sábado, 21 de diciembre de 2024

DÍA 22. MADRE DE LOS VIVIENTES. MES DE MARÍA INMACULADA

22.

LA MADRE DE LOS VIVIENTES

 

EL MES DE LA  INMACULADA CONCEPCIÓN

 DE MARÍA SANTÍSIMA

EXCELSA PATRONA DE ESPAÑA E INDIAS

Padre Luis Ángel Torcelli

 

ORACIONES INICIALES

 

Abrid, Señor, mis labios y desatad mi lengua

para anunciar las grandezas de la Virgen Inmaculada,

y cantaré las alabanzas de vuestra misericordia.

 

Venid en mi auxilio, oh Reina inmaculada

y defendedme de los enemigos de mi alma.

 

Gloria al Padre, gloria al Hijo y al Espíritu Santo,

que preservó inmaculada a María

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

HIMNO

Oh Madre dulce y tierna

Oye la triste voz,

La triste voz del mundo,

Que te demanda amor.

 

Salve, salve, Inmaculada,

Clara estrella matutina,

Que los cielos ilumina

Y este valle de dolor;

Tú, con fuerza misteriosa

Por salvar la humana gente,

Quebrantaste la serpiente

Que el infierno suscitó.

 

Salve, salve, Madre mía,

Tú bendita por Dios eres

Entre todas las mujeres

Y sin culpa original.

Salve, oh Virgen! esperanza

Y remedio apetecido

Del enfermo y desvalido,

Y del huérfano sin pan.

 

Tú del nuevo eterno pacto

Eres arca y eres sello;

Luz espléndida, iris bello

De la humana redención.

Tú llevaste en tus entrañas

El que dio á la pobre tierra

Paz y amor, en vez de guerra,

Ya sus crímenes perdón.

 

Eres bella entre las bellas,

Eres santa entre las santas,

Alabándote a tus plantas

Coros de ángeles están.

Resplandece tu pureza

Más que el campo de la nieve,

Y de ti la gracia llueve

Sobre el mísero mortal.

 

Virgen cándida, cual lirio,

Eres fuente cristalina

Donde el triste que camina

Va a calmar la ardiente sed.

Gentil palma del desierto,

Que da sombra protectora

Al que su piedad implora

Consagrándole su fe.

 

¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo,

¡En la tierra y en el cielo!

¡Gloria al que es nuestro consuelo,

Al Espíritu de Amor.

Y la Virgen sin mancilla

Siempre viva en la memoria,

Y en su honor repita Gloria

Nuestro amante corazón. Amén.

 

22.

LA MADRE DE LOS VIVIENTES

Si Dios nos hubiese criado a todos a un mismo tiempo, como hizo con los ángeles, no hubiera habido padre, ni madre, ni ninguna de esas dulces afecciones que producen tan amables nombres, y la naturaleza humana habría quedado privada de una de sus más inocentes delicias. Pueden nuestros ojos recrearse con las variadas bellezas de la luz, y nuestros oídos con las más suaves dulzuras de la armonía, pero ningún goce de la tierra iguala al que proviene de un amor puro y sin mancha; y ese tierno sentimiento que por primera vez recibimos entre los brazos de una madre, que nos acompaña en todas las edades de la vida, y que puede formar nuestro gozo hasta en los días de la desgracia, no nos inunda de un dulce y puro contento sino cuando es el amor de una madre y un hijo. Y por eso el Señor dio a Adán una esposa que después fuese la madre de los vivientes: una esposa enriquecida con todos los dones de la naturaleza y de la gracia, para que engendrándonos doblemente entre las delicias terrenales y las celestes, nos hiciese a un tiempo mismo hijos de Eva e hijos de Dios. Pero aquella esposa pecó antes de ser madre, y si las humanas generaciones tuvieron una procreadora en el orden de la naturaleza, sin el inefable procedimiento seguido en la obra de la redención hubieran permanecido privadas de ella en el orden del espíritu. No, la gracia no debía quedar inferior a la naturaleza, y Dios, al darnos un padre en Jesucristo para que nos regenerase a la vida con su pasión, dispuso también que la Virgen santísima experimentase en su corazón todos los dolores de ella, para que participando de esa regeneración pudiese recibir el nombre suavísimo de nuestra Madre. De ese modo, aquel gozo, que es el que naturalmente penetra más nuestros corazones, viene también a hacernos felices entre las caricias de la gracia; de ese modo, aquel amor, que estaba débil y enfermizo en el abismo de las cosas terrenas, fue elevado a nueva inocencia entre los brazos de una Madre divina; y nosotros, aunque caídos y pecadores, llegamos a ser hijos de María. Una Virgen inmaculada era la que Dios preparaba para que fuese nuestra madre en el paraíso terrenal; y una Virgen inmaculada es la que nos presenta para nuestra regeneración en el paraíso del cielo. La primera debía ser una madre dotada de toda aquella amabilidad, que un Dios había podido prodigará la mujer llamada a una generación de hijos inocentes; la segunda es una madre colmada de todas esas amables perfecciones que un Dios supo derramar sobre la Virgen destinada a formar sus mismas delicias. En la primera se nos daba una madre que podía ser común con las demás criaturas, la segunda es una madre común con Dios; por una madre terrena somos todos hermanos en la humana progenie: por una madre celeste somos hermanos de Dios.

