Homilía de maitines
MARTES DE LA I SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA
DE SAN BEDA, VENERABLE PRESBITERO
Homilía 7 de la Cuaresma, tom. 7
Lo
que hizo el Señor simbólicamente, maldiciendo la higuera infructuosa, lo
manifestó claramente muy pronto, arrojando a los profanadores del templo.
Ningún pecado cometió el árbol por haber
carecido de frutos cuando el Señor experimentó hambre, ya que aún no
había llegado el tiempo; pero ciertamente que pecaron los sacerdotes
dedicándose a negocios profanos en el templo, descuidando los frutos de piedad
a que estaban obligados y que el Señor ansiaba hallar en ellos. Secó el Señor
al árbol con su maldición; a fin de que los hombres viendo u oyendo este
prodigio, entendieran que mucho más serían condenados por el juicio divino, si
siendo estériles en obras, se contentaran con ser loados por sus discursos
piadosos, semejantes al susurro y a la sombra del verde follaje.
Más
porque no entendieron estas verdades, ejerció contra ellos la rigurosa venganza
que merecieron. De aquella casa en la cual estaba mandado que solamente se
practicasen las cosas referentes al culto divino, es a saber: el ofrecimiento a
Dios de los sacrificios y oraciones, y a la lectura, audición y canto de la
palabra de Dios, arrojó el comercio de las cosas humanas. Y ciertamente hemos
de creer que tan solo halló aquellas cosas que era necesario comprar y vender
para el ministerio del templo, como se lee al hablar de otra vez en que al entrar
en el mismo templo, halló en él a los que vendían y compraban ovejas, bueyes y
palomas, todo lo cual, es de creer que lo compraban los forasteros para
ofrecerlo en la casa del Señor.
De
consiguiente, si el Señor no quería que en el templo se vendiera ni aun aquello
que él mismo ordenaba que fuese ofrecido
en el templo, a fin de no dar ocasión a la avaricia o a los fraudes que suelen
acompañar a transacciones semejantes, ¿cuál no habría sido el castigo dado a
quienes hallara en aquel lugar, riendo, hablando o entregados a otras
inconveniencias? Pues si el Señor no permite que se hagan en su casa cosas que son
licitas en otros lugares, ¿cuánto mayor castigo merecerá el practicar en los
templos consagrados a Dios aquello que no es lícito hacer en ningún lugar? Como
el Espíritu Santo se mostró en forma de paloma sobre el Señor, rectamente por
las palomas se señalan los carismas del Espíritu Santo. ¿Quiénes serían, pues,
en nuestros días los vendedores de palomas en el templo de Dios, sino los que
recibieran dinero por la imposición de las manos, por la que se comunica el Espíritu
Santo?
Transcripto por
gentileza de Dña. Ana María Galvez