DOMINGO DE QUINCUAGÉSIMA
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Lucas
18, 31-34 Y tomó Jesús aparte a los doce, y les dijo: "Mirad,
vamos a Jerusalén y serán cumplidas todas las cosas que escribieron los
profetas, del Hijo del hombre. Porque será entregado a los gentiles, y será
escarnecido, y azotado, y escupido. Y después que le azotaren le quitarán la
vida, y resucitará al tercer día. Mas ellos no entendieron nada de esto, y esta
palabra les era escondida y no entendían lo que les decía". (vv. 31-34)
San Gregorio, in Evang hom. 2
Previendo el
Salvador que su pasión turbaría el espíritu de sus apóstoles, les había
predicho mucho tiempo antes lo que había de sufrir en la pasión y la gloria de
su resurrección. Por esto sigue: "Y tomó Jesús aparte a los doce y les
dijo: Mirad, vamos a Jerusalén", etc.
Beda
Previendo
que habían de decir algunos herejes que Jesucristo había enseñado doctrinas
contrarias a la ley y a los profetas, manifiesta que por los oráculos de los
profetas se había anunciado la consumación de su pasión y celebrado el triunfo
de su gloria posterior.
Crisóstomo In Matthaeum hom. 66
Habla con
sus discípulos aparte, acerca de su pasión, porque no convenía que todos
tuviesen conocimiento de ello, para que no se turbasen. Pero se lo predecía a
sus discípulos para que, animados con esta esperanza, se sostuviesen firmes con
más facilidad.
San Cirilo
Y para que
sepan que conocía de antemano su pasión y que iba espontáneamente a ella, con
el fin de que no pudiesen decir: ¿Cómo ha caído en manos de sus enemigos el que
prometía salvarnos? Por esto les refiere gradualmente todo el orden de su pasión,
añadiendo: "Porque será entregado a los gentiles y será escarnecido,
azotado y escupido".
Crisóstomo
Esto lo
había predicho ya Isaías, diciendo ( Is 50,6): "He ofrecido mis espaldas a
los azotes, mis mejillas a las bofetadas y no he apartado mi cara de las
inmundicias de los esputos". Y aun el profeta predijo el suplicio de la
cruz con estas palabras ( Is 53,12): "Entregó su vida a la muerte y fue
considerado entre los inicuos". Por esto añade: "Y después que le
azotasen, le quitarán la vida". Pero David también había predicho su
resurrección, diciendo ( Sal 15,10): "No dejarás mi alma en el
abismo". Por lo que añade: "Y resucitará al tercer día".
San Isidoro
Yo me
sorprendo de la demencia de los que preguntan por qué Jesucristo resucitó antes
del tercer día. Si hubiese resucitado después de lo que había dicho, hubiese
demostrado falta de poder. Pero resucitando antes da a conocer su omnipotencia.
Si alguna vez sucede que un deudor ofrece pagar a su acreedor en el término de
tres días y vemos que le paga en el mismo día, no lo consideraremos como falso,
sino más bien como verídico. Diré también que el Señor no había dicho que
resucitaría después del tercer día, sino en el tercer día. Tenemos la víspera
del sábado, el sábado hasta la puesta del sol y el día siguiente al sábado, que
fue cuando resucitó.
San Cirilo
Los
discípulos, sin embargo, no conocían aún de manera detallada lo que habían
predicho los profetas, pero después que resucitó les dio a conocer el verdadero
sentido, para que comprendiesen las Escrituras. Por esto sigue: "Mas ellos
nada de esto entendieron".
Beda
Y por lo mismo que los discípulos deseaban principalmente la vida del Salvador, no podían comprender su muerte. Además, como no sólo sabían que era un hombre inocente, sino también verdadero Dios, no creían de ningún modo que podría morir. Y porque muchas veces había sucedido que lo habían oído hablar por parábolas, creían que todo lo que decía acerca de su pasión debía referirse en sentido alegórico a alguna otra cosa. Por esto sigue: "Y esta palabra les era escondida y no entendían lo que les decía". Pero los judíos, como conspiraban contra su vida, comprendían que se refería a su pasión cuando por medio de San Juan decía ( Jn 3,14): "Conviene que el Hijo del hombre sea levantado". Por esto dijeron: "Nosotros sabemos por la ley que Cristo permanece eternamente; ¿cómo dices tú que el Hijo del hombre conviene que sea levantado?".
