miércoles, 11 de septiembre de 2024

12. SOMOS HIJOS DE LA CÓLERA (4). MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD. SAN JUAN EUDES

DUODÉCIMA MEDITACIÓN

Sobre las mismas palabras: «Somos hijos de la cólera».

 

MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD

Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS

San Juan Eudes

 

Para comenzar cada día:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, digamos la siguiente oración:

 

Profesión de Humildad

 

Señor Jesucristo, nada somos,

nada podemos ni valemos,

nada tenemos a no ser nuestros pecados.

Somos siervos inútiles, nacidos en la enemistad,

últimos de los hombres,

primeros de los pecadores.

Sea para nosotros la vergüenza y la confusión,

y para ti, la gloria y el honor por siempre jamás.

Señor Jesucristo, compadécete de nosotros. Amén.

 

DUODÉCIMA MEDITACIÓN

Sobre las mismas palabras: «Somos hijos de la cólera».

 

Nosotros somos infinitamente indignos de todo bien y en grado infinito dignos de todo mal, por lo cual hemos de humillarnos y de detestarnos de veras.

 

PUNTO PRIMERO: Somos infinitamente indignos de todo bien.

 

El carácter de hijo de ira, de muerte y de iniquidad hace que seamos infinitamente indignos de todo bien corporal, espiritual, temporal y eterno, en los dominios de la naturaleza, de la gracia, de la gloria, venga de donde viniere, de parte del Creador o de alguna de sus criaturas; nosotros, los pecadores, somos infinitamente indignos de que el Creador o sus criaturas nos presten cualquier género de asistencia, nos hagan obsequio alguno o nos dispensen un favor cual ni siquiera merecemos que piense en nosotros ni que en forma alguna se preocupen de nuestra persona.

¿Y cuáles son las razones de esta indignidad infinita en relación con cuanto pueda favorecernos?

Primero, porque nosotros por nuestros pecados nos hemos usurpado a nosotros mismos bienes infinitos, como la gracia y la amistad de Dios, el carácter de hijos de Dios y de herederos del mismo, el gozo de Dios para un futuro no lejano y de todos los tesoros que El posee.

Segundo, porque hemos privado con el pecado a Dios de un bien infinito al negarle el servicio, el honor, el amor y la obediencia que le debíamos: bien infinito en su eterna duración, porque cuando ejecutamos algo para Dios le tributamos un honor que durará eternamente; bien infinito, en cierto modo, porque es infinitamente debido a Dios, a causa de sus perfecciones infinitas y de las infinitas obligaciones que para El tenemos; bien infinito, porque Dios lo conquistó para Si por un precio infinito, el de la preciosa sangre de su Hijo.

Tercero, por cuanto hemos querido privar a Dios de Jesucristo, Hombre-Dios, crucificándolo y destruyéndolo; y por consiguiente también hemos pretendido privarlo del cuerpo místico de Jesucristo, y de todos los honores, alabanzas, gloria, adoraciones y servicios que Jesucristo tributará eternamente a su Padre tanto por Si mismo corno por su cuerpo místico que es la Iglesia.

Cuarto, porque hemos intentado privar a todas las criaturas de su Reparador. Que Sobran, pues, razones para considerarnos infinitamente indignos de todo bien. Por esto, no nos quejemos cuando no piensen en nosotros para hacernos algún favor o beneficio, a qué creeríamos tener derecho; humillémonos, es lo único aconsejable y hasta lógico.

 

PUNTO SEGUNDO: Nosotros somos dignos de todo mal.

 

Somos, infinitamente merecedores de todo mal, de todo desprecio, confusión, castigo y suplicio. Y digo infinitamente, es decir, en tal forma que sólo Dios lo puede comprender; y digo de todo mal, de cuerpo y de alma, en el tiempo y en la eternidad, venga de donde viniere, de parte de Dios y de parte de todas las criaturas. Y ello es así, porque hemos hecho un mal infinito a Dios, a nosotros mismos y a todas las criaturas y porque el pecado es un mal infinito en su origen, en su naturaleza, en su objeto, en su fin y en sus efectos.

El pecador ocasiona un mal infinito a Dios; pues según San Bernardo, por su propio carácter aniquila a Dios.

Se infiere un mal infinito a sí mismo, porque mata su cuerpo y su alma, aniquilándolas a una y a otra según sus posibilidades.

Irroga un mal infinito a todas las criaturas en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria, puesto que las destruye a todas, Según lo hemos meditado anteriormente.

Siendo esto así, no debernos maravillarnos cuando se nos diga o haga algún mal, o cuando nos castiga Nuestro Señor; antes bien, admirémonos de que el Creador y todas las criaturas nos sufran fuera del infierno y de la nada.

 

PUNTO TERCERO: Jamás nos humillaremos bastante.

 

Corolario lógico de las anteriores verdades son las siguientes:

Primero jamás lograremos conocer a cabalidad el fondo insondable de nuestra indignidad y miseria, y luego de haber ahondado en este conocimiento, hemos de reconocer que es más lo que nos falta por averiguar que lo que de ello sabemos.

Segundo, que jamás alcanzaremos a humillarnos demasiado, y que, aun cuando empleemos toda nuestra capacidad en ello, siempre quedaremos infinitamente alejados de la humillación debida a nuestra bajeza, y del último grado de la humildad. Sólo Nuestro Señor logró llegar a este extremo, pues sólo El supo humillarse infinitamente.

Tercero, que aun cuando todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno se sirvieran de su capacidad total Para colmarnos de oprobios, no lograrían inferirnos sino una mínima parte de la confusión que merecemos.

Cuarto, sólo Dios puede humillarnos en la medida de nuestra indignidad.

Supliquémosle que imprima estas verdades en nuestra mente y que nos conceda la gracia de aprovecharnos de su conocimiento. ¡Oh gran Dios! ¿Cómo es posible, si creemos todo esto, que seamos orgullosos, que no queramos sufrir nada, que nos cueste tanto trabajo humillarnos, que busquemos tanto los honores y que temamos tanto los desprecios?

¡Oh mi Señor Jesús!, apiádate de nosotros.

 

ORACIÓN JACULATORIA: «A nosotros pecadores venga confusión y oprobio, a Ti empero, ríndanse honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén».

 

Para finalizar cada día:

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.