viernes, 20 de octubre de 2023

DÍA 21. LA RESURRECCIÓN. NO ESTÁ AQUÍ; RESUCITÓ

DÍA 21. LA RESURRECCIÓN. NO ESTÁ AQUÍ;

RESUCITÓ

 

ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS

 

wPara comenzar todos los días

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Bendita sea la Santísima Trinidad que formó a María Santísima Inmaculada desde el primer instante de su ser, conservándola pura antes del parto, en el parto y después del parto, y enriqueciéndola con todas las gracias y dones de su divino Espíritu, por todos los siglos de los siglos. Amén. 

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. (x 3)

 

ORACIÓNA MARÍA SANTÍSIMA

Soberana Reina de los cielos, Abogada de los pecadores y consuelo de todos los afligidos, que quisiste inspirar al gran Patriarca Santo Domingo de Guzmán, tu fiel siervo, la devoción del Santísimo Rosario, para que con ella pudiera vencer a los obstinados herejes albigenses, enemigos implacables de nuestra Religión y de nuestra fe, proveyendo al mismo tiempo en ella un medio sencillo y eficacísimo para conseguir vuestra protección y atraer sobre nuestra alma las gracias del cielo; alcánzanos de tu divino Hijo, nuestro adorable Redentor, que hagamos este santo ejercicio del mes de Octubre a Ti consagrado, con la mayor piedad, atención y recogimiento, para que por este medio consigamos ser, durante toda nuestra vida, incansables devotos de tu Santísimo Rosario. Tú, ¡oh, Virgen María, cuyas gracias y misericordias para con los que te invocan, no se agotan jamás, haz que en estos días participemos de ellas con mayor abundancia, a fin de que, considerando en esta vida tus virtudes y procurando al mismo tiempo imitarlas, podamos algún día cantar tus alabanzas en la gloria por toda la eternidad. Amén. 

 

w Meditación para cada día y oración final.

 

DÍA VIGÉSIMOPRIMERO

NO ESTÁ AQUÍ;

RESUCITÓ COMO HABÍA DICHO (Mt 28, 6)

 

PUNTO 1º- Grandes fueron los tormentos de Jesús en su dolorosa Pasión, mas todos ellos quedan en cierto modo compensados con la gloria de su resurrección al tercero día. ¿Quién podrá describir el triunfo de Jesús, resucitando de entre los muertos, lleno de majestad y resplandor y trayendo consigo las almas de los Santos Padres que estaban en el limbo? Los mismos que le custodiaban quedaron aterrados y llenos de confusión al verle resucitar, y ellos mismos fueron los principales testigos de la gloria de este misterio: Jesús, en verdad, había prometido que resucitaría al tercero día. Esto fue causa de que los judíos, temerosos de que sus discípulos robaran su cuerpo, haciendo creer al pueblo sencillo en su resurrección, rogaran a Pilatos, que pusiera soldados para guardar el sepulcro. Pilatos condescendió con esta nueva exigencia de aquellos impíos fanáticos, y mandó a los soldados que lo custodiaran. Mas ¿cuál sería el asombro de Pilatos y de los sacerdotes y fariseos, cuando aquellos soldados se presentaron al tercero día, dando testimonio de la resurrección de Jesús? Con todo, alma mía, mira cuánto puede la ceguera de un alma, que se deja arrastrar de sus pasiones. En vista de este potente prodigio, lejos de arrepentirse los enemigos de Jesús de lo que habían hecho tuvieron la malicia suficiente para decir a los guardas, que no lo dijeran y que les pagarían su silencio y sus mentiras con buena cantidad de dinero. ¡Oh nunca imaginada impiedad y malicia de los hombres! 

 

PUNTO 2º-Mas ¿quiénes fueron los primeros testigos de la resurrección, después de los soldados que custodiaban a Jesús? Las santas mujeres, que todos los días iban a ungir su cuerpo al sepulcro. No fue pequeña su sorpresa, cuando llegando al huerto y temiendo no encontrar quien les levantara la losa para ungir a Jesús, vieron que aquélla estaba removida. Sin acordarse que Jesús les había prometido resucitar al tercer día, juzgaron que alguno había llevado su cuerpo y se llenaron de pena. Al punto, anunciaron esto a los Apóstoles, quedando sola Maria Magdalena en aquel lugar, por el amor que tenía a Jesús. Ya ves, alma mía; hasta los Apóstoles, después de haberle visto obrar tantos milagros., se olvidan de sus promesas. Van al sepulcro, lo hallan vacío y se retiran inmediatamente, sin sospechar siquiera el misterio. ¿Pues qué te sucederá a ti, si todos los días no procuras traer éste y los demás a la memoria para conformar tu vida con la fe que profesas? 

 

PUNTO 3º- Pero a quien se apareció Jesús triunfante y glorioso después de su resurrección fue a su Madre Santísima, por lo mismo que ella había sufrido más que ninguno con su dolorosa pasión. Ella era por todos los títulos acreedora a esta distinción y alegría singular. Prescindiendo de que era su Madre, y, por lo tanto, mucho más sensible a los dolores de Jesús, ¿no le había acompañado desde la calle de la amargura hasta el sepulcro, sufriendo aún en su soledad más que el entendimiento humano pueda comprender? ¿Qué mérito tenían los soldados que lo guardaban, cumpliendo las órdenes de sus jefes? Los mismos discípulos tampoco creían en su resurrección, o por lo menos, dudaban de ella. ¿Cómo había, por lo tanto, de manifestárseles glorioso? Pero María su. Madre esperaba con ansia esta resurrección y por eso le contempla inmediatamente glorioso, cesando desde ese instante todas sus penas. Sin una fe firmísima no es; pues, posible agradar a Dios ni conseguir su gloria. 

 

ORACIÓN  A JESÚS SACANDO DEL LIMBO

LAS ALMAS DE LOS SANTOS PADRES

Y RESUCITANDO GLORIOSO

Eterno triunfador de la muerte, que con tu muerte venciste al infierno y al pecado, ¡cuánta es tu caridad, pues apenas redimida la humana naturaleza, desciendes al limbo para sacar de allí las almas de los Santos Padres y hacerlas eternamente gloriosas! Ciertamente, Jesús mío, que ellos debían acompañarte en tu resurrección para que viera Satanás la victoria inmensa que habías conseguido, muriendo en la cruz. Además, que no estaba bien tan noble triunfador sin vasallos que le hicieran reverencia, por más que a ti te la hacen siempre los ángeles en el cielo. Yo me gozo, Jesús mío, de contemplarte en medio de tanta gloria; y por ello te pido humildemente, rey mío, que a la hora de mi muerte recibas también mi alma, perdonándole todos sus pecados y trasladándola a tu gloria, para que feliz allí entre los bienaventurados cante eternamente tus alabanzas. Amén. 

 

Obsequio a María: Oír una misa o rezar una parte del Rosario, en particular por todas las almas que practiquen en el mundo esta devoción del Santo Rosario. 

 

w Oraciones para terminar cada día:

 

La Virgen María prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte. Confiados en tal promesa, invoquemos a la Madre de Dios diciendo:

Dios te Salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. (x 3)

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, no dejes de honrar en este día a la Santísima Virgen con el rezo del santo Rosario! Si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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