DÍA 15. LA CORONACIÓN. UNA CORONA DE ESPINAS,
LA PUSIERON SOBRE SU CABEZA
ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS
wPara comenzar todos los días
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Bendita sea la Santísima Trinidad que formó a María Santísima Inmaculada desde el primer instante de su ser, conservándola pura antes del parto, en el parto y después del parto, y enriqueciéndola con todas las gracias y dones de su divino Espíritu, por todos los siglos de los siglos. Amén.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. (x 3)
ORACIÓNA MARÍA SANTÍSIMA
Soberana Reina de los cielos, Abogada de los pecadores y consuelo de todos los afligidos, que quisiste inspirar al gran Patriarca Santo Domingo de Guzmán, tu fiel siervo, la devoción del Santísimo Rosario, para que con ella pudiera vencer a los obstinados herejes albigenses, enemigos implacables de nuestra Religión y de nuestra fe, proveyendo al mismo tiempo en ella un medio sencillo y eficacísimo para conseguir vuestra protección y atraer sobre nuestra alma las gracias del cielo; alcánzanos de tu divino Hijo, nuestro adorable Redentor, que hagamos este santo ejercicio del mes de Octubre a Ti consagrado, con la mayor piedad, atención y recogimiento, para que por este medio consigamos ser, durante toda nuestra vida, incansables devotos de tu Santísimo Rosario. Tú, ¡oh, Virgen María, cuyas gracias y misericordias para con los que te invocan, no se agotan jamás, haz que en estos días participemos de ellas con mayor abundancia, a fin de que, considerando en esta vida tus virtudes y procurando al mismo tiempo imitarlas, podamos algún día cantar tus alabanzas en la gloria por toda la eternidad. Amén.
w Meditación para cada día y oración final.
DÍA DECIMOQUINTO
TEJIENDO UNA CORONA DE ESPINAS,
LA PUSIERON SOBRE SU CABEZA. (Mt 27, 29)
PUNTO 1º- Consideremos hoy, alma mía, la coronación de espinas, que es el tercer misterio doloroso del santo Rosario. En primer lugar, son de notar gran demente las ingeniosas trazas que aquellos sayones que atormentan a Jesús empleaban para hacerle m s dolorosa su Pasión. No satisfechos con despedazar sus espaldas con azotes y su rostro con crueles bofetadas, atormentan también su cabeza sacratísima poniéndole esta corona de espinas. Si querían deshonrarle poniéndole como rey de burla, ¿no bastaba que colocaran sobre su cabeza otra corona que sólo sirviera de escarnio y de desprecio? Pero en la Pasión de Jesús, como inspirados por el mismo Satanás, no sólo son dolorosos, sino ingeniosamente crueles. Por aquí puedes comprender, alma mía, cuánto odio tiene tiste común enemigo del género humano a todos aquellos que sirven a Dios. Había notado que Jesús cumplía exactísimamente con la ley, y que, con sus divinas predicaciones era parte, además, para que otros la cumplieran. Y por esto no puede ver con paciencia que Jesús viva por más tiempo. Y no contento con esto, procura atormentarle de todas maneras para hacerle caer, si posible fuera, en alguna impaciencia o en la desesperación, pues dudaba que fuera Dios y hombre al mismo tiempo. Mira, por lo tanto, si debes estar alerta para no caer en las redes que constantemente te tiende este enemigo. Y ten por cierto que, si no velas mucho sobre ti misma, caerás con frecuencia en el pecado.
PUNTO 2º- Mas ¿cuál era el número de las espinas que componían esta corana dolorosa? Nada nos dice el Evangelio sobre este particular, pero la tradición las hace subir a ochenta y dos. Aunque no fueran tantas, ¡cuánto debieron atormentará Jesús estas agudas espinas! Y esto se comprende considerando el dolor que nos causa a nosotros sólo la punzada de una aguja. Nos estremecemos, gritamos, sin poderlo remediar. Pero a Jesús no sólo se le hinca una espina en la cabeza, sino un número mucho mayor, y de más fieros instrumentos cuales son las espinas. ¿Cómo te atreverás, pues, alma mía, a envanecerte en adelante de tus buenas cualidades, si es que las tienes, viendo a Jesús, tu dulce Salvador, tan deshonrado? ¿Aún existirá en ti la presunción y la soberbia, causa de toda la humillación y tormento de tu divino Jesús?
PUNTO 3º- También debes considerar, alma mía, cuán delicada es la cabeza para sufrir tormento tan atroz. En ella no existe parte alguna fibrosa, como sucede en otros miembros, en los cuales nunca hay tanta sensibilidad. Las espinas tuvieron que tropezar inmediatamente con el hueso, y esto es causa de un dolor terrible. ¿Cómo estaría Jesús, pues, con su divina cabeza herida con tantas espinas y perforada por tantas partes? Y aun, con todo esto, apenas si ha destruido tu grande vanidad y tu soberbia objeto principal de todos estos dolores. Jesús no se cansaba de padecer y tú tampoco te cansas de ofenderle. ¿Puede darse mayor ingratitud ni dureza de corazón? Medita, medita, alma mía, una y muchas veces, cuánto sufrió Jesús por tu amor, que esto te moverá seguramente a servirle y a olvidar tus vanidades. Sea este el remedio más eficaz que emplees, para conseguir tu último fin.
ORACIÓN A JESÚS
CORONADO DE ESPINAS
¡Poderosísimo Rey de la gloria, dulce Jesús mío, qué confusión y vergüenza me causa verte, por mi amor, con esa corona de espinas en la cabeza, siendo así que los serafines forman en el cielo tu corona! ¿Quién, Dios mío, podrá conocerte, viéndote por los pecados de los hombres tan deshonrado y atormentado? Tú, Señor, viniste a este mundo para ser siervo y esclavo, como atestiguan tus Profetas. Mas, ¿cuándo, Jesús mío, pudieron ellos imaginar que había de ser tan dura tu Pasión, que sufrieses en silencio el tormento de esa corona de espinas? Verdaderamente, que tu grande amor es infinito y por eso lo que padeces supera todos los cálculos de nuestros entendimientos. Haz ¡oh, Dios mío de mi vida! que yo medite con frecuencia estos misterios, sobre todo cuando rezo el santo Rosario, para que, de esta manera, sirviéndote a ti y a tu Madre bendita en la tierra; cante tus alabanzas en la gloria eternamente. Amén.
Obsequio a María: Decir con frecuencia entre día esta jaculatoria: Jesús, José y María os doy el corazón y el alma mía.
w Oraciones para terminar cada día:
La Virgen María prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte. Confiados en tal promesa, invoquemos a la Madre de Dios diciendo:
Dios te Salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. (x 3)
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, no dejes de honrar en este día a la Santísima Virgen con el rezo del santo Rosario! Si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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