Homilía
de maitines
SÁBADO DE LA II DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA
DE SAN AMBROSIO, OBISPO
Libro 8 de los coment. Sobre el capitulo 15 de San Lucas, después
del principio.
Vemos que el divino patrimonio se da al que lo
pide. Y no culpes al padre por haber dado al más joven su parte. En el Reino de
Dios no existe edad alguna que sea joven, ni la fe envejece con los años. Aquel
joven que pidió su parte, se sintió capaz de conservarla; y ojalá no se hubiera
alejado del padre, pues así no habría experimentado las dificultades que halló
en su juventud. Pero cuando dejada la casa paterna partió a un país lejano,
empezó a experimentar hambre. A la verdad que pierde su patrimonio quien se
aparta de la Iglesia.
“Partió lejos, a una región muy distante.” ¿Puede
haber mayor alejamiento que apartarse el hombre de sí mismo; que estar alejado
de los justos, no por las fronteras, sino por las costumbres; no por la
extensión de territorios, sino por los afectos; que estar alejados de los
santos por el mar agitado de los placeres que parece interponerse entre ellos y
nosotros? A la verdad, que aquel que se aleja de Cristo esta desterrado de la
patria, es ciudadano del mundo. Aunque nosotros seamos extraños y peregrinos,
con todo somos conciudadanos de los santos, y moradores de la casa de Dios. Ya
que cuantos estábamos distanciados nos hemos acercado mediante la sangre de
Cristo. No envidiemos a los que vuelven de una región muy distante, pues
también estuvimos en ella, como enseña Isaías: “Se ha mostrado la luz a los que
estaban sentados en la región de las sombras de la muerte”. La región muy apartada la constituye la sombra de la
muerte.
Mas nosotros que tenemos ante nuestros ojos a
Jesucristo, nuestro Señor, que es como el alma de nuestra alma, vivimos a la sombra
de Cristo. Por esto dice la Iglesia: “Me senté a la sombra de aquel a quien
había deseado”. El hijo prodigo, viviendo lujosamente, maltrato todos los dones
de la naturaleza. Por lo cual, tú que recibiste la imagen de Dios, que
conservas su semejanza, no quieras perderla con la fealdad del pecado, indigna
de una criatura racional. Obra eres de Dios. No digas a las criaturas: Vosotras
sois mi Padre. No sea que te hagas semejante a ellas, según esta escrito: “Sean
semejantes a ellas quienes obran de tal suerte”
Transcripto
por gentileza de Dña. Ana María Galvez