jueves, 5 de septiembre de 2024

SEXTA MEDITACIÓN: Sobre estas palabras: « Nada valemos». MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS. San Juan Eudes

 


SEXTA MEDITACIÓN

Sobre estas palabras: « Nada valemos».

MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD

Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS

San Juan Eudes

 

Para comenzar cada día:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, digamos la siguiente oración:

 

Profesión de Humildad

 

Señor Jesucristo, nada somos,

nada podemos ni valemos,

nada tenemos a no ser nuestros pecados.

Somos siervos inútiles, nacidos en la enemistad,

últimos de los hombres,

primeros de los pecadores.

Sea para nosotros la vergüenza y la confusión,

y para ti, la gloria y el honor por siempre jamás.

Señor Jesucristo, compadécete de nosotros. Amén.

 

SEXTA MEDITACIÓN

Sobre estas palabras: « Nada valemos».

 

PUNTO PRIMERO: Nuestro Señor quiso ser tratado como un hombre  insignificante, como una nada.

 

Consideremos que en Nuestro Señor Jesucristo no existe nada que no tenga un valor infinito. Todo lo que hay en su humanidad y divinidad, en su cuerpo y en su alma, en sus pensamientos, palabras y acciones tiene un precio infinito; regocijémonos de ello dándole gracias al Padre Eterno por haber hecho que todo lo perteneciente a su Hijo Jesús fuera tan noble y precioso.

Consideremos que Nuestro Señor Jesucristo, aunque infinitamente adorable en todo, quiso sin embargo ser tratado como si nada hubiera valido su persona. Porque, tanto se despreció sus palabras, sus obras, su humanidad sagrada, su sangre y su vida, que diríamos todo esto carecía en absoluto de valor. Desgraciadamente, hoy mismo se le sigue tratando de la misma manera por los judíos, por los infieles y por los herejes en el Santísimo Sacramento y por la mayoría de los cristianos, que blasfeman de Él, lo crucifican y lo profanan, llegando hasta pisotearlo ignominiosamente.

Adorémoslo en estas humillaciones; avergoncémonos de ver a quien es infinitamente precioso que sin embargo se humille hasta el punto de sufrir que se le trate como si El nada fuera y que nosotros, que en realidad no valemos nada, queramos ser estimados según las pretensiones de nuestra vanidad y orgullo exorbitante.

 

PUNTO SEGUNDO: Por nuestros pecados somos en verdad las más viles entre todas las criaturas.

 

Consideramos la Verdad de esta palabra: «Nada valemos», que es tan real y evidente que no hay criatura alguna, por despreciable que sea, aún entre las irracionales, insensibles e inanimadas, de la que no se pueda decir que vale mucho más que nosotros a causa de la corrupción del pecado que deslustra monstruosamente nuestra posible belleza. Tan es así, que hemos de humillarnos por debajo de cuanto de más abyecto pueda existir: somos menos que el fango, menos que el polvo, menos que nada. Como David decía hablando de sí mismo que no era más que un perro mortecino perseguido por Dios; y como Mefiboset, hijo de Jonatás, hablándole de sí mismo a David humildemente le decía: «Quién soy yo tu esclavo que te dignaste mirar a un perro muerto como yo?», a su imitación debiéramos nosotros juzgar nuestra despreciable, y sin embargo tan orgullosa, persona. Repitamos con el gran Salomón, sabio entre los sabios: «Aún cuando nos alabemos exageradamente, ¿valdríamos algo? Nada, absolutamente nada». 1 Re 14,15; 1Re 9,8; Eclo 43,30.

 

PUNTO TERCERO: En calidad de hijos de Adán hemos merecido el fuego eterno.

 

Consideremos lo que afirma Nuestro Señor con las palabras siguientes: «Buena es la sal; pero si se ha puesto insípida, para nada sirve ya sino para ser botada y pisoteada por los hombres». Mt 5,13. Consideremos que todas las veces que por el pecado hemos ofendido a Dios, hemos caído en el estado que indican las palabras del Señor: nos hemos convertido en sal insípida, y por lo tanto, ya no servimos para nada sino para ser arrojados de la casa de Dios y pisoteados por todo el mundo. Es más; no servimos sino para ser arrojados en el fuego del infierno, según palabras que un día dijo Dios a un profeta: «Qué se hará con el sarmiento seco de la vid? ¿Acaso para algún trabajo? No, para nada, como dice Nuestro Señor en el evangelio;  servirá   sólo   para   alimentar  el   fuego:   «Será arrojado al fuego». Mt. 3,10; Lc 3,9.

Esto es lo que hemos merecido como hijos de Adán: No servimos por nuestros pecados sino para ser arrojados al fuego eterno. Y lo peor de todo es que ni siquiera se requiere que la justicia Divina se tome la pena de arrojarnos ella misma a la hoguera del infierno ni que Dios se siente en su trono para juzgarnos; hemos de entrar en los sentimientos de Job, que, al considerar la bajeza y corrupción humana, admirado exclamaba: «¿Es posible que os toméis la pena de abrir vuestros ojos divinos sobre una criatura tan infeliz y despreciable y que os dignéis hacerla comparecer en juicio ante vuestra presencia? » Job 14,18.

 

ORACIÓN JACULATORIA: «Oh Señor Jesucristo, no valemos nada».

 

Para finalizar cada día:

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.