DOMINGO
DE QUINCUAGÉSIMA
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
Tomando consigo a los Doce, les
dijo: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y se cumplirá en el Hijo del hombre
todo lo escrito por los profetas, pues será entregado a los gentiles y será
escarnecido, insultado y escupido, y después de azotarlo lo matarán, y al
tercer día resucitará». Pero ellos no entendieron nada de esto, este lenguaje
era misterioso para ellos y no comprendieron lo que les decía. Cuando se
acercaba a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron: «Pasa
Jesús el Nazareno». Entonces empezó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten
compasión de mí!». Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero
él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se paró y
mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que
haga por ti?». Él dijo: «Señor, que recobre la vista». Jesús le dijo: «Recobra
la vista, tu fe te ha salvado». Y enseguida recobró la vista y lo seguía,
glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.
Lc 18, 31-43.