35-43 Y
aconteció, que acercándose a Jericó estaba un ciego sentado cerca del camino pidiendo
limosna. Y cuando oyó el tropel de la gente que pasaba, preguntó qué era
aquello. Y le dijeron que pasaba Jesús Nazareno. Y dijo a voces: "Jesús,
Hijo de David, ten misericordia de mí". Y Jesús parándose, mandó que se lo
trajesen. Y cuando estuvo cerca le preguntó, diciendo: "¿Qué quieres que
te haga?" Y él respondió: "Señor, que vea". Y Jesús le dijo:
"Ve, tu fe te ha hecho salvo". Y luego vió, y le seguía glorificando
a Dios. Y cuando vio todo esto el pueblo, dio loor a Dios.
San Gregorio, in Evang hom. 21
Como los
discípulos todavía eran carnales, no podían comprender las palabras
misteriosas. Por esto se realiza un milagro. Un ciego recibe la vista en
presencia de ellos, para que este divino prodigio los confirme en la fe. Por
esto sigue: "Y aconteció que acercándose a Jericó estaba un ciego sentado
pidiendo limosna", etc.
Teofilacto
Y para que
el paso del Salvador no fuese inútil, hizo en el camino el milagro del ciego,
dando a sus discípulos este testimonio para que procuremos hacer siempre cosa
de utilidad y para que en nosotros no haya nada de ocioso.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,48
Podríamos
entender acerca de la proximidad de Jericó, que habiendo salido ya de esta
ciudad, -según manera de hablar menos usada-, se encontraban todavía cerca de
ella. Pero puede creerse que se dijo esto así, porque San Mateo dice que
saliendo ellos de Jericó, dio vista a dos ciegos que estaban sentados junto al
camino. No habría ninguna cuestión respecto del número, si uno de los
evangelistas hubiese hecho omisión de uno de los ciegos, haciendo mención
únicamente del otro. Porque San Marcos sólo habla de uno, que recibió la vista
cuando ellos salían de Jericó. Como expresa su nombre y el de su padre, para
que comprendamos que era muy conocido, mientras el otro era desconocido, parece
que no quiso hablar sino del que era conocido. Pero como lo que sigue del
Evangelio de San Lucas da a conocer claramente que sucedió esto cuando venían a
Jericó, debemos entender que este milagro se repitió por dos veces: una en un
ciego, cuando venían hacia la ciudad y otra en dos, cuando salían de ella: San
Lucas hace mención de uno de estos milagros y San Mateo del otro.
San Cirilo
El pueblo
que rodeaba al Salvador era numeroso y el ciego en realidad no lo conocía. Sin
embargo, sentía afecto hacia El y con este afecto suplía lo que le faltaba de
vista. Por esto sigue: "Y cuando oyó el tropel de la gente que pasaba,
preguntó qué era aquello". Y los que tenían vista le contestaban conforme
a la opinión (común) 1.
Sigue pues: "Le dijeron que pasaba Jesús Nazareno". Pero el ciego
proclamaba la verdad. Se le enseña una cosa y predica otra; porque sigue:
"Y dijo a voces: Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí". ¿Pero
quién te ha enseñado esto? ¿Acaso has podido leer los libros sagrados
careciendo de vista? ¿Cómo has conocido la luz del mundo? En verdad Dios
ilumina a los ciegos ( Sal 145).
San Cirilo
Educado en
el judaísmo, no desconocía que Dios había de nacer, según la carne, de la
estirpe de David. Por eso le habla como a Dios diciéndole: "Compadécete de
mí". Imiten a éste los que ven en Jesucristo dos personas 2,
porque habla a Cristo como a Dios y lo llama hijo de David. Admírense de la
fidelidad de su confesión, porque algunos querían impedirle que confesase su
fe. Prosigue: "Y los que iban delante le reñían para que callase".
