lunes, 29 de febrero de 2016

EL MODO DE OBRAR DEL SEÑOR EN SU HUMANIDAD, MANIFIESTA LA CONDUCTA DE SU DIVINIDAD. San Ambrosio, obispo


Homilía de maitines

LUNES DE LA III SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN AMBROSIO, OBISPO
Libro 4 sobre el cap. 4 de San Lucas, después del medio.
Vemos que la envidia que hacia Jesús sentían sus conciudadanos, no fue mediocre, ya que les hizo olvidar aun el afecto que suelen profesarse mutuamente las personas de un mismo lugar, y troco en odio cruel los motivos que tenían de amarle. Este ejemplo y las palabras de Cristo nos dan a entender que en vano esperaremos el auxilio de la celestial misericordia, si envidiamos la virtud de nuestros hermanos. Pues el Señor rechaza a los envidiosos y niega los milagros de su poder a aquellos que persiguen con un odio secreto los beneficios divinos otorgados a los demás; ya que el modo de obrar del Señor en su humanidad, manifiesta la conducta de su divinidad, haciéndonos patentes sus secretos invisibles por medio de las cosas visibles.
No sin motivo se excusa el Salvador de no haber realizado ningún milagro en su patria, no fuera que alguno pensase que habíamos de tener en poco el amor a la patria. Y ciertamente, no podía dejar de amar a sus conciudadanos, aquel que amaba a todos. Ellos se privaron de este amor, dejándose llevar de la envidia. “En verdad os digo, había muchas viudas en los días de Elías”. No se llaman días de Elías, porque le perteneciesen, sino porque fueron testigos de los actos de Elías, o porque este profeta hacia brillar el día a los ojos de aquellos que en sus obras veían  la luz de la gracia espiritual y se convertían al Señor. Por eso se abría el cielo a los que consideraban los divinos y eternos misterios; se cerraban y sobrevenía el hambre cuando ningún deseo tenían del conocimiento de la divinidad. De eso tratamos ya extensamente al escribir sobre las viudas.
“También existían en Judea muchos leprosos en tiempo del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado sino Naamán Sirio”. Evidentemente aquí las palabras saludables del Señor nos instruyen y exhortan al deseo del culto de Dios, ya que se nos dice que nadie sanó ni fue libre de la lepra corporal, sino aquel que con la religiosa piedad procuro la salud. Pues los dones divinos no se comunican a los negligentes sino a los que proceden con solicitud. Ya dijimos en otro libro, que aquella viuda a la cual fue enviado Elías, era símbolo de la Iglesia. Fue el pueblo (hebrero) el que primero formo la Iglesia, pero para ceder el lugar a otro pueblo, compuesto de naciones extranjeras. Este pueblo se hallaba manchado con la lepra, este pueblo estaba degenerado antes de recibir la regeneración en el místico baño; pero una vez purificado de las manchas del cuerpo y del alma mediante el bautismo, no es ya un leproso, sino como una virgen inmaculada y sin arruga alguna.