jueves, 19 de septiembre de 2024

20. DIGNIDAD Y SANTIDAD DE NUESTRO FIN. SAN JUAN EUDES

TERCER COLOQUIO

DIGNIDAD Y SANTIDAD DE NUESTRO FIN

 

MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD

Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS

San Juan Eudes

 

Para comenzar cada día:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, digamos la siguiente oración:

 

Profesión de Humildad

 

Señor Jesucristo, nada somos,

nada podemos ni valemos,

nada tenemos a no ser nuestros pecados.

Somos siervos inútiles, nacidos en la enemistad,

últimos de los hombres,

primeros de los pecadores.

Sea para nosotros la vergüenza y la confusión,

y para ti, la gloria y el honor por siempre jamás.

Señor Jesucristo, compadécete de nosotros. Amén.

 

TERCER COLOQUIO

DIGNIDAD Y SANTIDAD DE NUESTRO FIN

 

1

¿Con qué fin nos ha creado Dios? Con el mismo fin que a los ángeles. Dios ha puesto al hombre en la tierra para que hiciera en ella lo que los ángeles hacen en el cielo, es decir, para adorar, alabar, amar y servir a Dios y para seguir en todo y por doquiera su santa voluntad. Debemos llevar, por lo tanto, una vida angélica y colocar nuestra dicha en realizar estas cosas.

Humillémonos, detestemos nuestra malicia, renunciemos para siempre al príncipe de las tinieblas. Deseemos ardientemente imitar a los ángeles, comenzando aquí en la tierra lo que haremos eternamente en el cielo. Roguémosles que nos asocien a ellos en las alabanzas que tributan sin cesar a Dios, y que nos hagan partícipes de su amor y su fidelidad.

 

2

Dios nos ha puesto en la tierra para el mismo fin que a los santos patriarcas, profetas, apóstoles, mártires, pastores y sacerdotes y demás santos que vivieron acá abajo y que ahora se encuentran en el ciclo. Ellos eran hombres como nosotros, de carne y hueso, igualmente frágiles, expuestos a los mismos peligros y tentaciones. Nosotros formamos parte de la misma Iglesia que ellos, adoramos el mismo Dios, tenemos el mismo Salvador y mediador, Jesucristo, nuestro Señor; poseemos el mismo Evangelio, los mismos sacramentos, la misma fe, la misma esperanza y las mismas promesas. Y el mismo que los santificó tiene un deseo infinito de santificamos si no lo obstaculizamos. Sin embargo, ellos son santos y sirvieron a Dios en santidad y justicia en su presencia todos los días de su vida. San AGUSTÍN, Confes. 1.1.

¿Y nosotros? ¿Qué somos y qué hacemos? ¡Cuántos motivos tenemos para humillarnos! ¡Qué diremos al Hijo de Dios cuando, en el día del juicio, nos mostrará a todos sus santos, que fueron semejantes a nosotros y nos hará ver que era mucho más fácil seguirlo a él corno ellos que imitar a los que ahora se ven forzados a gritar en el infierno: Nosotros, insensatos, nos apartamos del camino dela verdad y recorrimos desiertos intransitables.

Decidámonos a caminar por las sendas de los santos, a leer y escudriñar sus vidas, especialmente las de aquellos que tuvieron nuestra misma profesión, para imitarlos. Y roguémosles que nos alcancen esa gracia.

 

3

Pero no sólo tenemos un mismo fin con los ángeles, arcángeles, querubines y serafines y con todos los santos; también lo tenemos con la reina de los ángeles y de los santos, con nuestro Señor Jesucristo y con el Dios tres veces santo. Porque la santa Virgen y nuestro Señor Jesucristo estuvieron en la tierra únicamente para honrar y glorificar a Dios y para hacerlo conocer y adorar. ¿Y cuál es el fin de Dios sino Dios mismo? ¿Cuál es la mayor y continua ocupación de las tres divinas Personas sino alabarse, bendecirse, amarse y glorificarse las unas a las otras?

Pues bien, para ese mismo fin nos ha hecho nacer Dios: para honrarlo y glorificarlo y darlo a conocer a los demás en todas las formas posibles.

¡Cuántas obligaciones tenemos con nuestro Creador por habernos hecho para un fin tan admirable y por habernos unido en alianza maravillosa con sus ángeles y santos, con su santa Madre y con él mismo!

¡Qué santa debe ser nuestra vida! ¡Cuán puros deben ser el fin y las intenciones de nuestros pensamientos, palabras y acciones! ¡Sin embargo, la mayoría de los hombres viven como si hubieran sido creados únicamente para la tierra, para buscar honores, posesiones y placeres para sí mismos y para el mundo, el demonio y el infierno!

Y nosotros, ¿qué hemos hecho hasta ahora? Sintamos horror de nosotros mismos, de nuestra vida pecadora. Porque todos caemos muchas veces. Deseemos fuertemente convertirnos del todo a Dios y vivir en adelante sólo para tender a nuestro fin y conducir a él a nuestros semejantes.

 

Jaculatoria: ¿Señor, no te tengo acaso a ti en el cielo? ¿Contigo, qué me importa la tierra? Así declaramos a Dios que sólo a él buscamos en el cielo y en la tierra, que renunciamos a todo lo demás y que deseamos que todos nuestros deseos y anhelos tengan por objeto solamente a él.

 

Para finalizar cada día:

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.