lunes, 9 de septiembre de 2024

10. SOMOS HIJOS DE LA CÓLERA (2). MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD. SAN JUAN EUDES

DÉCIMA MEDITACIÓN

Sobre las mismas palabras: «Somos hijos de la cólera».

 

MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD

Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS

San Juan Eudes

 

Para comenzar cada día:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, digamos la siguiente oración:

 

Profesión de Humildad

 

Señor Jesucristo, nada somos,

nada podemos ni valemos,

nada tenemos a no ser nuestros pecados.

Somos siervos inútiles, nacidos en la enemistad,

últimos de los hombres,

primeros de los pecadores.

Sea para nosotros la vergüenza y la confusión,

y para ti, la gloria y el honor por siempre jamás.

Señor Jesucristo, compadécete de nosotros. Amén.

 

DÉCIMA MEDITACIÓN

Sobre las mismas palabras: «Somos hijos de la cólera».

 

No sólo llevamos en lo íntimo de nuestro ser la fuente de todo pecado y un peso infinito que a él nos arrastra, sino que somos el fondo y el abismo de todo pecado, por cuatro razones. La primera es que en cuanto de nosotros depende, aniquilarnos a Dios por nuestros pecados y, por consiguiente, con él destruimos todas sus obras, lo que viene a ser el colmo de !a malicia del pecado y del pecador; dejando esta verdad para meditarla mañana, nos contentaremos hoy con la consideración de las tres razones restantes, que constituirán el tema de la meditación de hoy.

 

PUNTO PRIMERO: El pecador usurpa el sitio de Dios y se constituye en dios de sí mismo.

 

Nosotros somos el fondo y el abismo del pecado porque éste y el que lo comete, según sus posibilidades: no sólo derriba a Dios de su trono para aniquilarlo, sino que, lo que es peor, se entroniza a sí mismo como dios usurpando a su legítimo dueño la divinidad. Para comprender esta verdad, es preciso saber que, cuando Dios creó al hombre y a todos los demás seres, no los creó sino para sí; y que, siendo el principio, el ejemplar y el fin del hombre y de todas las criaturas, quiere que vuelvan a Él como a su origen; que le imiten, que informen su vida y sus acciones en Él, su ejemplar y modelo; que le sigan como a su norma, y que tiendan a Él con todas sus fuerzas, en pensamientos, palabras y acciones, como a su fin último. Para lograrlo, dio al hombre un espíritu, un corazón y una voluntad para conocerle y amarle, para volverse a Él y para imitarlo y tender sin cesar hacia El como a su centro. Y para que hiciera todo esto con alegría y facilidad, iluminó su espíritu con las luces de la fe, adornó su alma con la gracia y sembró el amor en su corazón.

Mas ¿qué hizo el ingrato? Se alejó de Dios y se reconcentró el¡ sí mismo; en vez de emplear su amor en Dios, lo gastó en amarse a al mismo; en vez de volverse a Dios como su principio, se apartó de Él y se replegó sobre sí mismo; en vez de atribuir a Dios todos los bienes de la naturaleza y gracia recibidos, se los apropió por la complacencia, por el temor y por la estima personal, como si hubieran salido de él, que al fin no es sino nada. En lugar de tener a Dios como a ejemplar y norma, no acepta otra regla que sus pasiones; en lugar de dejarse guiar por el espíritu de Dios, no quiere otra línea de conducta sino la de su Propio espíritu; en lugar de tender a Dios como a su fin, de tornar su reposo en Él y de hacer todas sus acciones por Él, tiende en todo a complacerse a sí mismo, pretende buscar su descanso en su propia persona y ejecuta sus obras todas por personal interés.

¿Y qué hace el pecador? Antepone y prefiere sus voluntades, sus intereses sus satisfacciones y su honor a las voluntades, intereses, satisfacciones y honor de Dios. Y así usurpa el sitio de Dios, se hace el Dios de sí mismo, se adora a sí mismo y tributa a su propia persona homenajes a que sólo Dios tiene derecho.

Este es el colmo de la iniquidad; y esto es lo que hemos hecho cuando pecamos. He aquí por qué debemos considerarnos, despreciarnos y aborrecernos como el abismo sin fondo del pecado.

 

PUNTO SEGUNDO: El pecador pretende constituirse en Dios de las criaturas.

 

No sólo el pecador se convierte en Dios de sí mismo, sino que pretende llegar a ser el Dios de todas las criaturas; en efecto, quiere que le rindan homenajes a que sólo Dios tiene derecho, que prefieran sus inclinaciones, sus intereses, sus placeres y sus honores a los de Dios. Y cuando la criatura todo debiera atribuirlo y referirlo a Dios sólo, fuente única de todo bien, el pecador pretende que se le estime como si de sí propio poseyera algún bien, y que le alabe y aplauda en cuanto hace, como si pudiera dé al mismo salir algo bueno; quiere que se le imite en todo.

Igualmente, en sus malas acciones pretende seguir únicamente la regla de su torcido apetito, guiándose por su espíritu, y que a él sólo se ame y por él trabajen Y se sacrifiquen los demás aún con perjuicio de los derechos de Dios. Y esto lo hemos hecho nosotros centenares de veces, suplantando a Dios en cada ocasión en sus derechos. ¡Oh, qué abominación! ¡Qué vergüenza! Ciertamente yo soy el colmo de la bajeza y el abismo de toda iniquidad. ¡Oh Dios mío! grabad estas verdades en mi espíritu y haced que me considere, me trate, y me odie, y que me sienta feliz de verme tratado en la misma forma por mis semejantes.

 

PUNTO TERCERO: El pecador pretende constituirse en dios de Dios mismo.

 

Hay más, y he aquí este último colmo del pecado, extremo inconcebible de la malicia del pecado: el pecador se constituye en dios del mismo Dios. Efectivamente, él querría que Dios prefiriera sus propios intereses, voluntades, satisfacciones y honores a los intereses voluntades, honores y satisfacciones de su divina Majestad; querría que su voluntad fuera norma y guía de la de Dios, y que éste se gobernara Según su espíritu y opinión; pretendería ser el fin de Dios hasta el punto de que lo adorara y lo convirtiera en una deidad. ¡Oh abominación de las abominaciones! Este es el fondo insondable del pecado; esto es lo que hemos hecho cuantas veces pecando ofendimos a Dios.

Ahí tenéis un motivo más de humillaros hasta lo infinito. ¡Oh Dios mío!, haced que yo comprenda estas verdades a la luz de la fe y que espiritualmente aproveche estas tremendas lecciones de mi orgullo. ¡Oh Dios mío!, que logre yo por fin conocerme a mí mismo y que sepa que no soy sino nada y que Vos sois todo. ¡Oh Dios mío!, que no piense tanto en mí y que no trabaje tanto por m i persona y mis intereses sino por la Vuestra y los vuestros; que no me importe ya que nadie Piense en mí, que nadie hable de mí, que nadie se interese por mi Persona y que nadie se preocupe por mí, sino sólo de Vos; que Vos mismo dejéis de mirarme, de otorgarme vuestros favores, de ocuparos de Mí; que yo, nada y menos que nada, sea aniquilado a la faz de todas las criaturas del cielo y de la tierra y de Vos mismo, y que Vos, que sois el gran Todo, seáis siempre precisamente eso, el Todo de todo cuanto existe.

 

ORACIÓN JACULATORIA: ¡Oh mi Señor! No me reproches encolerizado mi conducta ni me corrijas airado». Sal 6, 2

 

Para finalizar cada día:

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.