DÍA 24 DE MAYO
[Después de recitar el santo rosario
y las letanías, se da comienzo al piadoso ejercicio del mes de mayo, con algún
canto introductorio como “Venid y vamos todos”.]
INVOCACIONES
INICIALES
A
LA VIRGEN MARÍA, REINA Y MADRE DE MISERICORDIA
Te saludamos, Virgen María, Reina clemente que, habiendo
experimentado la misericordia del Padre
de un modo único y privilegiado, acoges a todos los que en ti se
refugian y los escuchas cuando te invocan. Avemaría
y Gloria
Te saludamos, Virgen María, Madre de la misericordia, atenta
siempre a los ruegos de tus hijos, para impetrar indulgencia y obtenerles el
perdón de los pecados. Avemaría y Gloria
Te saludamos, Virgen María, dispensadora del amor divino, que ruegas incesantemente a tu Hijo por
nosotros, para que su gracia enriquezca nuestra pobreza y su poder fortalezca
nuestra debilidad. Avemaría y Gloria
DÍA 24 DE
MAYO
[Después se lee lo
propio para cada día del mes]
Virgen poderosa,
cuando me asalta algún temor acerca de mi eterna salvación, ¡cuánta confianza
siento con solo recurrir a ti y considerar, de una parte, que tú, Madre mía,
eres tan rica en gracias, que san Damasceno te llama “el mar de gracia”; san
Buenaventura, “la fuente de donde brotan todas las gracias”; san Efrén, “el
manantial de la gracia y de todo consuelo”; san Bernardo, “la plenitud de todo
bien”. Y ver, por otra parte, que eres tan inclinada a dispensar mercedes, que
te crees ofendida, como dice san Buenaventura, de quien no te pide gracias.
Clementísima Reina, ya sé que tú, conoces mejor que yo las necesidades de mi
alma y que me amas más de lo que yo puedo amarte. ¿Sabes, pues, qué gracia te
pido? Otórgame aquella que creas más conveniente para mi alma. Pídesela a Dios
por mí, y así quedaré plenamente satisfecho.
Jaculatoria: Jesús mío, concédeme la
gracia que María te pida para mí.
ORACIÓN PARA FINALIZAR LA
VISITA DIARIA
¡Inmaculada Virgen y
Madre mía santísima! A ti, que eres la “Madre de mi Señor”, la Reina del mundo,
la abogada, la esperanza y el refugio de los pecadores, acudo en este día yo
que soy el más necesitado de todos. Te alabo, Madre de Dios y te agradezco
todas las gracias que hasta ahora me has hecho, especialmente la de haberme
librado del infierno que tantas veces he merecido. Te amo, Señora y Madre mía, y por el amor que
te tengo te prometo servirte siempre y hacer todo lo posible para que seas
también amada de los demás. En ti pongo mi esperanza y mi eterna salvación. Madre de misericordia, acéptame por tu hijo y
acógeme bajo tu manto, y ya que eres tan poderosa ante Dios, líbrame de las
tentaciones y dame fuerza para vencerlas hasta la muerte. Te pido el verdadero
amor a Jesucristo. De ti espero la gracia de una buena muerte. Madre mía, por el amor que tienes a Dios, te
ruego que siempre me ayudes, pero mucho más en el último momento de mi vida. No
me desampares mientras no me veas a tu lado en el cielo, bendiciéndote y
cantando tus misericordias por toda la eternidad. Amén. [Se puede terminar con alguna oración popular a la Virgen como la Salve,
Oh Señora mía, Bendita sea tu pureza, etc, o un canto apropiado.]