DÍA 12. LA AGONÍA DE GETSEMANÍ. PADRE MÍO
ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS
wPara comenzar todos los días
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Bendita sea la Santísima Trinidad que formó a María Santísima Inmaculada desde el primer instante de su ser, conservándola pura antes del parto, en el parto y después del parto, y enriqueciéndola con todas las gracias y dones de su divino Espíritu, por todos los siglos de los siglos. Amén.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. (x 3)
ORACIÓNA MARÍA SANTÍSIMA
Soberana Reina de los cielos, Abogada de los pecadores y consuelo de todos los afligidos, que quisiste inspirar al gran Patriarca Santo Domingo de Guzmán, tu fiel siervo, la devoción del Santísimo Rosario, para que con ella pudiera vencer a los obstinados herejes albigenses, enemigos implacables de nuestra Religión y de nuestra fe, proveyendo al mismo tiempo en ella un medio sencillo y eficacísimo para conseguir vuestra protección y atraer sobre nuestra alma las gracias del cielo; alcánzanos de tu divino Hijo, nuestro adorable Redentor, que hagamos este santo ejercicio del mes de Octubre a Ti consagrado, con la mayor piedad, atención y recogimiento, para que por este medio consigamos ser, durante toda nuestra vida, incansables devotos de tu Santísimo Rosario. Tú, ¡oh, Virgen María, cuyas gracias y misericordias para con los que te invocan, no se agotan jamás, haz que en estos días participemos de ellas con mayor abundancia, a fin de que, considerando en esta vida tus virtudes y procurando al mismo tiempo imitarlas, podamos algún día cantar tus alabanzas en la gloria por toda la eternidad. Amén.
w Meditación para cada día y oración final.
DÍA DUODÉCIMO
PADRE MÍO, SI ES POSIBLE,
PASE DE MÍ ESTE CÁLIZ. (Mt 26, 39)
PUNTO 1º- Cuánta fue la agonía de Jesús en el Huerto de Getsemaní, no es posible declararlo con palabras. Porque apenas arrodillado y puesto en oración, se le ponen delante todos los tormentos y afrentas que tenía que padecer, con una viveza tal que se asemejaba a la misma realidad Él consideró en aquel instante la ingratitud de los judíos, a quienes había hecho tantos beneficios; la traición de Judas, que le vende con beso de falsa paz; la injusticia de los jueces, que le habían de condenar sin causa; el desprecio de Herodes; la comparación con Barrabás, saliendo Él condenado; los azotes, las bofetadas, las salivas, la corona de espina la hiel y vinagre, los clavos y la cruz. Y como si todo esto no fuera bastante, considera también cuántos hombres se habían de condenar eternamente, a pesar de sufrir por su salvación tantos tormentos, por no querer aprovecharse de este saludable remedio. Vio cuántas ofensas se habían de cometer contra Él y que muchos no habían de creer siquiera en su divinidad. Esto le afligía mucho más aún que todos los tormentos materiales. Sin embargo, Jesús no desiste de padecer tan terrible pasión. ¿Y tú, alma mía, no quieres sufrir los pequeños trabajos con q Dios quiere probarte algunas veces Y te enojas contra Él, porque no los retira de ti, creyéndote la criatura más desgraciada de la tierra? ¿No ves que por ese camino jamás podrás llegar a conseguir tu eterna felicidad?
PUNTO 2º- Para que comprendas mejor la angustia inmensa que se apoderó de Jesús en el Huerto, bástate considerar lo que Jesús, lleno de la mayor aflicción, dijo a su Eterno Padre: Padre mío, si es posible pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la vuestra. Y el Padre Eterno, conmovido de ver a su divino Hijo en tanta angustia, envió un ángel del cielo para que le confortara. Jesús sigue entonces con mayor insistencia en su oración, pero padeciendo una mortal agonía. De tal manera que, como dicen los Evangelistas, su sudor fue como de gotas de sangre, que corría hasta la tierra. ¡Y que esto sufra Jesús por salvar al hombre! ¡Y que el hombre ingrato no quiera tolerar ni el menor trabajo, ni el menor desprecio por Jesús! ¡Ah! Esto es en cierto modo un mundo al revés. ¿Qué necesita Dios de los hombres? Y en cambio ¿no tienen que esperarlo ellos todo de Dios? ¡Oh poco discernimiento de los hijos de Adán!
PUNTO 3º- A pesar de ser tan terribles los tormentos que le esperaban, Jesús se resignó a todo y se conformó con la voluntad de su Padre celestial. Por esto dice en medio de aquella agonía: No se haga mi voluntad sino la vuestra. Esto le dio fuerza para resistir el ímpetu de sus enemigos sin que se alterara su semblante. A Judas, al pérfido Judas, le trata de amigo, a Malco le restituye la oreja que le cortó San Pedro; y, en fin, dándose a conocer a sus enemigos se deja prender y arrastrar de ellos con la mayor mansedumbre. Tales serán en ti, alma mía, los efectos de la oración, si con tiempo acudes a ella; no te olvides jamás de este ejemplo. Pero piensa también que, si no le sigues, te expones a perderte para siempre.
ORACIÓN A JESÚS
SUDANDO SANGRE
¡Esposo amante de las almas, dulce Bien mío, que no contento con someterte a todos los trabajos de la Pasión, causados por tus enemigos, quieres también por tu propia elección sufrir con su memoria y representación vivísima en el Huerto de las Olivas terribles angustias, y haciéndote esta consideración, entrar en agonía y derramar por sudor gotas de sangre! No sé, Dios mío, qué pensar de mí, en vista de esta tu grande voluntad en sufrir. Creo que soy más perverso que Judas, más débil que San Pedro, y más ingrato, que los mismos judíos, pues yo cometo todos estos pecados y apenas doy señales de arrepentimiento. Haz, Dios mío, por los méritos de tu preciosa sangre y los de tu Madre Santísima, que ame la mortificación y rehúya el regalo, principalmente cuando éste venga a constituir alguna ofensa tuya; para que, de este modo, siguiéndote por el camino de los trabajos de esta vida, te pueda seguir después a tu gloria. Amén.
Obsequio a María: Besar tres veces un crucifijo en recuerdo de la sangre derramada por Jesucristo en el Huerto de las Olivas.
w Oraciones para terminar cada día:
La Virgen María prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte. Confiados en tal promesa, invoquemos a la Madre de Dios diciendo:
Dios te Salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. (x 3)
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, no dejes de honrar en este día a la Santísima Virgen con el rezo del santo Rosario! Si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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