jueves, 16 de junio de 2022

NINGÚN SACRAMENTO ES MÁS SALUDABLE QUE ESTE. Santo Tomás de Aquino

 


Sermón de Santo Tomás de Aquino

Lección IV del opúsculo 57

Los inmensos beneficios de la divina largueza concedidos al pueblo cristiano le confieren una dignidad inestimable. En efecto, no hay ni hubo jamás ninguna nación que tuviese sus dioses tan cerca de ella, como nuestro Dios está cerca de nosotros. El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los hombres. Además, todo cuanto tomó de nosotros, lo entregó por nuestra salvación. Porque, por nuestra reconciliación, ofreció su cuerpo como víctima a Dios, su Padre, sobre el altar de la cruz; derramó su sangre, ya como precio de nuestra libertad, ya como el baño sagrado que nos lava, para que fuésemos rescatados de una miserable esclavitud y purificados de todos nuestros pecados. Pero, a fin de que guardásemos por siempre jamás en nosotros la memoria de tan gran beneficio, dejó a los fieles, bajo la apariencia de pan y vino, su cuerpo para que fuese nuestro alimento, y su sangre para que fuese nuestra bebida.

¡Oh convite precioso y admirable, convite saludable y lleno de toda suavidad! ¿Qué puede haber, en efecto, de más precioso que este convite en el cual se nos ofrece para comer, no la carne de becerros o de machos cabríos, como antes bajo la Ley, sino Jesucristo, verdadero Dios? ¿Qué de más admirable que este Sacramento? En efecto, sustancialmente el pan y el vino cámbianse en él en cuerpo y sangre de Jesucristo, de tal modo que Jesucristo, Dios y hombre perfecto, está allí contenido bajo la apariencia de un poco de pan y de un poco de vino. Es, pues, comido por los fieles, sin que en manera alguna sea dividido en trozos; por lo contrario, si se divide el Sacramento, permanece entero en cada una de las partes después de la división. Subsisten en él los accidentes sin su sujeto o sustancia, a fin de que se ejercite la fe al recibir de un modo invisible este cuerpo, visible en sí mismo, pero oculto bajo una apariencia extraña; y para que los sentidos sean preservados de error, ya que los sentidos juzgan de accidentes, cuyo conocimiento les pertenece.

Ningún Sacramento es más saludable que éste; por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes, y el alma se nutre de la abundancia de todos los dones espirituales. Ofrécese en la Iglesia por los vivos y por los muertos, para que sirva a todos lo que ha sido establecido para la salud de todos. Finalmente, nadie es capaz de expresar la suavidad de este Sacramento, en el cual gustamos en su misma fuente la suavidad espiritual, en el cual celebramos la memoria del exceso de caridad que Jesucristo manifestó en su Pasión. Por eso, para que la inmensidad de esta caridad se imprimiese más profundamente en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando después de celebrar la Pascua con sus discípulos iba a pasar de este mundo a su Padre, instituyó este Sacramento como el memorial perpetuo de su Pasión, el cumplimiento de las antiguas figuras y la más maravillosa de sus obras; y lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia.