lunes, 15 de febrero de 2016

EL ROSARIO DE HOY CON SAN CLAUDIO DE LA COLOMBIÉRE


Santo Rosario.
Por la señal... 
Monición inicial: 
Entre los santos que la Iglesia celebra hoy, está  san Claudio de La Colombière, sacerdote de la Compañía de Jesús, que vivió entregado a la oración y con sus consejos dirigió a muchos en su esfuerzo para amar a Dios (1682). Siendo superior en Paray-le-Monial (Francia) dirigió espiritualmente a Santa Margarita María de Alacoque, a la que por destino de la Providencia ayudó en la propagación de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Sus palabras: “he resuelto no pedir nada a Dios, en ninguna oración, que no sea por intercesión de María,” nos invitan a confiarnos a la Virgen Santísima y pedirle que seamos apóstoles de su Inmaculado Corazón y el de su Hijo.
Señor mío Jesucristo...  
MISTERIOS GOZOSOS
1.- La encarnación del Hijo de Dios en las entrañas purísimas de la Virgen María.
“No encuentro aquí sino anonadamiento y humildad. El Ángel se abaja a los pies de una doncella, María toma la calidad de sierva, el Verbo se hace esclavo y Jesucristo, concebido en el seno de su Madre, se anonada delante de Dios de la manera más sincera y profunda que es posible imaginar. Dios mío, ¡qué hermoso espectáculo para Vos ver a seres tan excelentes humillarse delante de Vos de un modo tan perfecto, cuando Vos los honráis con los más extraordinarios favores! ¡Cuánto placer experimento considerando los sentimientos interiores de estas divinas personas; pero sobre todo, ese profundo anonadamiento, por el cual Jesucristo empieza a glorificar a su Padre y a reparar el agravio que el orgullo de los hombres ha hecho a Su Majestad! En cuanto a mí, no puedo humillarme viendo esto, porque ¿dónde podré meterme, pues veo al mismo Jesucristo en la nada? He aquí cómo rebajar mi orgullo: ¡el Hijo de Dios anonadado delante de su Padre! Hasta ahora no había comprendido las palabras de san Bernardo: ¡Qué insolencia que un gusano se infle de orgullo cuando el Hijo único del Padre se humilla y anonada! ”
2.-La Visitación de Nuestra Señora a su prima santa Isabel.
“Más aún: viendo que hagamos grandes cosas, o por decir mejor, que Dios haga grandes cosas por nosotros, es muy digno de admiración y de alabanza que Él haga tan buen uso de tan malos instrumentos; pero no soy por eso mejor; y puede suceder que Dios me condene después de haber salvado a muchos por mi medio, como sucede que un pintor tira al fuego un carbón que le ha servido para trazar un dibujo admirable y excelentes figuras. La práctica de la Santísima Virgen es admirable; confiesa de buena fe que Dios ha obrado en ella grandes cosas y que por eso la alabarán todas las generaciones; pero en vez de envanecerse, «Mi alma engrandece al Señor» (Lc 1,46).”
3.-El nacimiento del Niño Dios en el portal de Belén
“Nada tan puro como la maternidad de María. Dio a luz a Jesucristo sin perder nada de su integridad; ninguna mancha, ninguna sombra empañó la santidad de este parto. Así es como las personas apostólicas deben hacer nacer a Jesucristo en los corazones. Sucede a veces que nos manchamos purificando a otros. Es cosa frecuente, y hasta es una especie de milagro el que no pierda un hombre nada de su humildad, nada de su santidad en las obras de celo, y que en ellas no busque más que a Dios. Dios nos había dejado caer en un abismo de miserias para tener ocasión de manifestarnos su amor. Pero nuestras miserias, por grandes que sean, estaban muy por debajo de su celo. Una sola gota de su sangre bastaba para curarnos; pero su amor no se podía contentar con tan poca cosa: derramó hasta la última gota de sus venas. No era esto necesario para la curación de nuestros males; pero sí lo era para la manifestación de su amor.”
4.-La purificación de Nuestra Señora y presentación del Niño Jesús en el templo
¡Qué ofrenda! ¡Qué bien hecha de parte de Jesús y de María! ¡Qué honor dado a Dios en esta ocasión! Yo hago la misma ofrenda en la Misa; ¡si la hiciese con los mismos sentimientos, con los mismos deseos de agradar a Dios! Me gusta considerar en el cántico de Simeón la profecía clara y neta de la conversión de los Gentiles: «Tu Salvación, que preparaste en presencia de los pueblos, Luz para la iluminación de las gentes» (Lc 2, 31-32). Este santo varón estaba bien iluminado; seguro que tenía gran santidad para merecer tan señalados favores. Hay pocos verdaderos santos; pero los hay, sin embargo, y los ha habido en todo tiempo.
5.- El niño Jesús perdido y hallado en el templo

“«¿Por qué me buscabais, etcétera?» (Lc 2,49). En esta meditación me ha conmovido mucho el dolor que sintió la Virgen durante los tres días en que estuvo privada de la presencia de su Hijo; pero aún más, la tranquilidad de su corazón, que no se turbó en esta ocasión en que, al buscar a Jesús, se ejercitaba en actos de la más heroica y sumisa resignación que hubo jamás. «Conviene que yo me ocupe en las cosas de mi Padre» (Lc 2,49). He encontrado en estas palabras grandes lecciones para mí. Aunque el mundo entero se sublevase contra mí, se burlase de mí, se quejase, me censurase, es necesario que yo haga todo lo que Dios me pida, todo lo que me inspire para su mayor gloria. Se lo he prometido y espero observarlo con la gracia de Dios. Esto pide una gran vigilancia; sin ella, fácilmente se deja uno sorprender por el respeto humano, sobre todo cuando se es tan débil como soy yo.”