 30 de junio 1849. El Santo Padre prometió que lo haría por propia voluntad y no por voto. Fiel a su promesa, el 10 de agosto del mismo año, firmaba el decreto para extender la fiesta de la preciosa sangre a toda la Iglesia durante el primer domingo de julio.

San Pio X, en 1914, cambió la fecha al 1 de julio y Pío XI, en 1934, en celebración del XIX centenario de la Redención, la elevó a Rito doble de primera clase. En 1970, Pablo VI, tras la reforma del calendario, la unió a la Fiesta del Corpus Christie.

El Señor, a través de un Santo Misionero, extendió esta Fiesta a toda la Iglesia y dando a conocer la importancia del culto a su Preciosa Sangre.

 

INTENCIÓN: Me uniré durante este mes a la preciosa sangre, rezando especialmente por la conversión de los pecadores.

 

JACULATORIA: Sangre de Jesús, precio de nuestro rescate, bendita seas para siempre.

 

 

ORACIÓN PARA TERMINAR CADA DÍA

Oración de San Gáspar de Búfalo

Oh, preciosa sangre de mi Señor,
que yo te ame y te alabe para siempre.
¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga!
Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida.
Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas,
fuente de misericordia, deja que mi lengua,
impregnada por tu sangre

en la celebración diaria de la misa,
te bendiga ahora y siempre.
Oh, Señor, ¿quién no te amará?
¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti?
Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz,
la sangre divina en particular,

derramada hasta la última gota,
¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón!
Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme,
yo daré también mi vida, si será necesario,
para poder llegar a la bendita posesión del cielo.
Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros,
de tu costado abierto, arca de la salvación,

horno de la caridad,
salió sangre y agua, signo de los sacramentos

y de la ternura de tu amor,
¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo,
que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre!
Amén.

 

V/. Alabada sea la Preciosísima Sangre de Jesús.

R/. Sea por siempre bendita y alabada.