Santo Rosario.
Por la señal...
Monición
inicial: Se hace hoy memoria de san Juan de Ávila, presbítero y doctor de
la Iglesia, que nacido en Almodovar del Campo recorrió toda la región de la Bética predicando a Cristo, y después, habiendo sido acusado injustamente de herejía, fue recluido en la cárcel, donde escribió la parte más importante de su doctrina espiritual. Entregó su alma a Dios en Montilla, lugar de Andalucía, en España en el año 1569.
¿Y qué haremos si a ella –a la
Virgen María- no tenemos contenta y
servida? – Con sus enseñanzas meditamos el rosario de hoy ofreciéndolo como
servicio y ofrenda a Nuestra Señora. Pidamos también por los sacerdotes para
que sean santos e irradien santidad.
Señor mío
Jesucristo...
MISTERIOS DOLOROSOS
1. La Oración
de Jesús en el Huerto
“Grande
honra es estar firme en lo que mucho nos amarga; y otro igual placer no damos a
Dios que cuando muy de corazón somos angustiados por Él y bebemos aquel cáliz
en compañía del que Él por nosotros bebió. Pon en esto tus ojos. No te
acobardes de pelear las peleas del noble amor del Rey celestial; no tengas por
tiempo bien empleado sino el que por tu Amado padeces; que este solo tiempo te puede
dar alivio y conjetura que ama al Señor. Cristo murió en la pelea de este amor,
convidando a cuantos le aman a padecer de lo que Él padeció y a responder amor
a su amor.”
2. La
flagelación de Jesús atado a la columna.
“Pregúntale,
cuando lo veas dejarse atar las manos y el cuello, cuando lo veas padecer las
bofetadas, las espinas y los clavos y la muerte, que te conceda el don de
decirte por qué, siendo tan fuerte y tan poderoso, se deja tratar como débil,
sin ninguna resistencia. Y te responderá San Juan en su nombre: Nos amó y nos
lavó de nuestros pecados por su sangre (Ap 1,5). Rumia estas palabras,
asiéntalas en tu corazón, y párate a pensar cuán excesivo y admirable amor es
aquel que arde en el corazón que hace pasar tales cosas por fuera.”
3. La
coronación de espinas
“Mírate
en el espejo, y si ves que no te pareces a Cristo, lava tus manchas con lágrimas,
pensando mucho por qué siendo tan hormiguilla, no te abajas, pues Dios se ha abajado
por tu amor. Y atrévete a seguir la obediencia y humildad, caridad y paciencia
de este Señor; que siendo compañero en el padecer, lo serás también en el gozar;
y llevando parte de la cruz, llevarás parte del Reino, que te dará Jesucristo.”
4. Nuestro
Señor con la cruz a cuestas camino del Calvario
“Cobremos ánimo para seguir a tal Capitán, pues que Él va delante de
nosotros en el hacer y en el padecer. Crucifiquemos nuestra carne con Él,
porque no vivamos según los deseos de ella, sino según su espíritu. Si el mundo
nos persiguiere, escondámonos en sus santas llagas, y sentiremos las injurias
por tan suaves como una música acordada y las piedras nos parecerán piedras preciosas,
y las cárceles palacio, y la muerte se nos tornará vida. ¡Oh Jesucristo, cuán
fuerte es tu amor! Cierto, quien de su amor se mantiene no morirá de hambre, no
sentirá desnudez, no echará de menos todo cuanto en el mundo hay, porque
poseyendo a Dios por el amor, no le falta cosa que buena sea. Tomemos, pues,
muy amados hermanos, deseo de ir a ver esta visión.”
5. La
crucifixión y muerte del Señor
“Miremos a Cristo puesto en la cruz, y hemos de verle atormentada su
carne, y deshonrado del mundo, y vencedor del demonio. ¿Quién miró a Cristo que
fuese engañado? Ninguno, por cierto. Pues no apartemos nuestros ojos de Él si
no queremos volvernos ciegos. No le parezca que le tenemos en tan poco, que aun
muriendo por nosotros, no le queremos mirar. Por eso murió, porque nosotros nos
esforzásemos mirándolo a Él, para morir a nuestros pecados. Muera, pues, ya en
nosotros nuestro viejo hombre, pues murió por nosotros en cruz nuestro nuevo
Hombre, que es Cristo. Lleguemos a Él nuestras llagas, que con las suyas quedarán
sanas. Y si el apartarnos de nuestros pecados nos parece penoso, muy más lo fue
a Él apartársele su alma de su cuerpo cuando murió para que nosotros vivamos
para siempre.”