JORNADA QUINTA
Por la señal de la Santa Cruz, etc.
Acto de contrición
¡Señor y Dios mío! Humildemente postrado a tus divinos pies, te pido perdón por mis repetidas infidelidades, y auxiliado de tu santa gracia, te ofrezco no recaer en ellas. Llena, Señor, mi corazón de un verdadero dolor de haberte ofendido y mis ojos de lágrimas que laven mis culpas y sean en tu presencia prendas seguras de mi perfecta contrición. Haz que nunca me aparte de ti en la vida para que me recibas como hijo tuyo en la hora de la muerte y consiga verte y alabarte en el cielo. Amén.
MEDITACIÓN
HUMILDAD
La inclemencia de la estación, el rigor de la nieve y los peligros y arideces del camino, han sido hasta ahora los únicos enemigos de los benditos esposos, pero cuando tienen que atravesar algún pueblo, aumentan en vez de disminuir las amarguras que padecen. Ni el venerable aspecto del Santo patriarca, ni la divina belleza de María, su tierna juventud y padecimientos, despiertan compasión en los corazones, que duros como piedras obedecen solo al vil interés. En los campos hallaron pastores generosos, en los pueblos les cierran las puertas con indiferencia y desprecio. ¿Tenéis con qué pagar? Les preguntan, y a su respuesta negativa, les señalan el camino sin dignarse a añadir una palabra. José mira a María con los ojos llenos de lágrimas y el corazón transido de dolor: la santa Virgen le tranquiliza con sus miradas y se apartan del hogar inhospitalario, sin murmurar ni una queja, humildes y confiados en la misericordia de Dios.
Y acontece más de una vez que la misma puerta que se cerró para ellos tan sin piedad, se abre ruidosamente para recibir a una lucida caravana de viajeros ricos que también se dirigen a Jerusalén para cumplir la orden de Herodes. María y José ven a los esclavos afanarse en servirles, y este espectáculo no turba en lo más mínimo la dulce y serena paz de su alma. Jesús, aunque velado en el virginal seno de María, está con ellos, y donde está Jesús las amarguras se truecan en consuelos.
¿De qué modo practicamos la humildad mientras hacemos la jornada de la vida? La más ligera contrariedad nos irrita, el orgullo estalla y damos continuamente a los ángeles en el cielo y a los hombres en la tierra el espectáculo de nuestra soberbia, indomable siempre, enemigo terrible que fue causa de la rebelión de los ángeles. El primer mandato de Dios es que seamos humildes. ¿Le obedecemos?
ORACIÓN
Eterno y omnipotente Señor que amas a los humildes y castigas a los soberbios, arranca de nuestros corazones la mala semilla del amor propio, para que solo broten perfumadas flores de virtudes y sobre todo la hermosa violeta de la humildad que tan preciosa es a tus ojos. Ya que por nuestra dicha conocemos el mérito de esta virtud, haz que la practiquemos de continuo y que ella nos lleve a tu presencia. Amén.
ORACIÓN
¡Humilde y santísima Virgen, cuyas alabanzas cantan y cantarán eternamente los ángeles y serafines! Tú que a la gloriosa dignidad de madre del Verbo de Dios que te anunciaba el Arcángel Gabriel, respondiste “He aquí la esclava del Señor, cúmplase en mi según tu palabra”, haz que te imitemos en la preciosa virtud de la humildad y que sea ella corona de nuestros méritos en la presencia de Dios. Amén.
Tres Ave Marías
Aquí pedirá cada uno a la Santísima Virgen la gracia que desea conseguir.
Oración para todos los días
¡Oh, Dios mío! A ti acudo tan lleno de imperfecciones, tan rendido al grave peso de mis pecados, que apenas me atrevo a implorar tu piedad. Hijo soy, aunque ingrato, y tú, Padre de misericordia, tenla de mí y sea mi intercesora para conseguirla la purísima Virgen María, amparo y refugio de los míseros pecadores. Haz que la meditación de estas santas jornadas llene mi corazón de las virtudes que me enseñan y que, así como la reina de los ángeles y el Santo Patriarca José las anduvieron venciendo peligros, incomodidades y toda clase de sufrimientos: así yo venza en la jornada de mi vida todos los obstáculos que el enemigo de las almas ponga a la mía, y llegue a verte y alabarte en el cielo. Amén.
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