jueves, 18 de febrero de 2016

LA FE CONLLEVA COMO FRUTO LA PROMOCIÓN DE LA SOCIEDAD Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (nn. 66-68)

LA FE CONLLEVA COMO FRUTO LA PROMOCIÓN DE LA SOCIEDAD
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (nn. 66-68)
La historia pone de manifiesto que donde llegó el evangelio se dio una promoción de la realidad del hombre renovando y mejorando las realidades sociales en todos sus ámbitos. Es algo evidente para quien lo quiera ver –aunque muchos lo nieguen- que el cristianismo aporta al hombre una “humanización” mayor que cualquier otro tipo de religión o de ideología. Es decir, ser cristiano nos hace más y mejores hombres y mujeres. Pensemos en la misma sociedad romana como fue mejorada y vitalizada, como se humanizaron las relaciones entre los diferentes miembros de la sociedad en la medida que el cristianismo ganaba lugar a la religión de los dioses paganos. Pensemos también la evangelización de América, de Asia o de África… Se llevó el Evangelio, pero con el Evangelio se llevó también la técnica, la cultura, el desarrollo… Se  ayudó a aquellas sociedades primitivas a avanzar en desarrollo y se les ayudó a ser mejores y más humanos. El mismo concepto de bienestar social que hoy vivimos es fruto del pasado cristiano de nuestra sociedad. Se cumple así las palabras de Jesús: “Vosotros sois la sal de la tierra”.
¿Hubo errores? ¿Hubo injusticias? Claro que sí, porque donde hay hombres hay pecado… pero se hizo y se hace un bien inmenso, mayor que el mal que se puede originar.
Como contraste a esta promoción ligada al anuncio del Evangelio, pensemos un poco en las consecuencias actuales de las descristianización de las naciones: la cultura de la muerte impera y va ganando terreno. Cultura de la muerte que desvaloriza al hombre y lo convierte en un objeto de mercado y de intereses económicos.   
El Evangelio está ligado a la promoción humana porque la fe que la Iglesia debe anunciar y nosotros cristianos hemos de testimoniar con nuestra vida afecta  y vertebra toda nuestra realidad. Quizás en nuestros días el problema es que la religión es un “apartado” inconexo con nuestra vida. Por un lado practicamos la religión y por otro camino va nuestra vida, aunque sea una contradicción.  Esta es la enfermedad de los cristianos de hoy, esta es nuestra enfermedad a la que hemos de poner remedio.

La Iglesia con su anuncio del Evangelio no está llamada a “organizar” la sociedad y las realidades temporales, aunque en el pasado se haya visto obligada a ello, sino que su misión es iluminar las inteligencias para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina, y cada cristiano individual y colectivamente ha de trabajar por ello desde todos los ámbitos de la sociedad: política, economía, salud, educación…