CUANDO AYUNÉIS NO OS PONGÁIS TRISTES COMO LOS HIPÓCRITAS. Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
MIÉRCOLES DE CENIZA
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Mateo6,
16
"Y cuando ayunéis, no os pongáis tristes como los
hipócritas. Desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En
verdad os digo que recibieron su galardón". (v. 16)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Como la
oración es fuerte cuando se hace con un espíritu humilde y con un corazón
contrito, y como no puede decirse que el que disfruta de las delicias de esta
vida tenga un corazón humilde y un corazón contrito -bien sabido es que la
oración sin el ayuno es flaca y enferma- por lo tanto, todos aquéllos que han
querido rogar por alguna necesidad, han juntado siempre el ayuno con la
oración, porque el ayuno es el apoyo de la oración. Por esto, nuestro Señor
después de habernos enseñado a orar nos habla del ayuno, diciendo: "Cuando
ayunéis, no os pongáis tristes como los hipócritas". Sabía, pues, el
Señor, que la vanagloria ataca a todo lo bueno, y por eso manda cortar la
espina de la vanagloria que nace en buena tierra, para que no sofoque el fruto
del ayuno. No puede suceder que no sufra el que ayuna; pero mejor es que el
ayuno te manifieste a ti, que no tú al ayuno. No puede suceder que el que ayuna
esté contento y por lo tanto no dijo: "No queráis aparecer tristes".
Los que aparecen pálidos en virtud de algunas imposturas, éstos no están
tristes, pero se fingen como tales. Por el contrario, el que está triste en
virtud de un ayuno prolongado no aparece triste, sino que en realidad lo está.
Y por esto añade: "Exterminan sus rostros para hacer ver a los hombres que
ayunan".
San Jerónimo
La palabra exterminan,
que en las Escrituras Sagradas ha perdido su vigor por equivocación de los
intérpretes, significa mucho más que lo que de común se comprende. Son
exterminados aquellos a quienes se destierra, porque son enviados fuera de los
términos. En vez de esta palabra exterminan, debemos usar siempre la palabra
descomponen. Descompone el hipócrita su rostro, para manifestar tristeza, y
cuando está alegre en su alma lleva el luto en su cara.
San Gregorio, Moralia, 8, 30
Porque unas
veces se presentan pálidos, su cuerpo como que se cae de debilidad, el pecho se
levanta por los suspiros que lo agitan, y nada buscan con tanto trabajo sino el
conseguir la humana estimación.
San León Magno, in sermone 4 de Epiphania, 5
No son buenos
los ayunos que no provienen del convencimiento de la conciencia, sino del arte
de engañar.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Si el que
ayuna aparece triste, es un hipócrita, pero ¿cuánto peor es el que no ayuna,
pero que pinta en su rostro, por medio de invenciones de su imaginación, cierta
palidez en señal de que ayuna?
San Agustín, de sermone Domini, 2, 12
Debe
advertirse especialmente en este capítulo que puede haber jactancia, no sólo en
el brillo y en la apariencia de las cosas corporales, sino también en las
mismas miserias dignas de lamentarse. Esto es tanto más peligroso en cuanto
engaña, porque se hace aparecer con el nombre de servicio de Dios. El que
brilla por el cuidado excesivo de su cuerpo, y por el brillo de su vestido y de
las demás cosas que le adornan, fácilmente puede comprenderse que es amigo de
seguir las pompas y vanidades del mundo, y no engaña a los demás con la
apariencia de una santidad engañosa. Pero el que profesando la imitación de
Cristo hace que se fijen los ojos de los demás hombres en su extraordinaria
tristeza, en los harapos con que se viste a este fin -cuando haga esto por su
propia voluntad, y no lo sufra por necesidad-, puede muy bien ser conocido por
las demás obras que practique, si esto lo hace por desprecio del lujo superfluo
o por algún mal fin.
Remigio
El fruto del ayuno de los hipócritas se manifiesta en las palabras que a continuación dice el Salvador: "Para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que recibieron su galardón".
17-18
"Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava tu
cara para no parecer a los hombres que ayunas, sino solamente a tu Padre, que
está en lo escondido: y tu Padre, que ve en lo escondido, te galardonará".