Pero no se acobardaba su audacia por esto, porque sabía que la fe lucha y
triunfa de todos los obstáculos. Es muy conveniente, por lo tanto, dejar todo
miramiento por servir a Dios. Porque si hay algunos que por causa del dinero no
tienen vergüenza, ¿no estaría bien tener también una sana desvergüenza cuando
se trata de la salvación del alma? Por esto sigue: "Pero él gritaba mucho
más: Hijo de David, ten misericordia de mí". Cristo se detiene a la voz
del que lo llama con fe y echa una mirada sobre los que lo invocan. Así, llama
al ciego y le manda que se aproxime. Por esto sigue: "Y Jesús, parándose,
mandó que le trajesen", con el fin de que quien primero le había tocado
por la fe se acercase con el cuerpo. El Señor pregunta al ciego cuando se hubo
aproximado; prosigue: "Y cuando estuvo cerca le preguntó: ¿Qué quieres que
te haga?" Le pregunta como misericordioso y no como ignorante para que
conociesen todos los que estaban presentes que el ciego no pedía dinero, sino
la gracia divina como a Dios; y prosigue: "Y él le respondió: Señor, que
vea".
Crisóstomo
O bien: Cómo los judíos, calumniadores de la verdad, podían decir lo que habían dicho del ciego de nacimiento ( Jn 9): "No es éste sino uno semejante a él", quiso que el ciego mostrase antes su ceguera, para que se conociese así la majestad de su gracia. Así, pues, en cuanto expuso el ciego su petición, le mandó el Salvador, lleno de majestad, que viese. Por esto sigue: "Y Jesús le dijo: Ve". Lo cual redundaba en contra de la traición de los judíos, porque ¿qué profeta ha hablado alguna vez así? Considera qué es lo que exige el médico de aquél a quien ha curado, puesto que sigue: "Tu fe te ha salvado". Los beneficios se obtienen por la fe y se difunde la gracia que la fe recibe. Y así como sacan poca agua de una fuente los que van allí con vasos pequeños y sacan mucha los que los llevan mayores, -no distinguiendo la fuente las medidas- y como sucede también a la luz, que extiende más o menos su claridad según las ventanas que se abren, así se recibe la gracia, según la medida de la intención. La voz del Salvador se convierte en luz del ciego; porque era el verbo de la verdadera luz. Por esto sigue: "Y luego vio". Pero el ciego que había demostrado su fe ardiente, quiso mostrar después su gratitud ante el beneficio recibido.
Continúa
pues: "Y le seguía, glorificando a Dios".
San Cirilo
Aquí se
demuestra que el ciego había sido liberado de una doble ceguera: la corporal y
la intelectual. No lo hubiese alabado como a Dios, si no hubiera visto
claramente, dando así ocasión a que otros lo glorificasen. Prosigue: "Y
cuando vio esto todo el pueblo dio gloria a Dios".
Beda
No sólo por
el beneficio de la vista que había alcanzado, sino por la fe que había
obtenido.
Crisóstomo
Aquí debe
examinarse por qué Jesucristo prohibió que lo siguiese el endemoniado que
quería seguirlo y no se lo prohibió al ciego que había recobrado la vista.
Pero, bien mirado, no hay nada de irracional en este modo de obrar. Mandó a
aquél como pregonero con el fin de que proclamase a su bienhechor por su
estado, porque era un gran milagro el ver a un loco furioso recobrar el juicio.
Y permite que lo siga el ciego cuando se encaminaba hacia Jerusalén, porque
había de consumar el gran misterio de su cruz; para que teniendo noticias de
este reciente milagro, no pensasen que padecería (Jesús) por debilidad, sino
por caridad.
San Ambrosio
En el ciego
tenemos un tipo del pueblo gentil que recibió la claridad de la luz perdida por
el sacramento del Señor. No importa que sea curado un ciego o que lo sean dos,
pues como descendían de Cam y Jafet, hijos de Noé, se puede representar a los
dos autores de su raza en estos dos ciegos.
