25 de junio. San Guillermo, abad, confesor
Nació Guillermo de padres nobles en Vercelli, Piamonte; apenas cumplidos catorce años, abrasado por los ardores de la piedad, peregrinó a Santiago de Compostela. Hizo el viaje vestido de una sola túnica, ceñido con una doble cadena de hierro y descalzo, y padeció, aun con peligro de su vida, el frío y el calor, el hambre y la sed. De regreso a Italia, propúsose Guillermo hacer una nueva peregrinación al Santo Sepulcro del Señor; pero tuvo que desistir de su proyecto por graves obstáculos puestos por la divina providencia, que quería encaminar hacia obras más elevadas y perfectas las inclinaciones religiosas del joven. Pasó dos años en el monte Solicchio, orando asiduamente, prolongando sus vigilias, acostándose en el duro suelo y multiplicando sus ayunos. Habiendo, con el auxilio divino, devuelto la vista a un ciego, se difundió la noticia de este milagro, por lo que no pudiendo permanecer oculto, pensó de nuevo en dirigirse a Jerusalén, y, lleno de alegría, púsose en camino.
Pero Dios, que quería de él una vida más útil y provechosa para Italia y otros países, se le apareció y le advirtió que renunciara a su resolución. Subiendo, pues, al monte Virgiliano, llamado después monte de la Virgen, edificó con rapidez un monasterio en la cumbre, a pesar del sitio inaccesible. Uniéronsele varios compañeros seglares y religiosos, y Guillermo los formó en un género de vida conforme con los preceptos y consejos del Evangelio, ya con ciertas reglas que sacó en gran parte de las instituidas por San Benito, ya con su palabra y los ejemplos de su santa vida.
Luego levantó otros monasterios, y como su santidad resplandecía cada vez más, muchos acudían a él, atraídos por el aroma de esta santidad y por sus milagros. Gracias a su intercesión, los mudos hablaban, los sordos oían, los miembros secos recuperaban su vigor, y alcanzaba la salud a los afligidos por las más diversas e irremediables enfermedades. Cambió el agua en vino y llevó a cabo una multitud de maravillas, entre las cuales, no es posible callar el rasgo siguiente: habiendo sido enviada, para tentar su castidad, una mujer perdida, se revolcó, sin experimentar daño, sobre carbones encendidos, diseminados por el suelo. Conociendo esto Rogelio, rey de Nápoles, concibió veneración por el hombre de Dios. Tras anunciar al rey y a otros, el momento de su muerte, Guillermo, ilustre por sus virtudes y milagros, durmiose en el Señor en el año de gracia 1142.
Oremos.
Oh, Dios, que para facilitar a nuestra flaqueza el camino de la salud, hiciste a tus santos nuestros modelos y auxiliares: concédenos que veneremos de tal manera los méritos del bienaventurado Guillermo, Abad, que consigamos sus auxilios y sigamos sus pasos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.