18.
LA MADRE INMACULADA
EL MES DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
DE MARÍA SANTÍSIMA
EXCELSA PATRONA DE ESPAÑA E INDIAS
Padre Luis Ángel Torcelli
ORACIONES INICIALES
Abrid, Señor, mis labios y desatad mi lengua
para anunciar las grandezas de la Virgen Inmaculada,
y cantaré las alabanzas de vuestra misericordia.
Venid en mi auxilio, oh Reina inmaculada
y defendedme de los enemigos de mi alma.
Gloria al Padre, gloria al Hijo y al Espíritu Santo,
que preservó inmaculada a María
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
Oh Madre dulce y tierna
Oye la triste voz,
La triste voz del mundo,
Que te demanda amor.
Salve, salve, Inmaculada,
Clara estrella matutina,
Que los cielos ilumina
Y este valle de dolor;
Tú, con fuerza misteriosa
Por salvar la humana gente,
Quebrantaste la serpiente
Que el infierno suscitó.
Salve, salve, Madre mía,
Tú bendita por Dios eres
Entre todas las mujeres
Y sin culpa original.
Salve, oh Virgen! esperanza
Y remedio apetecido
Del enfermo y desvalido,
Y del huérfano sin pan.
Tú del nuevo eterno pacto
Eres arca y eres sello;
Luz espléndida, iris bello
De la humana redención.
Tú llevaste en tus entrañas
El que dio á la pobre tierra
Paz y amor, en vez de guerra,
Ya sus crímenes perdón.
Eres bella entre las bellas,
Eres santa entre las santas,
Alabándote a tus plantas
Coros de ángeles están.
Resplandece tu pureza
Más que el campo de la nieve,
Y de ti la gracia llueve
Sobre el mísero mortal.
Virgen cándida, cual lirio,
Eres fuente cristalina
Donde el triste que camina
Va a calmar la ardiente sed.
Gentil palma del desierto,
Que da sombra protectora
Al que su piedad implora
Consagrándole su fe.
¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo,
¡En la tierra y en el cielo!
¡Gloria al que es nuestro consuelo,
Al Espíritu de Amor.
Y la Virgen sin mancilla
Siempre viva en la memoria,
Y en su honor repita Gloria
Nuestro amante corazón. Amén.
18.
LA MADRE INMACULADA
Aunque el Hijo de Dios podía haber tomado la humana naturaleza de cualquiera manera que le agradase, quiso tomarla de una mujer. Una mujer fue la causa de la perdición del género humano; era una Virgen inmaculada, la que destruyendo el tesoro de la propia inocencia nos ofreció el fruto de la muerte, y El dispuso que de una mujer tuviese origen nuestra redención, y que una Virgen inmaculada, conservando siempre intacta su inocencia, nos ofreciese el fruto de la vida. He ahí el gran designio de la divina bondad que, haciendo superabundar la gracia de que había abundado nuestro primer padre, se sirve del órden mis no de nuestra caída para trazar el de nuestra reparación. De ahí el que la humanidad fuese realzada hasta el punto de contar en el número de sus hijas a la Madre de un Dios: de ahí el que las glorias de María inmaculada, por una misericordia infinita, llegasen al más alto y sublime grado de una infinita dignidad: de ahí el que los privilegios de esa criatura tan prodigiosamente enaltecida, haciéndonos olvidar la tierra, nos conduzca a contemplar en el cielo su imagen y a descubrirnos la semejanza inefable, por la que una Virgen sin mancha es destinada a imitar de un modo nuevo é inaudito al mismo Eterno Padre en la divina generación. Ese Padre sempiterno engendró desde toda eternidad a un Dios en el esplendor de su gloria. María engendró en el medio de los tiempos a ese mismo Dios en el esplendor de su santidad. El Eterno Padre produjo un Hijo infinitamente perfecto, sin el concurso de madre alguna: María concibió a ese mismo Hijo sin el concurso de ningún padre. El Eterno, produciendo a su Hijo en el cielo antes que, a la estrella de la mañana, le sacó de su seno, de su propia divina sustancia. María, estrella de la mañana, produciendo en la tierra ese Hijo divino, le tuvo en su propio seno y le formó con su propia humana sustancia. El Eterno pudo decir a su Hijo mientras se hallaba jugueteando, antes de la creación del universo, y con la divina complacencia del amor, aquellas eternas palabras: «Tú eres mi único Hijo; hoy te he engendrado». Y pudo María decir a ese unigénito de Dios, mientras se hallaba jugueteando con los despojos infantiles destinados a la redención del universo, entre las maternales complacencias de un inmaculado amor: «Tú eres mi único hijo; yo te he engendrado en mis entrañas».
