DÍA 17 DE MAYO
[Después de recitar el santo rosario
y las letanías, se da comienzo al piadoso ejercicio del mes de mayo, con algún
canto introductorio como “Venid y vamos todos”.]
INVOCACIONES
INICIALES
A
LA VIRGEN MARÍA, REINA Y MADRE DE MISERICORDIA
Te saludamos, Virgen María, Reina clemente que, habiendo
experimentado la misericordia del Padre
de un modo único y privilegiado, acoges a todos los que en ti se
refugian y los escuchas cuando te invocan. Avemaría
y Gloria
Te saludamos, Virgen María, Madre de la misericordia, atenta
siempre a los ruegos de tus hijos, para impetrar indulgencia y obtenerles el
perdón de los pecados. Avemaría y Gloria
Te saludamos, Virgen María, dispensadora del amor divino, que ruegas incesantemente a tu Hijo por
nosotros, para que su gracia enriquezca nuestra pobreza y su poder fortalezca
nuestra debilidad. Avemaría y Gloria
DÍA 17 DE
MAYO
[Después se lee lo
propio para cada día del mes]
Reina mía
dulcísima, cuánto me agrada este hermoso nombre con que os invocan vuestros
devotos: “Madre amable”. Sí, Señora mía, te encuentro en verdad toda amable. Tu
belleza enamoró a tu mismo Señor. “El Rey deseó tu belleza”. Dice san
Buenaventura que es tan amable vuestro nombre para los que os aman, que sólo al
pronunciarlo o al oírlo pronunciar sienten que se inflama y acrecienta el deseo
de amaros. Dulce, compasiva, amabilísima María, no es posible nombrarte sin que
se encienda y recree el afecto de quien te ama. Justo es, pues, Madre del todo
amable, que yo te ame. Mas no me contento solo con amarte, sino que deseo ahora
en la tierra y después en el cielo ser, después de Dios, el que más te ame. Y
si tal deseo es atrevido en demasía, sea el motivo tu amabilidad y el especial
amor que me has demostrado. Si fueses menos amable, menos desearía yo amaros.
Acepta, Virgen bendita, este mi deseo, y en prueba de que me lo has aceptado,
consígueme de tu Jesús este amor que te pido, ya que tanto agrada a Dios el
amor que te tenemos.
Jaculatoria: Madre mía,
te amo con toda mi alma.
ORACIÓN PARA FINALIZAR LA
VISITA DIARIA
¡Inmaculada Virgen y
Madre mía santísima! A ti, que eres la “Madre de mi Señor”, la Reina del mundo,
la abogada, la esperanza y el refugio de los pecadores, acudo en este día yo
que soy el más necesitado de todos. Te alabo, Madre de Dios y te agradezco
todas las gracias que hasta ahora me has hecho, especialmente la de haberme
librado del infierno que tantas veces he merecido. Te amo, Señora y Madre mía, y por el amor que
te tengo te prometo servirte siempre y hacer todo lo posible para que seas
también amada de los demás. En ti pongo mi esperanza y mi eterna salvación. Madre de misericordia, acéptame por tu hijo y
acógeme bajo tu manto, y ya que eres tan poderosa ante Dios, líbrame de las
tentaciones y dame fuerza para vencerlas hasta la muerte. Te pido el verdadero
amor a Jesucristo. De ti espero la gracia de una buena muerte. Madre mía, por el amor que tienes a Dios, te
ruego que siempre me ayudes, pero mucho más en el último momento de mi vida. No
me desampares mientras no me veas a tu lado en el cielo, bendiciéndote y
cantando tus misericordias por toda la eternidad. Amén. [Se puede terminar con alguna oración popular a la Virgen como la Salve,
Oh Señora mía, Bendita sea tu pureza, etc, o un canto apropiado.]