sábado, 27 de febrero de 2016

MARÍA, VIRGEN SIEMPRE AGRADECIDA (II) VIRTUDES DE NUESTRA MADRE


MARÍA, VIRGEN SIEMPRE AGRADECIDA (II)
VIRTUDES DE NUESTRA MADRE
Continuamos nuestra meditación acerca de la virtud del agradecimiento en nuestra Señora, la Virgen: ella llena de toda gracia, siempre reconoció su indignidad por ser criatura, y constantemente rendía gracias a Dios por haber obrado en ella maravillas.
La actitud de la Virgen contrasta con la de otra criatura, el ángel Luzbel, a quién Dios había hecho más hermoso y lleno de perfecciones con respeto a los otros ángeles… en cambio lleno de soberbia, se reveló y fue ingrato para con Dios... Por su pecado, su belleza se convirtió en monstruosidad… Pensemos en nuestros primeros padres, creados a imagen y semejanza de Dios, puesto como señores y dueños de la creación, por encima de todos los otros seres creados… su soberbia les llevó también a la desobediencia y a la falta de gratitud hacia su Creador.
Es necesaria por tanta la humildad para ser agradecidos. El que no es humilde se cree el centro del universo, la fuente de todos sus dones, capacidades y bienes. No tiene que dar gracias a nadie ni por nada, porque cree que todo es fruto de su esfuerzo y de su trabajo, porque todo lo que tiene se lo merece por ser el quién es…. Es definitiva, el soberbio es un ciego torpe. (((Pensemos en el hijo mayor de la parábola de hoy. Es esta misma actitud hacia su padre.)))
En cambio, la Virgen María cuantas más gracias recibía, más pequeña e indigna se consideraba y más redoblaba su acción de gracia a Dios, porque ella es la Virgen humilde, la Virgen agradecida. Y Dios no cesaba de desbordar en ella su amor, porque cuanto más le daba, más ella engrandecía a su Señor. Su cántico del Magníficat es la expresión en palabras de su constante acción de gracias con sus labios, con su corazón, con sus obras…
¡Cuántas veces recitaría la Virgen los salmos de acción de gracias de la Sagrada Escritura! ¡Con que humildad, con que piedad y devoción, con recogimiento y unción pronunciaría las palabras inspiradas al rey David:  “Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario, daré gracias a tu nombre. (Sal 137. 1-2)
O aquellas otras: “Dad gracias al Señor, porque Él es bueno; porque es eterna su misericordia. Diga ahora Israel: eterna es su misericordia.” (Sal 117, 2-3)
A aquella invitación del Salmo 92: “Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses.”
Suyas hacia también estas palabras del salmista: “Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.”
Acción de gracias constante en su oración, en su pensamiento y en su corazón, en sus obras y labores cotidianas. Acción de gracias por saberse amada, acción de gracias por saber beneficiada y enriquecida en todo. Acción de gracias de saberse mirada por Dios y bajo su protección. Acción de gracias por todos los cuidados de la Providencia divina, ya de forma directa, ya por las mediaciones que Dios utiliza desde sus ángeles hasta las personas de nuestros padres, de nuestros educadores, de nuestros familiares y amigos…
Recordemos lo que nos enseña el Catecismo: “Todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias. Las cartas de san Pablo comienzan y terminan frecuentemente con una acción de gracias, y el Señor Jesús siempre está presente en ella. “En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1 Ts 5, 18). “Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col 4, 2) (CIC 2638)

Pidamos la intercesión de nuestra Señora para que nosotros sepamos imitarla en su virtud del agradecimiento. Amén.