sábado, 7 de septiembre de 2024

8. SIERVOS INÚTILES SOMOS. MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD. SAN JUAN EUDES

OCTAVA MEDITACIÓN

Sobre estas palabras: «Siervos inútiles somos».

 

MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD

Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS

San Juan Eudes

 

Para comenzar cada día:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, digamos la siguiente oración:

 

Profesión de Humildad

 

Señor Jesucristo, nada somos,

nada podemos ni valemos,

nada tenemos a no ser nuestros pecados.

Somos siervos inútiles, nacidos en la enemistad,

últimos de los hombres,

primeros de los pecadores.

Sea para nosotros la vergüenza y la confusión,

y para ti, la gloria y el honor por siempre jamás.

Señor Jesucristo, compadécete de nosotros. Amén.

 

OCTAVA MEDITACIÓN

Sobre estas palabras: «Siervos inútiles somos».

 

PUNTO PRIMERO: Dios se hasta a sí mismo y para nada nos necesita.

 

Consideremos que la principal causa de la inutilidad de nuestros servicios como esclavos de Dios se desprende de su misma grandeza, suficiencia y plenitud infinitas. En efecto, se le  llama, «el que se basta a sí mismo» por estar en posesión de toda suerte de bienes hasta el punto de que no sabría qué hacer con nosotros ni con todas las criaturas del cielo y de la tierra, pues el mismo Hombre-Dios, Jesucristo Nuestro Señor, le dice: «Tú eres mi Dios ya que no necesitas de mis bienes»; luego esa es la característica infalible de la divinidad. He aquí por qué, cuando se ofrece o se da algo a Dios, se le sacrifica, es decir, se le inmola o destruye ante El para testificarle con ello que eso de nada le sirve.

Si alguien obsequiara a un rey un precioso caballo, y al ofrecérselo, lo matara, ciertamente no lo complacería, pues este regalo era al monarca de gran utilidad; mas, el mayor servicio que podamos tributar a Dios consiste en sacrificarle e inmolarle lo que le ofrecemos a fin de confesar su divinidad con nuestro sacrificio e inmolación. Por esta razón Jesucristo mismo se sacrificó en la cruz; ahora bien, si Jesús mismo no es necesario a Dios y si todos los ángeles, y todos los santos y aún la Santísima Virgen pueden decir: «Somos siervos inútiles», ¡y con cuánta mayor razón hemos de repetir nosotros esa humilde profesión de humildad!

Alegrémonos de la plenitud y suficiencia de Dios Nuestro Señor y contentémonos con ser sus servidores inútiles, aunque siempre llenos de generosidad en su santo servicio.

 

PUNTO SEGUNDO: Nada somos, tanto en el orden de la naturaleza, corno en el de la gracia.

 

La segunda razón de nuestra inutilidad en el servicio divino radica en nuestra propia pobreza y en nuestra doble nada, en el dominio de la naturaleza y en el de la gracia. Efectivamente, nuestro origen mismo arranca de la nada, de la cual nos extrajo la divina bondad y omnipotencia; y por el pecado en que incurrimos originalmente por culpa de nuestro padre común, Adán, de nuevo nos precipitó en el abismo todavía más execrable de la nada espiritual, que nos incapacita hasta para tener un buen pensamiento. Ahora bien, de la nada, nada puede resultar; tenemos, pues, que reconocer nuestra total inutilidad.

Roguemos a Dios que imprima estas verdades en nuestro corazón y guardémonos de abrigar el menor pensamiento de que podamos ser necesarios jamás o útiles siquiera para cosa alguna. Sólo Dios es necesario.

 

PUNTO TERCERO: Aun sirviendo a Dios perfectamente, nada le podemos dar que de Él no hayamos recibido.

 

La tercera razón de nuestra inutilidad está expresada en la comparación que Nuestro Señor nos manifiesta en su Evangelio. Un servidor acompaña a su señor hasta su casa; al llegar a ella, no tiene tiempo para descansar sino que tiene que ocuparse de poner la mesa y presentarle los alimentos, sin que su amo le exprese siquiera su agradecimiento, ya que el servidor no ha hecho sino cumplir con un deber. Del mismo modo, dice Nuestro Señor, Cuando hayáis vos otros hecho todo cuanto esté en vuestras manos, repetid: Somos siervos inútiles y no hemos hecho otra casa sino lo que debíamos por obligación ejecutar. Lc 17,10.

Pues bien, en relación con esta verdad, tenemos que meditar tres cosas, que deben contribuir a aumentar nuestra humildad:

Primero, que cuando hayamos ejecutado lo que podemos hacer en servicio de nuestro Dueño y Señor, no hemos hecho sino cumplir con nuestro deber.

Segundo, que en realidad no hacemos todo cuanto debemos hacer ni practicamos todas las virtudes que por obligación debiéramos practicar.

Tercero, que aun cuando cumpliéramos con esa doble obligación, ciertamente jamás lo hacemos a cabalidad, sino con mil deficiencias. Y aun cuando de hecho desempeñáramos con toda perfección y exactitud nuestro ministerio y escrupulosamente sirviéramos a Dios, en realidad nada hemos hecho puesto que, Dios es quien nos inspira, El quien nos capacita, y El, en suma, quien al fin y al cabo es él verdadero autor del bien que hacemos. De suerte que en todas nuestras acciones, no damos nada a Dios, sino que antes bien de El sin cesar recibimos. He aquí por qué, aunque hagamos todas las buenas obras de los ángeles y de santos y aunque practicáramos todas sus virtudes, perfectísimamente tendríamos a la postre que exclamar: «Somos servidores inútiles». Pidamos a Dios que grabe poderosamente estas        verdades en nuestras almas y que nos conceda la gracia de aprovechar la meditación de las mismas, destruyendo nuestro orgullo y otorgándonos la verdadera humildad.

 

ORACIÓN JACULATORIA: «¡Oh Señor Jesucristo, somos siervos inútiles»

 

Para finalizar cada día:

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.