domingo, 10 de julio de 2022

10 de Julio. Santos Siete Hermanos Mártires, y Las Santas Rufino y Segundo, Vírgenes y mártires.

10 de Julio. Santos Siete Hermanos Mártires, y Las Santas Rufino y Segundo, Vírgenes y mártires.

 

En Roma, durante la persecución de Marco Aurelio Antonino, los siete hijos de Santa Felicidad fueron puestos a prueba por el prefecto Publio, primero con halagos, y luego con amenazas, para que renunciasen a Jesucristo y adorasen a los falsos dioses; pero los Mártires perseveraron en la profesión de la verdadera fe, gracias a su propio valor y a las exhortaciones de su madre, sufriendo la muerte. Jenaro murió despedazado con látigos de bolas de plomo; Félix y Felipe, golpeados a varazos; Silvano, precipitado desde una altura; Alejandro, Vidal y Marcial, decapitados. Cuatro meses más tarde, su madre obtuvo también la palma del martirio. Ellos entregaron su alma al Señor el día sexto de los idus de julio.

Las dos hermanas Rufina y Segunda, vírgenes romanas, prometidas en matrimonio por sus padres a Armentario y a Verino respectivamente, pero deseosas de guardar la virginidad que habían prometido a Jesucristo, fueron detenidas en el reinado de Valeriano y Galieno. No pudiendo el prefecto Junio conseguir con promesas ni por el temor que renunciasen a su decisión, mandó primero que Rufina fuese azotada con varas; durante el tormento, Segunda dijo al juez: ¿Por qué reservas a mi hermana este honor, y a mí las ignominias? Ordena que seamos azotadas a la vez, pues ambas confesamos juntas la divinidad de Jesucristo. Enojado el juez al oír estas palabras, las mandó a un calabozo oscuro y pestilente; pero como la cárcel se llenase al momento de claridad y de suave olor, metiéronlas en un baño de agua hirviendo, de donde salieron sanas; entonces, atándoles una piedra al cuello, las echaron al Tíber; mas fueron libradas de este peligro por un ángel. Por último les cortaron la cabeza fuera de la ciudad, a diez millas, en la vía Aurelia. Fueron sepultadas por Plantila, en una de sus posesiones; trasladadas más tarde a Roma, fueron colocadas en la basílica Constantiniana cerca del baptisterio.

 

Sermón de S. Agustín, Obispo.

Sermón 10 sobre div. asuntos.

Gran espectáculo se ofrece hoy, hermanos, a la mirada de nuestra fe. Nuestros oídos han escuchado y nuestra alma ha contemplado a una madre que, llevada por sentimientos del todo opuestos a los ordinarios de la naturaleza, desea ver la muerte de sus hijos antes de la suya propia. Todos los padres aspiran a dejar este mundo antes que sus hijos. Mas ella ha resuelto morir en último término. No piensa perder a sus hijos; fija la mirada, no en la vida que termina sino en la que van a comenzar: desea que la precedan en el camino. Dejarán de vivir aquí, donde tarde o temprano morirían, para empezar una vida que desconoce la muerte. ¿Nos admira verla asistir a la muerte de sus hijos? Más debe admiramos verla exhortándolos a morir. Más fecunda en virtudes que en hijos, al verlos luchar, participa en la lucha común; al verlos triunfar, participa también de la común victoria.

 

Oremos.

Te rogamos, omnipotente Dios, nos concedas que habiendo conocido la firmeza de tus gloriosos mártires en la confesión de su fe, experimentemos los efectos de su pía intercesión ante ti, en favor nuestro. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.