martes, 17 de diciembre de 2024

DÍA 18. LA MADRE INMACULADA (2). MES DE LA VIRGEN INMACULADA

18.

LA MADRE INMACULADA

 

EL MES DE LA  INMACULADA CONCEPCIÓN

 DE MARÍA SANTÍSIMA

EXCELSA PATRONA DE ESPAÑA E INDIAS

Padre Luis Ángel Torcelli

 

ORACIONES INICIALES

 

Abrid, Señor, mis labios y desatad mi lengua

para anunciar las grandezas de la Virgen Inmaculada,

y cantaré las alabanzas de vuestra misericordia.

 

Venid en mi auxilio, oh Reina inmaculada

y defendedme de los enemigos de mi alma.

 

Gloria al Padre, gloria al Hijo y al Espíritu Santo,

que preservó inmaculada a María

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

HIMNO

Oh Madre dulce y tierna

Oye la triste voz,

La triste voz del mundo,

Que te demanda amor.

 

Salve, salve, Inmaculada,

Clara estrella matutina,

Que los cielos ilumina

Y este valle de dolor;

Tú, con fuerza misteriosa

Por salvar la humana gente,

Quebrantaste la serpiente

Que el infierno suscitó.

 

Salve, salve, Madre mía,

Tú bendita por Dios eres

Entre todas las mujeres

Y sin culpa original.

Salve, oh Virgen! esperanza

Y remedio apetecido

Del enfermo y desvalido,

Y del huérfano sin pan.

 

Tú del nuevo eterno pacto

Eres arca y eres sello;

Luz espléndida, iris bello

De la humana redención.

Tú llevaste en tus entrañas

El que dio á la pobre tierra

Paz y amor, en vez de guerra,

Ya sus crímenes perdón.

 

Eres bella entre las bellas,

Eres santa entre las santas,

Alabándote a tus plantas

Coros de ángeles están.

Resplandece tu pureza

Más que el campo de la nieve,

Y de ti la gracia llueve

Sobre el mísero mortal.

 

Virgen cándida, cual lirio,

Eres fuente cristalina

Donde el triste que camina

Va a calmar la ardiente sed.

Gentil palma del desierto,

Que da sombra protectora

Al que su piedad implora

Consagrándole su fe.

 

¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo,

¡En la tierra y en el cielo!

¡Gloria al que es nuestro consuelo,

Al Espíritu de Amor.

Y la Virgen sin mancilla

Siempre viva en la memoria,

Y en su honor repita Gloria

Nuestro amante corazón. Amén.

 

18.

LA MADRE INMACULADA

Aunque el Hijo de Dios podía haber tomado la humana naturaleza de cualquiera manera que le agradase, quiso tomarla de una mujer. Una mujer fue la causa de la perdición del género humano; era una Virgen inmaculada, la que destruyendo el tesoro de la propia inocencia nos ofreció el fruto de la muerte, y El dispuso que de una mujer tuviese origen nuestra redención, y que una Virgen inmaculada, conservando siempre intacta su inocencia, nos ofreciese el fruto de la vida. He ahí el gran designio de la divina bondad que, haciendo superabundar la gracia de que había abundado nuestro primer padre, se sirve del órden mis no de nuestra caída para trazar el de nuestra reparación. De ahí el que la humanidad fuese realzada hasta el punto de contar en el número de sus hijas a la Madre de un Dios: de ahí el que las glorias de María inmaculada, por una misericordia infinita, llegasen al más alto y sublime grado de una infinita dignidad: de ahí el que los privilegios de esa criatura tan prodigiosamente enaltecida, haciéndonos olvidar la tierra, nos conduzca a contemplar en el cielo su imagen y a descubrirnos la semejanza inefable, por la que una Virgen sin mancha es destinada a imitar de un modo nuevo é inaudito al mismo Eterno Padre en la divina generación. Ese Padre sempiterno engendró desde toda eternidad a un Dios en el esplendor de su gloria. María engendró en el medio de los tiempos a ese mismo Dios en el esplendor de su santidad. El Eterno Padre produjo un Hijo infinitamente perfecto, sin el concurso de madre alguna: María concibió a ese mismo Hijo sin el concurso de ningún padre. El Eterno, produciendo a su Hijo en el cielo antes que, a la estrella de la mañana, le sacó de su seno, de su propia divina sustancia. María, estrella de la mañana, produciendo en la tierra ese Hijo divino, le tuvo en su propio seno y le formó con su propia humana sustancia. El Eterno pudo decir a su Hijo mientras se hallaba jugueteando, antes de la creación del universo, y con la divina complacencia del amor, aquellas eternas palabras: «Tú eres mi único Hijo; hoy te he engendrado». Y pudo María decir a ese unigénito de Dios, mientras se hallaba jugueteando con los despojos infantiles destinados a la redención del universo, entre las maternales complacencias de un inmaculado amor: «Tú eres mi único hijo; yo te he engendrado en mis entrañas».