San Gregorio, in Evang hom. 2
O bien
representa este ciego a todo el género humano, que desconociendo la claridad de
la verdadera luz desde su primer padre, sufre las tinieblas de su condenación.
Jericó quiere decir luna, que cuando mengua en cada mes representa el defecto
de nuestra mortalidad. Por tanto, mientras el Creador se acerca a Jericó, el
ciego recobra la vista; porque cuando la divinidad asumió la debilidad de nuestra
carne, el género humano recibió la luz que había perdido. Así, pues, el que
desconoce la claridad de la luz eterna, está ciego, pero si cree en su
Redentor, que dijo ( Jn 14,6): "Yo soy la vida", está sentado junto
al camino. Y si cree en El y le ruega para que pueda ver la luz eterna,
entonces está sentado y mendiga junto al camino. Además, los que preceden a
Jesús cuando viene, representan la muchedumbre de los deseos carnales y los
tumultos de los vicios, que disipan todo nuestro pensamiento antes que Jesús
venga a nuestro corazón y nos turban en nuestra oración. "Pero él clamaba
mucho más"; porque cuanto más grave es el tumulto de nuestros
pensamientos, tanto más debemos insistir en la oración. Así, cuando padecemos en
la oración el acoso de muchas malas imágenes, conocemos que Jesús pasa cerca de
nosotros. Cuando insistimos en la oración con toda vehemencia, Dios se detiene
en nuestro corazón y recobramos la vista perdida. Pasar es propio de la
humanidad y estar es propio de la divinidad. El Señor, al pasar, oyó al ciego
que clamaba y al detenerse lo iluminó, porque por su humanidad se ha
compadecido de las voces de nuestra ceguera. Pero nos ha infundido la luz de su
gracia por el poder de su divinidad. Para esto nos pregunta qué queremos, a fin
de animarnos a orar. Quiere, pues, que pidamos lo que El prevé que le pediremos
y que nos concederá.
San Ambrosio
Preguntó
también al ciego, para que comprendiésemos que únicamente podrá salvarse el que
le confiese.
San Gregorio, ut sup
El ciego no
pide al Señor oro sino la vista, para que busquemos nosotros no las falsas
riquezas, sino la luz que podemos ver solo nosotros y los ángeles, a cuya luz
nos conduce la fe. Por esto dice muy oportunamente al ciego: "Ve, tu fe te
ha hecho salvo". El lo ve y lo sigue, porque practica el bien que conoce.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,48
Si Jericó
quiere decir luna, y por ende mortalidad, el Señor, aproximándose a la muerte,
manda predicar la luz del Evangelio únicamente a los judíos, a quienes
representó el ciego que menciona San Lucas. Pero resucitando de la muerte y
abandonando Jericó, manda predicar a los judíos y a los gentiles, cuyos pueblos
parece que son representados por los dos ciegos de quienes hace mención San
Mateo.
Notas
1. Hace referencia al contraste entre lo que la gente ve al mirar a Jesús: el "habitante de Nazaret", y lo que el ciego proclama: "Hijo de David". Para el común del pueblo, Jesús era el Nazareno, o en el mejor de los casos, el profeta de Nazaret (ver Mt 21,11; Jn 1,45). En cambio, el ciego lo está proclamando como Mesías.
2. Alusión al nestorianismo radical, que a partir de una mala comprensión de la unión del Verbo con la naturaleza humana, enseñaba que debía distinguirse entre el Verbo (que es Dios) y el hombre Jesús en el cual el Verbo habita, al modo como un hombre habita en una casa. De esto se sigue que el Verbo "está en el hombre", pero que el Verbo no es el hombre; por ello, todas las acciones divinas (creación, milagros, etc.) debían ser dichas sólo del Verbo, mientras que las acciones humanas (nacer, sufrir, llorar, morir) sólo debían ser atribuidas al hombre. El Concilio de Efeso (431) condenó la herejía nestoriana, pues rompe la unidad de persona en Jesucristo. Ver Dz 111a; Dz 116.