jueves, 14 de julio de 2022

EL CORAZON DE JESÚS ESTÁ ESCUCHANDO. San Manuel González



 *El CORAZÓN DE JESÚS ESTÁ ESCUCHANDO*

Mas oyendo Jesús... (Mt 9,12)


Pregunto de nuevo al Evangelio, el gran descubridor de los secretos del Sagrario, y me responde que ésa es otra de las constantes ocupaciones del Corazón de Jesús en él.

¡Escuchar siempre! Yo invito a los hombres, a quienes aun les queda un poquito de corazón para sentir y agradecer, a que se fijen en lo que significa esa ocupación del Corazón de Jesús que me ha descubierto el Evangelio.

Primeramente fijaos en que no digo oír, sino escuchar, que es oír con interés, con atención, con gusto.

Y después, en que añado esta palabra: siempre.

Mirad tres cosas que no las hace nadie en el mundo: escuchar siempre, escuchar a todos y escuchar todo.

Ni el curioso fisgón, por más interés que tenga en enterarse de todo, ni el amante más firme, por más deleite que tenga en oír hablar a quien o de lo que ama, pueden llegar a poseer toda la fuerza de cabeza, de corazón y hasta de sensibilidad que se necesita para escuchar siempre, a todos y todo.

Y sin embargo nuestra sensibilidad, nuestro corazón y nuestra cabeza reclaman, piden con exigencia siempre un oído benévolo.

Decidme que hay un hombre de saber que no encuentra oídos que recojan sus enseñanzas, que hay otro de corazón ardiente que no halla quien quiera recoger sus cuitas, y que hay otro que sufre enfermedades y quebrantos sin poder depositar el ¡ay! de su lamento en un oído compasivo y yo os diré que ese sabio y ese enamorado y ese dolorido no escuchados son los hombres más desgraciados de la tierra.

La soledad, la aterradora soledad, perdería la mitad por lo menos de sus temores si los que la sufren encontraran quien se pusiera a escucharlos.

Almas ganosas de practicar la caridad, ¿no os habíais parado a meditar en el bien que podríais hacer sólo poniendo vuestro oído a disposición de los desgraciados?

Pero ¡qué pena!, la experiencia me ha llevado a hacer un balance entre dolores y alegrías, cariños y odios, anhelos y temores que contar y oídos que se pongan a escuchar y he deducido que hay un gran exceso de aquéllos sobre éstos.

¡Qué bien se entiende ahora la exclamación de los libros santos repetida bajo mil formas: Escúchame: ¿a quién iré, Señor, que me escuche?, ¡y qué bien se entiende así la ocupación del Corazón de Jesús que me descubría el Evangelio: escuchar siempre!

Sí, sí, sabedlo bien, almas que tenéis que contar y no encontráis quien os escuche, sabed que en el Sagrario hay quien escuche siempre, a todos y todo.

Siempre

¿No os acordáis? Lo mismo buscaban al Maestro a la caída de la tarde para que bendijera y curara a los enfermos, que a media noche cuando dormía, para que aplacara los vientos y los mares; lo mismo le pedían en las glorias de la transfiguración que en las ignominias de la calle de la Amargura y del Calvario... Siempre, siempre escuchaba.

Y a todos


Lo mismo escuchaba al discípulo ingenuo que preguntaba para saber, que al fariseo taimado que le preguntaba para cogerlo, lo mismo a la muchedumbre que lo cercaba, que al cieguecito mendigo del camino, lo mismo a su Madre Inmaculada, que a la mujer pecadora; escuchaba a todos.

Y todo

La petición de la fe que hablaba sólo con el corazón en la hemorroísa y en Zaqueo y el grito de la blasfemia del Pretorio, el Hosanna del triunfo y el falso testimonio, el llanto reprimido de los penitentes y el mal pensamiento de sus enemigos. ¡Todo, todo lo escuchaba!

Y así sigue viviendo en el Sagrario: escuchando a todos y todo.

Con una gran diferencia entre su manera de escuchar y la que suelen tener los hombres; éstos acostumbran a escuchar sólo con el oído, a lo más con la cabeza.

El Jesús de nuestro Sagrario escucha con su oído, porque lo tiene para eso, y con su cabeza, porque siempre atiende y entiende, y sobre todo con su Corazón..., ¡porque ama...!

Y ¡pensar que en muchos Sagrarios no hay quien le hable...! ¡Qué bueno es!

¡Qué bueno es!

¡Madre Inmaculada, ángeles del Sagrario, hablad mucho al oído de vuestro Jesús en esos Sagrarios de tan doloroso silencio!