Homilía de
maitines
24/25 de febrero
SAN MATÍAS APÓSTOL (II clase)
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Homilía de San
Agustín Obispo
Sermon 10 sobre las palabras del Señor
Venid a mí los que estáis cansados y agobiados
con penas y trabajos. ¿Por qué todos estamos agobiados, sino porque somos
hombres mortales, frágiles, enfermos, cargados con estos vasos de barro,
ocasión unos para otros, de sufrimientos y molestias? Más si estos vasos de
carne nos tienen oprimidos, ensanchemos en nosotros los espacios de la caridad.
¿Por qué dice: “Venid a mí todos los que sufrís”, sino para que no sufráis?
Ved, si no, la promesa que nos hace inmediatamente. Acaba de llamar a sí a los
que sufren, y éstos pueden preguntarse qué recompensa les ofrece. “Y yo, dice,
os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprenden de mí”, no a fabricar el
mundo, no a crear las cosas visibles e invisibles, no a realizar maravillas en
el mundo, ni a resucitar a los muertos, sino a ser humildes y mansos de
corazón.
¿Quieres ser grande? Comienza por ser
pequeño. ¿Piensas edificar una muy elevada construcción? Ante todo piensa en el
fundamento de la humildad. Cuando uno se prepara para levantar una gran
edificación, tanto más hondo cava el fundamento cuanto el edificio ha de ser
más alto. Y a la verdad, cuando se construye, el edificio, se eleva hacia lo
alto; mas aquel que cava el fundamento desciende hasta lo profundo. De consiguiente,
el edificio ha de elevarse, comienza en el fondo del suelo, y no se llega a la altura del remate sino
después de esta humillación.
¿Cuál es la cumbre de la edificación que
intentamos construir? ¿A dónde ha de llegar? Me apresuro a decirlo: hasta la visión de
Dios. Ya podéis comprender que cosas tan excelsa y tan grande sea ver a Dios.
La verdadera felicidad, en efecto, consiste en ver a aquel Dios que nos ve. Los
adoradores de los dioses falsos los ven sin dificultad, más ven a aquellos que
tienen ojos y no ven. A nosotros se nos promete la visión del Dios que vive y que
nos ve.