LA UNIÓN CON JESÚS
EL CORAZÓN DE NUESTRA MADRE (1)
“El
Poderoso ha hecho obras grandes en mí.” En este primer sábado de mes, detengámonos
a considerar las maravillas que Dios ha obrado en el Corazón Inmaculado de la
Virgen María, nuestra Reina y Madre, y que hacen de su Corazón único y
excelente por la unión con el Corazón de su divino Hijo Jesús.
Consideremos
la unión estrechísima que ninguna otra criatura pudo experimentar con Nuestro
Señor Jesucristo desde el momento de la Encarnación hasta el parto virginal: la
vida del Niño Dios era la vida de María, la sangre que corría por las venas de
Verbo eterno humanado, era la sangre de María, el Corazón de Dios palpitaba a
impulsos del Corazón de María. El Dios eterno se hace esclavo de aquella que es
su sierva, su vida depende de su criatura. Y esto ya es un misterio ante el
cual hemos de asombrarnos con admiración; aprendiendo de ello como Dios para
dársenos se hace vulnerable a nosotros: pensemos en el misterio de la Eucaristía.
Él quiere dársenos como alimento, por ello se realiza el misterio de la
transubstanciación, y en la comunión viene a nosotros… Pero no siempre es
recibido debidamente, no siempre el alma se dispone a esta gracia; y no digamos
ya de aquellos que se acercan a la comunión en pecado cometiendo sacrilegio. Ojalá
aprendiésemos de nuestra Señora a recibir debidamente al Señor que viene a
nosotros y se hace eucaristía para nosotros, y viene en los otros sacramentos,
y viene en su palabra… y nos concede tantas gracias…
Ojalá
nosotros fuésemos como aquella que se reconoce Esclava, inmaculados y humildes
para recibir al Rey de los cielos que se abaja a nuestra pobreza.
La
unión entre los Corazones de Jesús y María, María y Jesús no fue rota con el
parto, pues siempre se mantuvo durante la vida terrena del Señor. Dos corazones
que forman un solo corazón, no en unidad de esencia, como la Unidad del Padre y
del Hijo, sino en unidad de sentimiento, de afecto y de voluntad.
La
Virgen sentía lo mismo que su Hijo, la Virgen amaba los mismo que Jesús, la
Virgen quería y deseaba lo mismo que su Hijo Dios.
¿Cuáles
eran los sentimientos de María? Los de Jesús. ¿Cuáles eran los afectos de
María? Los de Jesús. ¿Cuáles eran los deseos y quereres de María? Los de Jesús.
No hubo en ninguna ocasión discrepancia y desunión entre estos Sagrados
Corazones, aun a pesar de la oscuridad de la fe pues como relata el Evangelio “Sus
padres nos comprendieron su respuesta y María su madre guardaba todas estas
cosas meditándolas en su corazón.”
Hoy
al venerar y acudir a reparar el Corazón de María, hemos de pedirle también la
gracia de nosotros llegar a tener esa unión de sentimientos, de afectos y
voluntad con ella. Si hacemos examen, vemos cuanta discrepancia hay entre
nuestros sentimientos, afectos y quereres y los de Jesús y de María. “Tened los
mismos sentimientos de Cristo” (Fil 2,5) –decía san Pablo a los Filipenses. Tened
los mismos sentimientos de Cristo y de la Virgen María, su Madre, es la
invitación que hoy se nos hace para en verdad reparar y desagraviar por tantas
ofensas, por tantos sacrilegios, por tantas profanaciones.
Jesús
y María, haced mi corazón semejante al vuestro: que yo tenga los mismos
sentimientos, los mismos afectos, los mismos deseos de vuestros corazones.
Purificad mi corazón de los sentimientos, afectos y deseos que me apartan de
vosotros. Elevad con la gracia divina aquellos sentimientos, afectos y deseos
buenos que hay en mí para que todo lo haga en unión con vosotros. Así lo
pedimos. Que así sea. Amén.