LA FE CONLLEVA COMO FRUTO LA PROMOCIÓN DE LA SOCIEDAD
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia (nn. 66-68)
La historia pone
de manifiesto que donde llegó el evangelio se dio una promoción de la realidad
del hombre renovando y mejorando las realidades sociales en todos sus ámbitos.
Es algo evidente para quien lo quiera ver –aunque muchos lo nieguen- que el
cristianismo aporta al hombre una “humanización” mayor que cualquier otro tipo
de religión o de ideología. Es decir, ser cristiano nos hace más y mejores
hombres y mujeres. Pensemos en la misma sociedad romana como fue mejorada y
vitalizada, como se humanizaron las relaciones entre los diferentes miembros de
la sociedad en la medida que el cristianismo ganaba lugar a la religión de los
dioses paganos. Pensemos también la evangelización de América, de Asia o de
África… Se llevó el Evangelio, pero con el Evangelio se llevó también la
técnica, la cultura, el desarrollo… Se
ayudó a aquellas sociedades primitivas a avanzar en desarrollo y se les
ayudó a ser mejores y más humanos. El mismo concepto de bienestar social que
hoy vivimos es fruto del pasado cristiano de nuestra sociedad. Se cumple así
las palabras de Jesús: “Vosotros sois la sal de la tierra”.
¿Hubo errores?
¿Hubo injusticias? Claro que sí, porque donde hay hombres hay pecado… pero se
hizo y se hace un bien inmenso, mayor que el mal que se puede originar.
Como contraste a
esta promoción ligada al anuncio del Evangelio, pensemos un poco en las
consecuencias actuales de las descristianización de las naciones: la cultura de
la muerte impera y va ganando terreno. Cultura de la muerte que desvaloriza al
hombre y lo convierte en un objeto de mercado y de intereses económicos.
El Evangelio
está ligado a la promoción humana porque la fe que la Iglesia debe anunciar y
nosotros cristianos hemos de testimoniar con nuestra vida afecta y vertebra toda nuestra realidad. Quizás en
nuestros días el problema es que la religión es un “apartado” inconexo con
nuestra vida. Por un lado practicamos la religión y por otro camino va nuestra
vida, aunque sea una contradicción. Esta
es la enfermedad de los cristianos de hoy, esta es nuestra enfermedad a la que
hemos de poner remedio.
La Iglesia con
su anuncio del Evangelio no está llamada a “organizar” la sociedad y las
realidades temporales, aunque en el pasado se haya visto obligada a ello, sino
que su misión es iluminar las inteligencias para establecer y consolidar la
comunidad humana según la ley divina, y cada cristiano individual y
colectivamente ha de trabajar por ello desde todos los ámbitos de la sociedad:
política, economía, salud, educación…