4 de agosto. Santo Domingo de Guzmán, confesor
Domingo, nacido en Caleruega, España, de la ilustre familia de los Guzmán, estudió en Palencia las bellas letras y la teología con tanto aprovechamiento, que obtuvo la dignidad de Canónigo regular de la iglesia de Osma. Después fundó la Orden de Predicadores. Su madre, estando de él encinta, soñó que su hijo era como un cachorro con una antorcha en la boca, con la cual incendiaría el universo; prefiguraba a Domingo inflamando a los pueblos con el esplendor de la santidad y de la doctrina para conducirlos a la práctica de la piedad cristiana. El presagio se realizó del todo, pues Domingo lo cumplió primero por sí mismo, y después por los religiosos de su Orden.
Su talento y virtud brillaron sobre todo al combatir a los herejes que, con sus perniciosos errores, intentaban pervertir a los tolosanos. En esta labor invirtió siete años, después de los cuales vino a Roma con el obispo de Tolosa y se presentaron al concilio de Letrán para que Inocencio III confirmarse la Orden que había fundado. Mientras el concilio deliberaba sobre este asunto, el Pontífice le aconsejó que voliese a sus discípulos para darles una Regla. Vuelto a Roma, bajo el pontificado de Honorio III, sucesor inmediato de Inocencio, logró la confirmación de la Orden de Predicadores. Fundó en Roma dos monasterios, uno de varones y otro de mujeres. Resucitó tres muertos e hizo muchos otros milagros que contribuyeron singularmente a propagar su Orden.
Gracias a sus trabajos, se habían edificado en todas partes monasterios, y un gran número de personas habían abrazado en ellos la vida religiosa. Estando en Bolonia, en el año 1221, se vio atacado de la fiebre. Sintiéndose cercano a la muerte, reunió a todos sus hermanos y a sus discípulos, y les exhortó a vivir en la inocencia y en el cumplimiento de los deberes de estado. En testamento les dejó, como seguro patrimonio, la caridad, la humildad y la pobreza; y en el momento en que sus hermanos, en oración, pronunciaban las palabras: “Santos de Dios, venid en su ayuda; Ángeles, venid a recibirle”, se durmió en el Señor, en el día octavo de los idus de agosto. El Papa Gregorio IX le puso en el catálogo de los Santos.
Oremos.
Oh Dios, que te dignaste esclarecer a tu Iglesia con los méritos y doctrina del bienaventurado Domingo, Confesor tuyo; concédenos que, por su intercesión, no se vea privada de los auxilios temporales, y que siempre vaya progresando espiritualmente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.