CÁNTICO
Los fundamentos de María se apoyan en el
trono del Santo de los santos: ama el señor á la Hija de Sion más que a todas las criaturas de
la tierra.
Grandes cosas se han dicho de vos, Madre
inmaculada de Dios; pero no llegan a la altura de vuestra gloria.
He ahí que vuestro pueblo, así como el extranjero, y el indio como el etíope, correrán á
vos como hijos, y a vuestra sombra establecerán sus moradas.
¿Y no sois vos, por ventura, aquella de quien se ha dicho: Innumerables Hombres han nacido de esta madre?
El Altísimo os ha establecido sobre sus generaciones: el Altísimo os ha hecho madre de
la progenie de los elegidos.
El Señor mismo se halla en el número de
vuestros hijos, como el primogénito de muchos hermanos.
El primogénito que nos acoge en la familia
de Dios, que nos hace habitar con vos en el
júbilo de su alegría.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
que preservó inmaculada a María por los siglos
de los siglos. Amén.
ORACION
¡Yo os saludo con la efusión de mi alma, oh Madre inmaculada de mi Salvador! ¡De qué filial confianza me llena ese vuestro glorioso título, qué dulce suavidad esparce en lo íntimo del corazón y de qué gozo inunda todas las potencias de mi espíritu Vos, que imitasteis al Padre en la generación del Hijo, imitaréis también a ese Hijo amoroso en mi regeneración! Si Él me ha salvado con el mérito de sus padecimientos, vos, con el afecto de un maternal
amor, velaréis de continuo sobre la multitud de asechanzas y peligros de que se halla amenazada mi salvación. Si me ha rescatado de la esclavitud de la culpa, vos me sostendréis en el rudo combate que el mundo, el demonio y la carne me presentan de continuo para volverme a aherrojar con las cadenas del infierno. Y si Él me ha abierto las puertas del paraíso, invitándome con una gloria eterna, vos me allanaréis el camino en medio de los trabajos de esta vida; vos, abogada mía y mi consuelo y esperanza, vos me tenderéis una mano protectora y me salvaréis. ¡Sólo entonces, oh Virgen inmaculada, habréis cumplido en mí la palabra que comenzasteis en la tierra cuando llegasteis á ser Madre de un Dios; y sólo entonces, cuando una mi voz a la de los ángeles para cantar entre la gloria del Eterno la hermosura de una Madre inmaculada, podré gozar de vuestros amables acentos, que me dirán con maternal complacencia: Ven, hijo mío, yo te he parido para la gloria de los siglos. Amén.
Tres Ave Marías.
CONCLUSIÓN
PARA CADA UNO DE LOS DIAS.
Tota pulchra es, Maria, et macula originalis non est in te. Tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri. O María, virgo prudentissima, mater clementissima, ora pro nobis, intercede pro nobis ad Dominum Jesu Christum.
V. In conceptione tua, O Virgo, immaculata fuisti. R. Ora pro nobis Patrem, cuius Filium peperisti.
OREMUS. DEUS, qui per immaculatam Virginis Conceptionem dignum Filio tuo habitaculum praeparasti, quaesumus, ut qui ex morte eiusdem Filii tui praevisa eam ab omni labe praeservasti, nos quoque mundos, eius intercessione, ad te pervenire concedas. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.
Ave Maria Purissima, Sine labe originali concepta. |
Sois toda hermosa , María, y no hay en vos mancha original; Sois la gloria de Jerusalén. Sois la alegría de Israel. Sois la honra de los pueblos. Oh María, Virgen prudentísima , Madre de toda clemencia, Rogad por nosotros, Interceded por nosotros ante Jesucristo, nuestro Señor. V. En vuestra concepción , Virgen Santísima , fuisteis inmaculada. R. Rogad por nosotros al Padre, cuyo hijo disteis a luz.
OREMOS. Dios, que por medio de la inmaculada concepción de la Virgen preparasteis una habitación digna para vuestro Hijo, preservándola de toda mancha, concedednos por su intercesión que conservemos fielmente inmaculado nuestro corazón y nuestro cuerpo. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
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