11 de junio. San Bernabé, apóstol
El levita Bernabé, Chipriota, conocido también con el nombre de José, fue ordenado, junto con Pablo, como Apóstol de los gentiles, para anunciar el Evangelio. Tras haber vendido un campo que poseía, puso el precio del mismo a disposición de los Apóstoles. Enviado a Antioquía para predicar, encontró allí a muchas personas ya convertidas a la fe de Jesucristo: alegrándose mucho, las exhortó a perseverar en la fe. Sus exhortaciones tuvieron éxito, ya que todos le tenían por un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo.
Partiendo de allí a Tarso para buscar a Pablo, vino de nuevo con él a Antioquía. Durante su permanencia durante un año en medio de la comunidad cristiana de aquella ciudad, enseñaron a aquellos hombres los preceptos de la fe y de la vida cristiana. Fue allí donde los adoradores de Jesucristo recibieron por primera vez el nombre de cristianos. Los discípulos de Pablo y Bernabé sustentaban a los cristianos que vivían en Judea, enviándoles limosnas por medio de estos dos Apóstoles. Cumplida esta obra de caridad, Pablo y Bernabé volvieron a Antioquía con Juan, por otro nombre Marcos.
Mientras Pablo y Bernabé servían al Señor en la Iglesia de Antioquía, ayunando y orando junto con los demás profetas y doctores, dijo el Espíritu Santo: “Separadme a Pablo y Bernabé para la obra a la cual los he dedicado”. Entonces ayunaron todos y se pusieron en oración; y tras haberles impuesto las manos, partieron. Salieron para Seleucia, y de allí se dirigieron a Chipre; predicaron el Evangelio por muchas ciudades y regiones con gran provecho de los oyentes. Finalmente, Bernabé, separándose de Pablo y juntándose con Juan, llamado Marcos, navegó a Chipre. Allí, hacia el año séptimo del imperio de Nerón, el día 11 de junio, unió a los méritos de su labor apostólica la corona del martirio. En tiempo del emperador Zenón fue hallado su cuerpo en Chipre, y, sobre su pecho, y escrito por su mano, se halló el Evangelio de Marcos.
Oremos.
¡Oh Dios, que nos alegras con los méritos y la oración de San Bernabé, tu apóstol!; concédenos obtener de tu gracia los beneficios que pedimos por su intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.