Santo Rosario.
Por la
señal...
Monición inicial: El 4 de febrero de 1811, nacía San Pedro Julián
Eymard, que fue primeramente sacerdote diocesano y después miembro de la
Compañía de María. Adorador eximio del Misterio eucarístico, fundó nuevas
congregaciones, una de clérigos y otra de mujeres, para fomentar y difundir la
piedad hacia el Santísimo Sacramento. Murió en la aldea La Mure, cerca de
Grenoble, en Francia, donde había nacido en el año 1868. Con algunos de sus
pensamientos meditamos el rosario de hoy.
MISTERIOS DOLOROSOS
1. La Oración de Jesús en el Huerto
“Comenzad vuestras adoraciones con un
acto de amor y abriréis vuestras almas deliciosamente a su acción divina. Es
por el hecho que comenzáis por vosotros mismos que os detenéis en el camino.
Pero, si comenzáis por otra virtud y no por el amor vais por un falso
camino…..El amor es la única puerta del corazón.”
2. La flagelación de Jesús atado a la
columna.
“Cuánta tristeza es para Jesús la de
permanecer ignorado, abandonado, menospreciado en los sagrarios. Son pocos los
cristianos que creen en su presencia real, muchos son los que lo olvidan, y
todo porque Él se hizo demasiado pequeño, demasiado humilde, para ofrecernos el
testimonio de su amor. Pedid perdón, haced descender la misericordia de Dios
sobre el mundo por todos los crímenes....”
3. La coronación de espinas
“No querer llegarse a Nuestro Señor
con la propia miseria o con la pobreza humillada es, muy a menudo, el fruto
sutil del orgullo o de la impaciencia; y sin embargo, es esto que el Señor más
prefiere, lo que Él ama, lo que Él bendice.”
4. Nuestro Señor con la cruz a cuestas
camino del Calvario
“Jesucristo quiso igualmente
establecer estas relaciones que hemos dicho para significarnos incesantemente
los efectos que debe producir la Eucaristía en nosotros.
Los cuales son: primero, hacernos
morir al pecado y a las inclinaciones viciosas.
Segundo, hacernos morir al mundo y
crucificarnos con Jesucristo, según expresión de San Pablo: Mihi mundus
crucifixus est et ego mundo.
Tercero, hacernos morir a nosotros
mismos, a nuestros gustos, a nuestros deseos, a nuestros sentidos, para que
podamos revestirnos de Jesucristo, para que pueda Él vivir en nosotros y
nosotros no ser otra cosa que miembros suyos sumisos a su voluntad.”
5. La crucifixión y muerte del Señor
“Cuantas veces nos hallamos en
presencia de la Eucaristía debemos exclamar: Este precioso testamento ha
costado la Vida a Jesucristo, y nos da a conocer la inmensidad de su amor, ya
que Él mismo dijo que la mayor prueba de amor es dar la vida por sus amigos.”