sábado, 27 de febrero de 2016

OBRA ERES DE DIOS. San Ambrosio, obispo


Homilía de maitines

SÁBADO DE LA II DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN AMBROSIO, OBISPO
Libro 8 de los coment. Sobre el capitulo 15 de San Lucas, después del principio.
Vemos que el divino patrimonio se da al que lo pide. Y no culpes al padre por haber dado al más joven su parte. En el Reino de Dios no existe edad alguna que sea joven, ni la fe envejece con los años. Aquel joven que pidió su parte, se sintió capaz de conservarla; y ojalá no se hubiera alejado del padre, pues así no habría experimentado las dificultades que halló en su juventud. Pero cuando dejada la casa paterna partió a un país lejano, empezó a experimentar hambre. A la verdad que pierde su patrimonio quien se aparta de la Iglesia.
“Partió lejos, a una región muy distante.” ¿Puede haber mayor alejamiento que apartarse el hombre de sí mismo; que estar alejado de los justos, no por las fronteras, sino por las costumbres; no por la extensión de territorios, sino por los afectos; que estar alejados de los santos por el mar agitado de los placeres que parece interponerse entre ellos y nosotros? A la verdad, que aquel que se aleja de Cristo esta desterrado de la patria, es ciudadano del mundo. Aunque nosotros seamos extraños y peregrinos, con todo somos conciudadanos de los santos, y moradores de la casa de Dios. Ya que cuantos estábamos distanciados nos hemos acercado mediante la sangre de Cristo. No envidiemos a los que vuelven de una región muy distante, pues también estuvimos en ella, como enseña Isaías: “Se ha mostrado la luz a los que estaban sentados en la región de las sombras de la muerte”. La región muy  apartada la constituye la sombra de la muerte.
Mas nosotros que tenemos ante nuestros ojos a Jesucristo, nuestro Señor, que es como el alma de nuestra alma, vivimos a la sombra de Cristo. Por esto dice la Iglesia: “Me senté a la sombra de aquel a quien había deseado”. El hijo prodigo, viviendo lujosamente, maltrato todos los dones de la naturaleza. Por lo cual, tú que recibiste la imagen de Dios, que conservas su semejanza, no quieras perderla con la fealdad del pecado, indigna de una criatura racional. Obra eres de Dios. No digas a las criaturas: Vosotras sois mi Padre. No sea que te hagas semejante a ellas, según esta escrito: “Sean semejantes a ellas quienes obran de tal suerte”

Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Galvez