viernes, 13 de septiembre de 2024

14. SOMOS LOS ÚLTIMOS DE LOS HOMBRES (1). MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD. SAN JUAN EUDES

DECIMOCUARTA MEDITACIÓN

Sobre estas palabras: «Somos los últimos de los hombres».

 

MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD

Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS

San Juan Eudes

 

Para comenzar cada día:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, digamos la siguiente oración:

 

Profesión de Humildad

 

Señor Jesucristo, nada somos,

nada podemos ni valemos,

nada tenemos a no ser nuestros pecados.

Somos siervos inútiles, nacidos en la enemistad,

últimos de los hombres,

primeros de los pecadores.

Sea para nosotros la vergüenza y la confusión,

y para ti, la gloria y el honor por siempre jamás.

Señor Jesucristo, compadécete de nosotros. Amén.

 

 

DECIMOCUARTA MEDITACIÓN

Sobre estas palabras: «Somos los últimos de los hombres».

 

PUNTO PRIMERO: Nuestro Señor nos recomienda tomar siempre el último puesto.

 

Por estas palabras, protestamos querer estimarnos y tratarnos como a los últimos de los hombres, y sentirnos felices de ser juzgados y tratados de la misma manera por los demás.

Para ayudarnos a entrar en tales disposiciones e ideas contemplemos y adoremos primeramente a Nuestro Señor Jesucristo en el momento en que pronunciaba, refiriéndose a todos nosotros, estas palabras: «Ocupa el último lugar». Lc 14,10. Adoremos los pensamientos y designios que tenía sobre cada uno de nosotros al hablar así; humillémonos, pidiendo perdón por los obstáculos que en el cumplimiento de esa orden hubiéramos puesto nosotros, y roguémosle de hoy en adelante no se presente jamás. Entreguémonos al espíritu que le sugirió estas palabras a fin de que las hagamos realidad en nuestra vida; de nuestro lado, penetrémonos de un vivo deseo de obedecerle.

 

PUNTO SEGUNDO: Nuestro Señor se ha puesto en último lugar, según sus propias palabras.

 

Consideremos que Nuestro Señor no ha enseñado nada en absoluto sin haberle practicado primero, y que de hecho y en mil maneras ocupó siempre el último Puesto en todo, por sus palabras, por sus pensamientos y disposiciones interiores y por sus actos. Por sus palabras: porque refiriéndose a si mismo dijo: «No soy un hombre sino un gusano». Salmo 21,7. Adorémosle con tal motivo, y consideremos que de todas las criaturas, el gusano es la más insignificante, porque vive en lo más bajo de este mundo que es la tierra y se arrastra sobre ella a los pies de todas las demás criaturas.

Con muchísima frecuencia se llamó a sí mismo: «El Hijo del Hombre», Lc 12,8, para confundir nuestro orgullo que nos lleva a querer ser considerados y señalados de acuerdo con lo que de más excelente hay en nuestro ser; y Jesús, Dios y Hombre, Hijo de Dios e Hijo dé¡ hombre, toma su nombre de lo que menos brillo le da y se llama llanamente. «El Hijo de] hombre», esto es el Hijo del pecador, que como tal no es sino nada, pecado y perdición; llevando con tal nombre la marca y el carácter de pecador que es la mayor de las humillaciones.

Además, después de referirse a San Juan Bautista con estas palabras: «Entre los nacidos de mujer nadie ha surgido mayor a Juan Bautista», dijo luego, con relación a sí mismo:  «El más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él», Mt 11, 11. Mas, ¿cómo poner de acuerdo esos dos términos: «El más pequeño es el más grande?» Si Él es más grande que San Juan Bautista ¿cómo hace para ser el más pequeño en el reino de los cielos, es decir en la Iglesia? Y si Él es el más pequeño en el reino de los cielos, es decir en la Iglesia, ¿cómo hace para ser más grande que San Juan? En realidad, es efectivamente más grande; pero se denomina a si mismo más pequeño, porque se trató, y quiso ser tratado, como el último de todos los hombres.

Por último, quiso ser designado en las Escrituras, «El último de los hombres». Este es uno de sus títulos honoríficos; he aquí de lo que se glorifica, y quiere dejar de ello constancia en las Escrituras, como de una de sus cualidades. Adorémosle en su humildad que verbalmente lo impulsa a ocupar el último puesto.

Confundámonos de que con tanta frecuencia nos hayamos nosotros alabado en nuestras palabras y tomemos el firme propósito de borrar en nuestra conducta cuanto sea contrario a la humildad, pidiéndole a Dios nos ayude con su gracia a lograrlo.

 

PUNTO TERCERO: Nuestro Señor ocupó el último puesto en sus ideas y sentimientos.

 

El Hijo de Dios se colocó siempre en el último lugar por sus pensamientos, disposiciones interiores y sentimientos íntimos. Porque realmente siempre se conformaron a sus palabras y su corazón nunca traicionó su lenguaje: todo en Jesucristo fue sinceridad Y veracidad. He aquí por qué se consideró y reputó como el último de los hombres y supo mantenerse siempre en tales disposiciones ante Dios, y en lo íntimo de su alma guardó siempre el último lugar, por considerarse revestido con todos los pecados de la humanidad, como representante voluntario de todos los criminales, sujeto por tanto a cargar con el oprobio y la humillación de todos sus delitos, obligándose así a abatirse y a anonadarse hasta extremos inconcebibles. Adorémosle en estos sentimientos y disposiciones y démonos a Él pidiéndole que nos haga participes de su sublime humildad.

 

ORACIÓN JACULATORIA: «¡Oh Señor Jesús!, ocuparé el último puesto».

 

Para finalizar cada día:

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.