 

 

CÁNTICO

Los fundamentos de María se apoyan en el

trono del Santo de los santos: ama el señor á la Hija de Sion más que a todas las criaturas de

la tierra.

Grandes cosas se han dicho de vos, Madre

inmaculada de Dios; pero no llegan a la altura de vuestra gloria.

He ahí que vuestro pueblo, así como el extranjero, y el indio como el etíope, correrán á

vos como hijos, y a vuestra sombra establecerán sus moradas.

¿Y no sois vos, por ventura, aquella de quien se ha dicho: Innumerables Hombres han nacido de esta madre?

El Altísimo os ha establecido sobre sus generaciones: el Altísimo os ha hecho madre de

la progenie de los elegidos.

El Señor mismo se halla en el número de

vuestros hijos, como el primogénito de muchos hermanos.

El primogénito que nos acoge en la familia

de Dios, que nos hace habitar con vos en el

júbilo de su alegría.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,

que preservó inmaculada a María por los siglos

de los siglos. Amén.

 

ORACION

¡Yo os saludo con la efusión de mi alma, oh Madre inmaculada de mi Salvador! ¡De qué filial confianza me llena ese vuestro glorioso título, qué dulce suavidad esparce en lo íntimo del corazón y de qué gozo inunda todas las potencias de mi espíritu Vos, que imitasteis al Padre en la generación del Hijo, imitaréis también a ese Hijo amoroso en mi regeneración! Si Él me ha salvado con el mérito de sus padecimientos, vos, con el afecto de un maternal

amor, velaréis de continuo sobre la multitud de asechanzas y peligros de que se halla amenazada mi salvación. Si me ha rescatado de la esclavitud de la culpa, vos me sostendréis en el rudo combate que el mundo, el demonio y la carne me presentan de continuo para volverme a aherrojar con las cadenas del infierno. Y si Él me ha abierto las puertas del paraíso, invitándome con una gloria eterna, vos me allanaréis el camino en medio de los trabajos de esta vida; vos, abogada mía y mi consuelo y esperanza, vos me tenderéis una mano protectora y me salvaréis. ¡Sólo entonces, oh Virgen inmaculada, habréis cumplido en mí la palabra que comenzasteis en la tierra cuando llegasteis á ser Madre de un Dios; y sólo entonces, cuando una mi voz a la de los ángeles para cantar entre la gloria del Eterno la hermosura de una Madre inmaculada, podré gozar de vuestros amables acentos, que me dirán con maternal complacencia: Ven, hijo mío, yo te he parido para la gloria de los siglos. Amén.

 

Tres Ave Marías.

 

CONCLUSIÓN

PARA CADA UNO DE LOS DIAS.

 

Tota pulchra es, Maria,

et macula originalis non est in te.

Tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri.

O María, virgo prudentissima, mater clementissima,

ora pro nobis, intercede pro nobis ad Dominum Jesu Christum.

 

 

V. In conceptione tua, O Virgo, immaculata fuisti.

R. Ora pro nobis Patrem, cuius Filium peperisti.

 

 

 

OREMUS.

DEUS, qui per immaculatam Virginis Conceptionem dignum Filio tuo habitaculum praeparasti, quaesumus, ut qui ex morte eiusdem Filii tui praevisa eam ab omni labe praeservasti, nos quoque mundos, eius intercessione, ad te pervenire concedas. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.

 

 

Ave Maria Purissima,

Sine labe originali concepta.

Sois toda hermosa , María,

y no hay en vos mancha

original;

Sois la gloria de Jerusalén.

Sois la alegría de Israel.

Sois la honra de los pueblos.

Oh María,

Virgen prudentísima ,

Madre de toda clemencia,

Rogad por nosotros,

Interceded por nosotros

 ante Jesucristo, nuestro

Señor.

V. En vuestra concepción ,

Virgen Santísima , fuisteis inmaculada.

R. Rogad por nosotros al Padre, cuyo hijo disteis a luz.

 

OREMOS.

Dios, que por medio

de la inmaculada concepción

de la Virgen preparasteis

una habitación digna

para vuestro Hijo, preservándola de toda mancha, concedednos

por su intercesión

que conservemos fielmente

inmaculado nuestro corazón

y nuestro cuerpo. Por el

mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén

 

Ave María Purísima, sin pecado concebida.