Homilía de maitines
II DOMINGO DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
De la Homilía de San León Papa.
Tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y habiendo subido
juntamente con ellos a un monte excelso, manifestóles el esplendor de su
gloria. Pues si bien habían entendido que era Dios, ignoraban aún de qué era
capaz aquel cuerpo en el cual la divinidad estaba encubierta. Y por lo mismo,
propia y concretamente el Salvador, había prometido que algunos de sus
discípulos presentes no habían de morir sin haber visto antes al Hijo del
hombre que venía en su reino, es decir, en su gloria regia, perteneciente
de una manera espiritual a la
naturaleza que había tomado, y que quería mostrar a estos tres discípulos. Ya
que, de la inefable e inaccesible visión de la Divinidad reservada en la vida
eterna para los limpios de corazón, no podían disfrutar en modo alguno mientras
se encontrasen revestidos de carne mortal.
Las palabras del Padre. “¡Este es mi hijo amado, en quien me he
complacido, oídle!”, ¿por ventura no dicen claramente: Este es mi Hijo el cual
recibe de mí y posee conmigo un ser eterno? Ya que ni el engendrador es primero
que el engendrado, ni el engendrado es posterior al engendrador. Este es mi
Hijo; no nos separa la divinidad, ni nos divide el poder, ni nos diferencia la
eternidad. Este es mi Hijo, no adoptivo sino propio, no creado por otro sino
engendrado de mí mismo, ni pertenece a otra naturaleza semejante a la mía, sino que, nacido de mi
sustancia es igual a mí mismo.
Este es mi Hijo, por quien fueron hechas todas las cosas y sin el cual
nada hizo; hace lo mismo que yo hago, y cuantas cosas yo obro, también las
realiza él unido conmigo inseparablemente. Este es mi Hijo, el cual no arrebató
la igualdad que tiene conmigo, ni la usurpó presuntuosamente, sino que
permaneciendo en la forma de mi gloria, para realizar el común consejo de la reparación
humana, inclinó la inconmutable Divinidad hasta la forma de siervo. A éste, por lo mismo,
en quien yo me complazco, por cuya predicación soy conocido y por cuya humildad
soy glorificado, oídle constantemente, porque él es la verdad y la vida, mi poder
y mi sabiduría.