domingo, 5 de junio de 2022

5 de junio. San Bonifacio, obispo y mártir

5 de junio. San Bonifacio, obispo y mártir


Bonifacio, llamado antes Winfrido, nació en Inglaterra a últimos del siglo séptimo. Sintiendo desde su infancia gran aversión a las vanidades mundanas, dirigió sus aspiraciones hacia la vida monástica. Inútiles fueron todos los esfuerzos de su padre para retenerle en el siglo, y así ingresó en un monasterio, donde, bajo la dirección de San Wolfardo, se formó en toda suerte de virtudes y ciencias. Ordenado sacerdote a la edad de treinta años, se dedicó a la predicación de la palabra divina, con gran aprovechamiento de muchas almas. No obstante, como ardía en deseos de dilatar el reino de Cristo, no cesaba de llorar por la multitud de bárbaros que, sumidos en las tinieblas de la ignorancia, eran esclavos del demonio. Y por lo mismo que este celo de las almas se aumentaba en él de día en día con inextinguible ardor, después de haber consultado al Señor, con lágrimas y oraciones, consiguió del prepósito del monasterio el permiso para dirigirse a Germania.

Embarcado en Inglaterra con dos compañeros, llegó a Doreste, en la Frisia. Mas habiendo una gran guerra entre Radbodo, rey de los frisones, y Carlos Martel, su predicación resultó infructuosa. Por lo cual, volvió a su monasterio en Inglaterra, del que fue constituido superior. Gobernó el monasterio dos años, y previo el consentimiento del obispo de Winchester, renunció a su cargo, y partió a Roma, para obtener del Papa que le delegara para la conversión de los gentiles. En Roma, Gregorio II le acogió benévolamente, y le cambió el nombre de Winfrido por el de Bonifacio. Ya en Germania, predicó a Cristo a los pueblos de Turingia y de Sajonia. Y como en este tiempo, Radbodo, rey de Frisia, enemigo del nombre cristiano, hubiese muerto, Bonifacio volvió allí, donde por tres años, y en compañía de San Wilibrordo, predicó con tanto fruto el Evangelio, que destruidos los templos de los ídolos, se edificaron muchas iglesias en honor del verdadero Dios.

Solicitado por San Wilibrordo para ser obispo, lo rehusó a fin de poder dedicarse más a la salvación de los infieles. Internado en Germania, apartó a algunos miles de habitantes de Hesse del culto del demonio. Llamado por el papa Gregorio, fue consagrado obispo después de haber hecho una admirable profesión de fe. Al volver a Germania, libró casi por entero a Hesse y a Turingia de los restos de la idolatría. En vista de tantos méritos, fue elevado por el papa Gregorio III a la dignidad de arzobispo. De vuelta a Roma por tercera vez, el Sumo Pontífice le constituyó legado de la Sede apostólica. Revestido de esta autoridad, instituyó 4 obispados y celebró diferentes sínodos, entre los cuales es memorable el concilio de Leptines de la diócesis de Cambray, en Bélgica, que contribuyó en gran manera a que aumentase la fe en aquella nación. Fue creado por el papa Zacarías arzobispo de Maguncia; y por orden del mismo Pontífice, consagró a Pipino, rey de los francos. Tras la muerte de San Wilibrordo se le encomendó la iglesia de Utrech, que gobernó por medio de Eóbano, y después por sí mismo, dejando la diócesis de Maguncia, yendo a residir en Utrech. Recaídos los frisones en la idolatría, les predicó de nuevo el Evangelio; mientras estaba ocupado en el cumplimiento de este cargo, unos hombres impíos le atacaron a orillas del río Burda; y cayendo, junto con Eóbano, su coepíscopo, y muchos otros, en una sangrienta matanza, alcanzó como ellos la palma del martirio. Su cuerpo fue trasladado a Maguncia, y, como él mismo había pedido, fue sepultado en el monasterio de Fulda, por él levantado; resplandeció con muchos milagros. Pío IX extendió a toda la Iglesia su Oficio y Misa.

Oremos.

Oh Dios, que por el celo del bienaventurado Bonifacio, tu Mártir, te dignaste llamar al conocimiento de tu nombre a multitud de pueblos: concédenos propicio, que sintamos los efectos del patrocinio de aquel cuya solemnidad celebramos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.