VIRGEN SIEMPRE AGRADECIDA
VIRTUDES DE NUESTRA MADRE
“Proclama
mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador.”
Estas primeras palabras del cántico de nuestra Señora, la Virgen María, nos
hablan de una virtud cada vez menos de moda: la virtud del agradecimiento. La
bella palabra “gracias” se pronuncia
menos, sobre todo en este mundo cada vez más egoísta, individualista, menos
social y comunitario, un mundo técnico y mecánico, donde cada vez el trato
personal va despareciendo y es sustituido por máquinas inteligentes…
Recordemos
esa catequesis en la que el Papa Francisco en esa simplicidad magisterial nos
enseñaba tres palabras que han de estar continuamente en la boca del cristiano,
también en la vida familiar, de amistad y social. Permiso, Perdón y Gracias.
Es
tan importante la virtud del agradecimiento que el refranero español dice “Es
de bien nacidos, ser agradecidos”; pues el agradecimiento brota del sentido de
justicia, da nobleza y dignidad a la persona y manifiesta su delicadeza de
espíritu y su humildad. Por el contrario, ser un “mal nacido” –expresión de las
más desagradables que se puede referir a una persona- es equivalente a ser
desagradecido.
Virgen
siempre agradecida es la Virgen nuestra Señora, con sus hermanos los hombres,
pero en primer lugar con Dios.
Que
hermosa son las palabras de la oración de Jesús cuando dice: “Te doy gracias,
Padre.” Agradecimiento que aprendió de nuestra Señora pues ella vivió en
agradecimiento continuo a Dios.
La
Santa Misa tiene como uno de los fines la acción de gracias, por eso se le
llama también Eucaristía. Esta acción de gracias se expresa en el canto del
prefacio: Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable darte gracias
siempre y en todo lugar. Cada día la Iglesia pronuncia estas palabras de
agradecimiento a Dios; y también nosotros en nuestra oración hemos de rendir
gracias a Dios… Estamos habituados a lamentarnos y suplicar por nuestras
necesidades; a veces, compungidos pedimos al Señor perdón de nuestros pecados…
pero sin duda alguna nuestra acción de gracias es pobre o muchas veces
inexistente. ¡Cuántos bienes nos ha dado el Señor! –canta el pueblo de Israel
en la fiesta de Pascua y nosotros hemos de preguntarnos cada día cuántos
bienes, dones, gracias, beneficios nos concede el Señor desde que abrimos
nuestros ojos a la luz del día hasta que nos acostamos; a lo largo de toda
nuestra vida.
Y
en cambio, muchas veces somos como los hijos de Israel: pagamos al Señor con
nuestros desaires, con nuestro desagradecimiento…. En cuántas ocasiones se nos
podría aplicar aquello de:
Hijos
degenerados, se portaron mal con él,
generación
malvada y pervertida.
¿Así
le pagas al Señor,
pueblo
necio e insensato?
¿No
es él tu padre y tu creador,
el
que te hizo y te constituyó?
Acuérdate
de los días remotos,
considera
las edades pretéritas,
pregunta
a tu padre, y te lo contará,
a
tus ancianos, y te lo dirán. (Dt 32, 5-7)
Hemos
de recordar con respeto a Dios tres verdades que nos han de ayudar a ser
agradecidos con él:
1. Quién es
nuestro benefactor, Dios mismo, su bondad y generosidad hacia nosotros,
sus grandezas…
2. Quiénes somos nosotros, pobres criaturas,
además pecadores indignos.
3. Qué cantidad y calidad de dones
espirituales y materiales nos ha dado el Señor.
La
Virgen María es modelo acabado y perfecto de esta virtud; pues nadie como ella
tuvo conocimiento tan profundo del misterio de Dios… Ninguna otra criatura como
ella tuvo conocimiento de su pequeñez. Ninguna otra criatura recibió más
gracias que ella y fue consciente de todas las maravillas que Dios le concedía.
Su cántico diario era su Magnificat: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”,
era lo que brotaba de su Inmaculado Corazón.
Dice
San Bernardo que la ingratitud es viento abrasador que seca y mata la fuente de
todos los favores y beneficios; pero la gratitud, en cambio, es lo que más
estimula al bienhechor para continuar aumentándolos sin cesar en favor nuestro.
¡Hasta por egoísmo deberíamos de ser agradecidos! Porque con nuestro
agradecimiento, nuestro benefactor todavía se prodiga más en darnos sus
bienes. Nuestro agradecimiento ha
de expresarse con palabras, pero también
con nuestro amor; y obras son amores y no buenas intenciones.
Pide a la Virgen que te enseñe a imitar en su
eterno agradecimiento al Señor.