20 de agosto. San Bernardo, confesor y doctor de la Iglesia
Bernardo nació en Fontaine (Borgoña), de noble familia. De adolescente se vio muy solicitado por las mujeres, cautivadas de su gran belleza; mas nunca pudo apartársele del propósito de guardar la castidad. Para huir de estas tentaciones, ingresó a los 22 años en el monasterio de Citeaux, cuna de la Orden cisterciense, que en aquel tiempo gozaba de gran reputación. Conocido su intento, sus hermanos se esforzaron mucho en apartarle de él; pero Bernardo, más elocuente en la discusión, convenció a sus hermanos y a muchos otros, siendo el número de 30 los jóvenes que abrazaron con él la vida religiosa. Una vez monje, de tal manera se entregó al ayuno, que el comer resultaba para él un tormento. Asimismo se ejercitaba admirablemente en la oración, en las vigilias y en la práctica de la pobreza cristiana, pareciendo vivir en la tierra una existencia celestial, ajena a todo deseo de las cosas caducas.
Brilló por su humildad, misericordia y su dulzura; la contemplación le era tan familiar que parecía no servirse de los sentidos, sino para las prácticas de piedad, en las cuales se conducía con la más laudable prudencia. Se negó a ocupar algunas sedes episcopales, como Génova y Milán, estimándose indigno de tan alta dignidad. Edificó, siendo abad de Claraval, muchos monasterios, en los que se mantuvieron vigentes durante tiempo las reglas y la disciplina por él establecidas. Cuando el papa Inocencio II restauró en Roma el monasterio de los santos Vicente y Anastasio, Bernardo nombró abad del mismo al que más tarde sería Eugenio III, Papa, y al que dedicó el libro De Consideratione.
Escribió muchos libros, en los cuales parece más instruido por inspiración divina que por el estudio personal. La fama de su virtud hizo que muchas veces fuese llamado a Italia para resolver los litigios entre los príncipes más poderosos y para intervenir en asuntos eclesiásticos. El papa Inocencio II encontró en él un valioso auxiliar al tratar de poner término al cisma de Pedro León y al enviarle como legado al emperador de Alemania, al rey Enrique de Inglaterra y al concilio de Pisa. Por último, a la edad de 73 años, se durmió en el Señor. Por la fama de sus milagros, fue inscrito por el papa Alejandro III en el número de los santos. Después el Sumo Pontífice Pío VIII, por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, declaró a San Bernardo Doctor de toda Iglesia, disponiendo que en todo el orbe cristiano se rezara su Misa y Oficio de Doctores, y concedió a perpetuidad indulgencias plenarias anuales a los que visitaran en este día las iglesias de la Orden cisterciense.
Oremos.
¡Oh Dios, que pusiste a San Bernardo al servicio de tu pueblo, para que lo guiase a la salvación eterna!; concédenos que este maestro de vida en la tierra sea nuestro intercesor en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.
ORACIONES, TEXTOS Y PENSAMIENTOS DE SAN BERNARDO