(vv. 17-18)
Glosa
Enseñó
Jesucristo lo que no debía hacerse, y ahora enseña lo que debe hacerse,
diciendo: "Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza, etc.".
San Agustín de sermone Domini, 2, 12
Suele
preguntarse el significado de lo que aquí se dice. No es posible creer que
Jesucristo mandase que aunque lavemos la cara todos los días, cuando ayunamos
debamos untar nuestros cabellos, lo cual todos consideran como muy impropio.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Por lo
tanto, si manda que no estemos tristes, para que por medio de la tristeza no
manifestemos a los hombres que ayunamos, ¿por qué manda ungir la cabeza y lavar
la cara? Con todo, la unción de la cabeza y el acto de lavarse la cara, si los
que ayunan los observan siempre, concluirán por ser señales de ayuno.
San Jerónimo
Pero aquí se
habla de la costumbre que había en Palestina de ungirse la cabeza en los días
de fiesta. Así, el Señor mandó que cuando ayunemos, nos manifestemos contentos
y alegres.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
La
interpretación sencilla de esto es que no debe entenderse literalmente, así
como lo demás que antecede, como si dijese: "Debes estar tan lejos de la
ostentación del ayuno, que si es posible (lo cual no es muy oportuno), debes
hacer aun lo que, por el contrario, parece ser indicio de lujuria o de
comida", y por eso sigue: "Para no parecer a los hombres que
ayunas".
San Juan Crisóstomo homiliae in Matthaeum, hom. 20,1
Hablando de
la limosna no dijo sencillamente esto, sino que dijo que la limosna no debe
hacerse en presencia de los hombres, añadiendo: "Para ser vistos por
ellos". Pero en el ayuno y en la oración no añadió esto, porque la limosna
es imposible que esté oculta en absoluto, pero la oración y el ayuno sí. No es
pequeño fruto el menosprecio de la gloria humana. Es entonces cuando uno está
libre del yugo de los hombres. Y obrando no por ellos sino por la virtud, se
ama realmente esta última y se obra por ella misma. Así como nosotros estimamos
la afrenta cuando la sufrimos, no por nosotros sino por otros a quienes amamos,
así no conviene practicar la virtud para que otros lo vean, ni obedecer a Dios
por los hombres, sino por el mismo Dios. Y por ello sigue: "Sino solamente
a tu Padre que está en lo escondido".
Glosa
Esto es, a tu Padre celestial, que es invisible o que habita en el corazón por medio de la fe. Ayuna para Dios el que se mortifica por su amor, y el que da a otro aquello de lo que se priva a sí mismo.
Prosigue el
Salvador: "Y tu Padre que ve en lo escondido, etc."
Remigio
Es
suficiente para ti que quien conoce tu conciencia sea el mismo que te ha de
premiar.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Espiritualmente
se entiende la conciencia por cara del alma. Así como en presencia de los hombres
es agradable una cara limpia, así ante los ojos de Dios es hermosa una
conciencia pura. Los hipócritas que ayunan para agradar a los hombres destruyen
estas dos caras, queriendo engañar a la vez a Dios y a los hombres. Todo pecado
lacera la conciencia. Si habéis limpiado vuestra alma de pecado y habéis lavado
vuestra conciencia, ayunáis como debéis hacerlo.
San León Magno, in sermone 6 de Quadragesima, 2
Es preciso
realizar el ayuno, no privándose solamente de los alimentos, sino procurando
evitar el pecado y los vicios. Dado que no nos mortificamos sino para extinguir
en nosotros la concupiscencia. Y el resultado de la mortificación debe ser el
abandono de las acciones deshonestas y de las voluntades injustas. Esta manera
de entender las exigencias de la fe no excusa a los que están enfermos de
practicarlas, pues en un cuerpo lánguido puede encontrarse un alma sana.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
En sentido
espiritual, Cristo es vuestra Cabeza. Dad de beber al sediento y dad de comer
al hambriento, y así habréis incensado con perfumes a vuestra cabeza, a saber,
a Cristo que dice en el Evangelio: "Lo que habéis hecho con uno de estos
pequeños lo habéis hecho conmigo" ( Mt 25,40).
