jueves, 7 de julio de 2022

DÍA 8. SANGRE DE CRISTO, DE LA NUEVA Y ETERNA ALIANZA.

DÍA 8. SANGRE DE CRISTO, DE LA NUEVA Y ETERNA ALIANZA.

Mes de julio a la preciosísima Sangre de Jesús

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Ante Jesús Sacramentado, visitándolo en el Sagrario ya presencialmente, ya espiritualmente, recitemos la siguiente oración compuesta por san Alberto Magno:

 

ORACIÓN A LA PRECIOSA SANGRE DE JESÚS

de San Alberto Magno

Yo te adoro, Oh Preciosa Sangre de Jesús, flor de la creación, fruto de virginidad, instrumento inefable del Espíritu Santo, y me regocijo al pensar que tú viniste de la gota de la sangre virginal sobre la cual el amor eterno imprimió su movimiento; Tú fuiste asumida por la Palabra y deificada en Su persona.

Yo estoy embargado de emoción cuando pienso de tu paso del corazón de la Santísima Virgen al corazón de la Palabra, y, siendo vivificada por el aliento de la Divinidad, volviéndote adorable porque te volviste la sangre de Dios.

Yo te adoro dentro de las venas de Jesús, preservada en su humanidad como el maná en la urna de oro, el memorial de la Redención eterna que El cumplió durante los días de su vida terrenal. Yo te adoro, Sangre de la nueva y eterna alianza, fluyendo de las venas de Jesús en Getsemaní, de la carne arrancada por los latigazos en el Pretorio, de sus manos y pies perforados y de su costado abierto en el Gólgota. Yo te adoro en los Sacramentos, en la Eucaristía, donde yo sé que estás sustancialmente presente...

Pongo toda mi confianza en Ti, Oh Sangre adorable, nuestra Redención, nuestra regeneración. Cae, gota a gota, en los corazones que se han alejado de Ti y suavízalos de su dureza.

Oh adorable Sangre de Jesús, lava nuestras manchas, sálvanos de la ira del ángel vengador. Irriga la Iglesia; hazla fructífera con apóstoles y trabajadores de milagros, enriquécela con almas que sean santas, puras y radiantes con belleza divina. Amén.

 

8.                Sangre de Cristo, de la nueva y eterna Alianza.

Nuestro Señor Jesucristo, en la última cena, no realiza la cena de la pascua judía, sino su propia pascua en la que instituye el sacrificio de la nueva alianza en la que Él mismo es la víctima, el altar y el sacerdote. Él adelanta de forma sacramental, bajo las apariencias del pan y del vino, su sacrificio cruento que horas más tarde iba a ofrecer en la cruz. Las palabras que pronuncia sobre las ofrendas del pan y del vino lo declaran: “Esto es mi cuerpo entregado por vosotros” y “Éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la nueva y eterna alianza que se derrama por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados”.

Haced esto en memoria mía”. Es el mandato a sus apóstoles consagrados sacerdotes de la nueva alianza de renovar diariamente el sacrificio del Señor celebrando la santa misa.

El sacrificio de la Cruz y el sacrificio de la misa son un único sacrificio. Son idénticas la víctima y el oferente y sólo es distinto el modo de ofrecerse: de manera cruenta en la cruz, incruenta en la Eucaristía.

El sacrificio de Cristo renovado hasta el final de los tiempos por manos de sus sacerdotes “ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos”.

 

PROPÓSITO: Recitar en la comunión la oración  Alma de Cristo.”

 

JACULATORIA: Sangre de Cristo, de la nueva y eterna Alianza, sálvanos.

 

Para finalizar:

LETANÍAS DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE CRISTO