 

 

CÁNTICO

A vos he alzado los ojos, oh Virgen inmaculada; á vos, que desde la mansión de los cielos miráis compasiva a la tierra.

Así como los ojos de los siervos están siempre fijos en las manos de su señor, del mismo

modo mis ojos se fijan en vos, oh María!

Vuestras manos destilan a manera de rocío

la mirra y los aromas más exquisitos; la mirra

y los aromas del paraíso.

La imposición de vuestras manos es suave como el corazón de una madre; y vos Sois mi

madre, oh inmaculada María.

¡Ay! ¿por qué no imponéis vuestras manos purísimas sobre mi cabeza, por qué no me ben

decís con maternal amor?

Cesarán los sollozos de mi Corazón, Cesarán

las asechanzas de mi enemigo, y habrá paz en

mi espíritu, y vuestras dulzuras me inundarán eternamente.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,

que preservó inmaculada a María por los siglos

de los siglos. Amén.

 

 

ORACION

¡En dónde encontraré sobre la faz de la tierra imágenes bastante tiernas para ensalzar vuestra dulzura, oh María! Vos, madre de la eterna Sabiduría, vos, madre de santa esperanza, vos, madre del amor inmaculado, sois también mi madre, oh Virgen bendita! A vos, pues, consagraré mis afectos, á vos dedicaré mi corazón, á vos me entregaré yo mismo enteramente, para que de aquí en adelante guardéis con vuestro maternal amor todos los días de mi vida. Recordad, madre mía, recordad los amabilísimos cuidados que prodigasteis en la vida terrena a vuestro niño Jesús; yo soy como un niño en la vida de la gracia: mis pies vacilan, balbucean mis labios y Son inseguros y débiles todos mis sentidos en este nuevo vivir. ¡Ay! ¿quién dará fuerza a mis pies para seguir por el camino de la perfección sino vos, la más perfectísima de las madres? ¿quién instruirá a mis sentidos en la obra de la eterna salvación, sino vos, oh Madre inmaculada de los vivificados en el Espíritu? ¿quién enseñará a mi lengua a pronunciar las palabras de la vida, sino vos, oh Virgen, madre de mi Salvador? ¡Ah! instruid mis labios, oh dulcísima María, a proferir de continuo el nombre de mi Dios, que me crió de la nada; el nombre de mi Jesús, que me rescató de la muerte; el nombre del Espíritu Paráclito que me iluminó con la fe, me inspiró la esperanza y me avivó la caridad. Y cuando mi corazón se halle bastante educado para poder ser admitido en la región del cielo, acogedme entonces en vuestros brazos, oh María misericordiosa! sacadme de esta tierra de peligros y de asechanzas, y colocadme a vuestro lado en esa bienaventurada patria, que el divino Salvador ha reservado a vuestros hijos, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Tres Ave Marías.

 

CONCLUSIÓN

PARA CADA UNO DE LOS DIAS.

 

Tota pulchra es, Maria,

et macula originalis non est in te.

Tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri.

O María, virgo prudentissima, mater clementissima,

ora pro nobis, intercede pro nobis ad Dominum Jesu Christum.

 

 

V. In conceptione tua, O Virgo, immaculata fuisti.

R. Ora pro nobis Patrem, cuius Filium peperisti.

 

 

 

OREMUS.

DEUS, qui per immaculatam Virginis Conceptionem dignum Filio tuo habitaculum praeparasti, quaesumus, ut qui ex morte eiusdem Filii tui praevisa eam ab omni labe praeservasti, nos quoque mundos, eius intercessione, ad te pervenire concedas. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.

 

 

Ave Maria Purissima,

Sine labe originali concepta.

Sois toda hermosa , María,

y no hay en vos mancha

original;

Sois la gloria de Jerusalén.

Sois la alegría de Israel.

Sois la honra de los pueblos.

Oh María,

Virgen prudentísima ,

Madre de toda clemencia,

Rogad por nosotros,

Interceded por nosotros

 ante Jesucristo, nuestro

Señor.

V. En vuestra concepción ,

Virgen Santísima , fuisteis inmaculada.

R. Rogad por nosotros al Padre, cuyo hijo disteis a luz.

 

OREMOS.

Dios, que por medio

de la inmaculada concepción

de la Virgen preparasteis

una habitación digna

para vuestro Hijo, preservándola de toda mancha, concedednos

por su intercesión

que conservemos fielmente

inmaculado nuestro corazón

y nuestro cuerpo. Por el

mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén

 

Ave María Purísima, sin pecado concebida.