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,6
Dios aprueba
aquel ayuno que hace quien da limosna a los demás. Todo esto de lo cual te
privas a ti mismo, lo entregas a otros, para que por lo mismo por lo que tu
carne es afligida, se fortifique la carne de tu prójimo pobre.
San Agustín, de sermone Domini, 2, 12
Consideramos
a la cabeza como la razón, porque se encuentra en la parte superior del alma y
gobierna los demás miembros del cuerpo. Luego el ungir la cabeza es tanto como
alegrarse. Alégrese interiormente porque ayuna, el que ayunando se separa de
las aspiraciones del mundo para quedar sometido a Dios.
Glosa
He aquí por
qué en el Nuevo Testamento no todas las cosas pueden entenderse al pie de la
letra. Es ridículo creer que debemos derramar aceite sobre nosotros cuando
ayunamos. Lo que debemos hacer es ungirnos con el espíritu del amor de Aquél de
cuyos sufrimientos debemos participar, mortificándonos y ungiendo nuestras
inteligencias.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Propiamente hablando, debe lavarse la cara, pero no la cabeza que debe ser ungida. Todo el tiempo que vivimos en este cuerpo, nuestra conciencia está manchada por los pecados. Pero Jesucristo que es nuestra cabeza, no cometió pecado alguno.
19-21
"No queráis atesorar para vosotros tesoros en la
tierra, donde el orín y la polilla los consumen: y en donde los ladrones los
desentierran y roban. Mas atesorad para vosotros tesoros en el cielo, en donde
ni los consume orín ni polilla, y en donde los ladrones no los desentierran ni
roban. Porque en donde está tu tesoro, allí también está tu corazón". (vv.
19-21)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 20,2
Después de
que manifestó la malicia de la vanagloria, creyó el Salvador muy oportuno
hablar del menosprecio de las riquezas. Ninguna otra cosa hace desear tanto las
riquezas como el deseo de la gloria. Por esto los hombres presentan gran número
de criados, caballos cubiertos de oro y mesas adornadas con plata. No para
reportar de ello alguna utilidad sino para hacer ostentación delante de muchos.
Y esto es lo que dice el Señor cuando continúa: "No queráis atesorar para
vosotros tesoros en la tierra".
San Agustín, de sermone Domini, 2, 13
Si alguno
hace estas cosas con el objeto de conseguir algún beneficio terreno, no podrá
decirse que tiene el corazón limpio aquel que se complace con las cosas de la
tierra. El que se une a una naturaleza inferior, mancha la suya, aunque aquélla
a la que se ha unido no esté manchada en su especie. Y así como el oro se
deteriora cuando se mezcla con plata pura, así también nuestra alma se mancha
cuando se mezcla con la tierra, por muy buena que sea en su clase 1.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Como nuestro
Señor nada había enseñado acerca de la limosna, de la oración y del ayuno, sino
que sólo había reprobado el su fingimiento, ahora de las tres cosas mencionadas
deduce tres consecuencias de enseñanza. La primera de ellas afecta a la limosna
de esta manera y en este orden: "No queráis atesorar para vosotros,
etc". "Cuando das limosnas, no quieras tocar la trompeta delante de
ti"; y después prosigue: "No queráis atesorar para vosotros tesoros
en la tierra". Aquí, en primer lugar, da consejo para que se haga limosna;
en segundo lugar manifiesta cuál sea la utilidad de la limosna; y en tercero,
exhorta a que el temor de la pobreza que pueda sobrevenir, no impida a la
voluntad dar limosna.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 20,2
Habiendo
dicho: "No queráis atesorar para vosotros tesoros en la tierra",
añade: "En donde los consume orín y polilla", para demostrar que los
tesoros de la tierra, tanto por el lugar como por las personas los dañan,
perjudican, mientras que los del cielo producen gran utilidad. Por esto decía:
"¿Por qué temes que se te acabe el dinero si das limosna? Da, pues,
limosna y ella te traerá el aumento de las riquezas, porque se añadirán las que
están en el cielo, las cuales perderás si no das limosna". Y no dijo:
"Las dejarás a otro", porque esto es agradable a los hombres.
Rábano
Pone tres
cosas, según las tres clases de riquezas: los metales se destruyen por el orín,
los vestidos por la polilla. Pero hay otras cosas a las que no afecta ni el
orín ni la polilla, como son las piedras preciosas, y por eso pone su
destrucción a los ladrones que pueden robar toda clase de riquezas.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
En otros
textos se encuentra: "Porque los destruyen la comida y la polilla".
Todos los bienes del mundo pueden destruirse de tres maneras. O por sí mismos,
como cuando se vuelven viejos y se llenan de polilla, según acontece a los
vestidos. O por los mismos dueños que se los comen, viviendo con lujuria. O por
los extraños, cuando engañan a los propios dueños por medio del fraude, o por
la fuerza, o por las calumnias, o por otro modo cualquiera. Es decir, todos los
que se llaman ladrones, porque desean hacer que las cosas ajenas les sean
propias. Pero dirás: ¿Acaso los que hacen estas cosas también las pierden? Pero
que mientras que unos, hablando con propiedad, no las pierden, sí las pierden
los otros, a quienes se las arrebatan. En verdad, las riquezas mal conservadas
pueden perderse fácilmente, si no de una manera material, de una manera
espiritual, porque no aprovechan a su dueño para conseguir su salvación.
Rábano
Hablando de
una manera alegórica, el orín significa la soberbia, que oscurece el brillo de
las virtudes, y la polilla, que muerde el buen deseo, y por esto descompone lo
compacto de la unidad. Ladrones son los herejes y los demonios, que siempre
están dispuestos a quitarnos las gracias espirituales.
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 5
Por lo
demás, la alabanza celestial es eterna y no puede ser robada por el hurto del
ladrón, ni mortificada por el orín y la polilla de la envidia. Y por ello
prosigue: "Mas atesorad para vosotros tesoros en el cielo, en donde ni lo
consume orín ni polilla, y en donde los ladrones no los desentierran ni los
roban".
San Agustín de sermone Domini, 2, 13
Yo no
considero en este lugar el cielo como una cosa corpórea, porque todo cuerpo es
tierra. Debe despreciar todas las cosas del mundo aquél que atesore para sí
tesoros en el cielo, del que se ha dicho: "El cielo son los cielos para
Dios" ( Sal 113,16), esto es, en el firmamento espiritual. El cielo y la
tierra pasarán. No debemos, pues, colocar nuestro tesoro en lo que puede pasar
(o constituir nuestro corazón), sino en lo que permanece siempre.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
¿Qué es,
pues, mejor, el amontonar sobre la tierra, donde no es segura su conservación,
o en el cielo, donde es segura su defensa? ¡Qué necedad tan grande es amontonar
bienes donde se ha de dejar, y no enviarlos allí a donde se ha de ir! Coloca
tus riquezas allí donde tienes tu patria.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 20,3
Como no todo
tesoro de la tierra se destruye por el orín y la polilla ni se roba por los
ladrones, añade aquello diciendo: "Donde está tu tesoro, allí está tu
corazón". Como si dijese: "Aun cuando no suceda lo primero, no
sufrirás pequeña pérdida, apegado a las cosas inferiores, hecho su esclavo,
caído del cielo e incapaz de pensar en las cosas sublimes".
San Jerónimo
Esto no debe
entenderse solamente del dinero, sino de todas las cosas que se poseen en la
tierra. Para el goloso, su dios es el vientre; para el lascivo, su tesoro es la
impureza; para el amante, la liviandad. Cada uno es esclavo del que le ha
vencido. Allí, pues, tiene su corazón donde tiene su tesoro.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Ahora trata
sobre la utilidad que se percibe cuando se hace limosna. El que coloca su
tesoro en la tierra nada tiene que esperar en el cielo. ¿Qué esperará encontrar
en el cielo aquel que nada ha enviado? Por lo tanto, peca dos veces: primero,
porque atesora cosas malas, segundo, porque tiene su corazón fijo en la tierra.
Asimismo, por causas contrarias obra bien doblemente quien atesora tesoros en
el cielo.
Notas
1. Por esta metáfora no debe entenderse un rechazo a la materia y a las cosas creadas, sino más bien el rechazo al pecado.